ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL MITO DE LAS HURDES

Las Hurdes. Tierra sin pan, historia de una impostura

DE EVOCACIONES Y CRÓNICAS INCORRECTAS

6 de junio de 2019.

Pablo Rojo Barreno.

Durante la II República y al socaire de la gran agitación social y polarización política que existía, se produjo una obra cinematográfica que, si bien no tuvo repercusión cuando se preestrenó por no pasar la censura previa, años más tarde se convirtió en cortometraje de culto internacional como propagador del mito de la exótica y bárbara España. Salvo las más recientes mitologías para inventar naciones que utilizan a España como chivo expiatorio perpetradas por historiadores orgánicos para Vascongadas y Cataluña, la cinta que aludo contacta bien con las leyendas negras folclóricas construidas por los románticos decimonónicos franceses y británicos tal que: Mérimée, Gautier, Borrow y Ford. Me refiero al falso reportaje de treinta minutos dirigido por el cineasta español Luis Buñuel Portolés, rodado en la primavera de 1932 y titulado: “Las Hurdes. Tierra sin pan”.

Como admirador de Buñuel por ser autor de “Viridiana” (1961) una película que consideraba y considero una obra maestra, conocer de la existencia de Las Hurdes. Tierra sin Pan como un verídico reportaje sobre la situación de la comarca del norte de Extremadura en 1932, me produjo gran expectación. La vi por primera vez en Montreal en 1970, en la versión comentada en francés de 1965 y me conmocionó profundamente. Sin el espíritu crítico debido y condicionado por el prestigio de Buñuel y el sesgo izquierdista de quienes divulgaban la cinta por aquellos lares, no solo creí a pies juntillas lo que por entonces y ahora era publicitado como el descarnado documental científico-antropológico (el documental se autodenomina, desde su mismo prólogo, “ensayo cinematográfico de geografía humana”), del gran Buñuel sobre las verdaderas condiciones en que malvivían los hurdanos en el verano de 1932, también contribuí a su distribución en varios foros y clubs de estudiantes de la universidad McGill de Montreal y en círculos izquierdista de emigrantes españoles, portugueses e iraníes de la ciudad canadiense.

En el año 2000 varios diarios extremeños y alguno de tirada nacional, publicaron que varios alcaldes de Las Hurdes se oponían rotundamente a que en su comarca se rindiera un homenaje a Buñuel, por entender que su reportaje era una farsa que calificaba arbitrariamente a los hurdanos como: «seres extraños, sin moral, sin sentimientos y sin dignidad, llamándonos enanos y cretinos». La denuncia de los alcaldes me sorprendió pero, como ya no era el crédulo joven de 24 años, semejante declaración me incitó a ampliar mis escasos saberes sobre este asunto. Así empecé a conocer algunos datos que apuntalaban la acusación de los alcaldes hurdanos. Incluso las justificaciones y matices que aportaba el, a la sazón, director de la Biblioteca, Archivo Gráfico y Fototeca de la Filmoteca Española, Javier Herrera Navarro en 1997 no mejoraron el fondo de la denuncia: el cortometraje de Buñuel no era ecuánime. Pero las denuncias más rotundas de impostura contra Buñuel son demasiado recientes. Por ejemplo; hubo que esperar hasta 2016 para que el escritor y periodista; Sergio del Molino Molina, analizara en: “La España vacía. Viaje por un país que nunca fue” cómo y por qué Buñuel con sus camaradas y amigos fraguaron las puesta en escena tremendistas del referido cortometraje.

La capacidad de ceguera que tiene los prejuicios ideológicos es increíble pues ni siquiera se me ocurrió pensar en 1970, cómo era posible que un burro fuera matado por unas cuantas abejas. La verdad de cómo se montaron y rodaron las escenas del film apenas fueron sonsacados con sacacorchos a sus autores y no tuvieron repercusión mediática. Sin embargo, el operador del film Eli Lotar durante la presentación de la película en la Columbia University de Nueva York en 1940 lo dejó claro: «Todo está reconstruido, elaborado, interpretado. Los campesinos hurdanos interpretan como actores sus propios papeles».

Muerte, negrura, enfermedad, degeneración racial y otra vez muerte y muerte, mucha muerte, son las constantes de cada secuencia, de cada plano, de cada fotograma de Las Hurdes. Tierra sin pan. Claro que podemos asumir el relativismo a discreción vigente y considerar que el cine documental no es exactamente aquello que «podríamos ver con nuestros propios ojos si asistiéramos al acontecimiento narrado». Pelillos a la mar sobre todo si se acepta que las buenas intenciones y el sacrosanto buen fin permite representar una ficción como su fuera la realidad pura y dura.

Las Hurdes, desde hace unas cuantas décadas, es una región muy transitada por el turismo rural por su gran atractivo paisajístico y cultural, además de contar con notables productos alimenticios y gatronómicos como la miel, las cerezas, los embutidos de cerdo y el cabrito asado. Territorio montañoso situado al norte de la provincia de Cáceres, encerrado por la Sierra de Francia, (Salamanca) por el Norte, los meandros del Alagón por el Sur, la Sierra de Gata y la Canchera por el Oeste y la Sierra del Cordón, río Batuecas y Alagón por el Este. Tiene una superficie de 499 km2 con cinco municipios: al sur Caminomorisco, y Pinofranqueado son los más grandes y forman Las Hurdes Bajas. Nuñomoral está situado en el centro; al norte Casares de Las Hurdes y Ladrillar conforman Las Hurdes Altas. Dichos municipios tienen numerosas alquerías que más que conjunto de casas de labranza, a principios del siglo XX eran pequeñas aldeas construidas entre flancos de montaña. Sus características orográficas al situarse en el extremo occidental del Sistema Central, conformado por cordales de montaña media-alta escarpada con agrestes valles rodeados de sierras, dificultaron la comunicación interna y externa de la región. El clima se encuentra influenciado por la orografía y la latitud con una temperatura media anual de 14ºC mientras que las precipitaciones medias anuales de agua y nieve se sitúan entre 800-1000mm aunque con notable estiaje durante los meses de julio y agosto. Estas condiciones pluviométricas y el terreno pizarroso-granítico con otras rocas de naturaleza ácida, originan innumerables fuentes de agua poco mineralizada y fina al paladar, de donde parten muchos arroyos que forman gargantas hasta conformar los cinco principales ríos que bañan la comarca: Hurdano, Ladrillar, Malvellido, Esparabán y Los Ángeles, todos ellos afluentes del río Alagón, uno de los principales afluentes del Tajo. Excepto en pequeñas praderas a la orilla de los ríos, las Hurdes no tienen suelo vegetal que facilite la labranza o los pastos. A principios del siglo XX, la región tenía alrededor de 8.000 habitantes. Con la repoblación forestal y otras intervenciones estatales, la población hurdana fue aumentando hasta los 9.366 censados en 1960. Pero a pesar de las intervenciones estatales para desarrollar la comarca siguieron, la emigración y el descenso de la natalidad han producido el retroceso demográfico palpable en el censo de 2017 que establece su población en 6.338 habitantes, la mayoría mayores de 50 años.

A pesar de mitos y leyendas negras sobre la barbarie de sus gentes, las Hurdes son ejemplo de fecunda cultura oral, impares valores antropológicos y etnográficos, de importantísimos vestigios prehistóricos, donde sobresale una tradición folclórica notable con instrumentos musicales como el tamboril, la chirimía y la gaita, junto con las castañuelas que acompañan las danzas de los ramos, el sindo, el picau jurdanu, la espiga, valdobino, jota jurdana, la mona, la jaba, la charra, baile de las morcillas, zancos o chancos o la botella. Asimismo, desde los años ochenta del pasado siglo, es una de las comarcas más subsidiadas de España.

Al ser Las Hurdes. Tierra sin pan accesible en varios sitios web como Youtube, comento seguidamente unos cuantos detalles del film que me parecen sustanciales, basándome en el criterio deducido del estudio tanto personal como de otros muchos que ido recogiendo. Para comenzar es obvio que la elección de Buñuel y sus ayudantes de rodar en las más apartadas y retrasadas alquerías de las Hurdes Altas; Aceitunilla, El Gasco y Martilandrán, fue congruente con el guión previsto. De hecho, la flamante escuela de Aceitunilla solo merece un comentario malicioso sobre la moral impartida en la educación, cuando un niño robusto escribe en la pizarra con una caligrafía envidiable: “respetad los bienes ajenos”. El relator nos advierte que los riachuelos serranos surgidos de manantiales cristalinos tienen fondos apestosos mientras los huertanos beben, se lavan y los niños mojan un supuesto pan duro que, sorprendentemente, antes el relator nos informó que los niños reciben cada día en la escuela. Por otro lado, la visión de esta cinta describiendo hambruna en estos tiempos en que estamos acostumbrados a ver en televisión e internet, gracias a la eficaz labor de propaganda de ONGs, a niños famélicos en puros huesos y con el vientre abombado, genera dudas porque la figura y aspecto de esos supuestos niños famélicos hurdanos que describe la tétrica voz del narrador, no se corresponden con las imágenes que conocemos. Eso sí, se puede apreciar que a la mayoría de niños y adultos les han quitado los zapatos pues no tienen los callos en los pies de quienes de verdad andan descalzos, mientras que en Martilandrán, la niña que pasea con su madre portando una muñeca en la mano, ambas descalzas, tiene mofletes rollizos. Tampoco tiene pinta de morirse ni de hambre ni de enfermedad grave la guapa niña, por mucho que se acurruque, o la manden acurrucarse, contra la piedra granítica y el relator diga que gime y que pocos días después se enteraron que había muerto. Y la apariencia no engaña puesto que la niña aparentemente grave fue localizada como abuela de excelente salud en 1996.

Las Hurdes. Tierra sin pan. Niña enferma de gravedad

Las puestas en escena lastimeras del inicio del film son superadas con creces por las atroces posteriores. Y son los estudios rigurosos de estas escenas las que nos informan que la cabra no se despeña sola sino gracias a un tiro de pistola de Buñuel (siendo visible en el lateral derecho de la imagen la humareda del disparo) cansado de los numerosos intentos de atosigamiento infructuoso a la cabra hacia el barranco para filmar su caída «accidental». Por otro lado, creer que los hurdanos solo comían carne de cabra cuando una se despeñaba, es jugar con la ignorancia o la credulidad de los urbanos y los creyentes en la causa justa. La muerte del pobre burro que acarrea panales de abejas (nunca se hacía de día) y, tras caerse uno, fue atacado por enjambres de enfurecidas abejas que lo mataron a aguijonazos, es una cruel puesta en escena que se preparó embadurnando previamente la cabeza del asno con miel, bien atado y, como realmente no murió por las picaduras, en un estudio realizado sobre una copia digital que dura 20 frames se aprecia el instante en el que una bala perfora el vientre del pobre borrico, para poder rodar debidamente como era devorado por perros y buitres.
El culmen melodramático del cortometraje es el entierro del niño muerto con fondo musical de Brahms, filmado con uno vivo que se hizo adulto y vivió muchos años más. El semblante apacible del niño muerto y el rostro bello de la madre seria que no llorosa, inicia la secuencia del transporte del difunto al lejanísimo cementerio que, increíblemente, no puede llegarse por camino alguno, por lo que el supuesto cadáver insepulto, es depositado en una artesa que nos asegura recorre kilómetros rio abajo. La escena de depositar la artesa con el niño muerto rio abajo es un tanto bucólica y parece inspirada en la bíblica historia de Moisés salvado de las aguas del Nilo, aunque por la anchura, caudal y vegetación, es en el Alagón de meandros ya entonces repleto de veredas en sus orillas, donde colocan la artesa con el muertito vivo navegando tranquilamente y según sea el plano del film, unas veces amortajado con paño blanco y otras con paño floreado. Fallos de vestuario.

La parte dedicada a “Enfermedades y muerte” se inicia con una panorámica del cauce seco de un riachuelo en verano, cuna de la larva del mosquito anopheles que extendía el paludismo por aquellos valles: «Todos los hurdanos son palúdicos», asegura el narrador. Es cierto que Marañón y los médicos que formaron la comisión sanitaria para Las Hurdes en abril de 1922, registraron la existencia del paludismo en la región, pero afirmar que todos los hurdanos la sufrían es una exagerada lectura del informe firmado once años antes. Por otro lado, hay que señalar que a principios del siglo XX, el bocio era endémico en España con núcleos importantes en Galicia, Asturias, regiones pirenaicas, la Alpujarra y Las Hurdes, pero también en comarcas montañosas de los Alpes, Macizo Central francés y prácticamente todo los Balcanes por solo hablar de Europa. No por casualidad, la primera comisión sanitaria oficial que viajó a las Hurdes en abril de 1922 fue encabezada por los médicos; José Goyanes Capdevila y Gregorio Marañón y Posadillo cuyas tesis doctorales se centraban en el estudio de la glándula tiroides. Dicha comisión, solo detectó un anormal número de enanos y algún cretino en las recónditas alquerías donde filmó la mayoría de las escenas Buñuel. En su libro de apuntes de 1922 Marañón escribe sobre lo que ve en las alquerías más pobres de las Hurdes Altas: «El problema es muy grave, comparable con el descrito en los Alpes suizos, bocio endémico, cretinismo, enanismo de origen hipotiroideo». Los estudios científicos de campo inmediatamente posteriores hechos por Marañón en Las Hurdes, fueron fundamentales para su celebrado libro “El bocio y el cretinismo; estudio sobre la epidemiología española y la patogenia de esta enfermedad” (1927). Ya entonces se sabía que la deficiencia de yodo era el principal causante de la enfermedad, sin embargo, Marañón prefirió enfocar la labor en la mejorara de la alimentación, seguramente por las dificultades que entonces tendría organizar una campaña de suministro de sal yodada, a toda la población. Respecto al comentario del narrador sobre que por comer cerezas aún verdes los hurdanos sufrían de disentería, solo muestra cierto desparpajo o ignorancia del guionista de que la fuente de transmisión de esta enfermedad es fecal-oral por alimentos y agua.

En fin, los enanos y cretinos que ocupan el final del corto, «Un espécimen de cretino… otro cretino… un cretino casi salvaje» no se producen esencialmente, como dice el narrador, por causa de la mala higiene, el hambre y el incesto, sino por el bocio y solo en parte por la endogamia social propia de las comarcas aisladas, endogamia que no tiene por qué ser incestuosa.

Es peripatética la forma en que Buñuel describe la formidable tenacidad de los hurdanos quienes, con gran esfuerzo y laboriosidad crearon terrazas de labrantía en las laderas de las montañas trasladando la tierra y sujetándola con muros de piedra para sembrar minúsculos huertos en predios, mientras que el cineasta silencia el formidable esfuerzo de los abuelos de aquellos hombres que aunaron todos sus dineros para comprar los terrenos de aprovechamiento común que venían explotando entre todos desde tiempo inmemorial, en las subastas de la desamortización de Madoz. La titánica tarea colectiva de hacer de piedras pan de los hurdanos fue elogiada por Miguel de Unamuno en un artículo publicado en El Liberal refiriéndose a su viaje a las Hurdes en 1913: «Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en las Hurdes la tierra es hija de los hombres».

El historiador Luciano Fernández Gómez y el documentalista y oriundo de la alquería hurdana de El Cabezo José Pedro Domínguez, a la sazón director e impulsor del Centro de Documentación de Las Hurdes inaugurado en 1996, han realizado un meritorio trabajo de recopilación histórica que aclara muchos entuertos sobre esta región. Así, nos enseñan que «Los inicios del siglo XX están marcados por la acción paternalista y los discursos moralistas de las denominadas “élites culturales, sociales y políticas” que intentan imponer su doctrina desde el exterior en una zona que según ellos carecían de los recursos “morales y materiales” necesarios para el desarrollo del pueblo». Entonces, describen el nacimiento en 1903 de la “Sociedad Esperanza de Las Hurdes”, con el apoyo de los eclesiásticos y significados representantes de la élite provincial desde postulados que reflejan la mentalidad regeneracionista moral burguesa propia de los comienzos de este siglo. Los objetivos de la Sociedad comprendían tanto la mejora material como espiritual de la región y utilizó los medios de comunicación de masas para difundir las carencias económicas y morales de la región. En 1908 se celebra un Primer Congreso de Hurdanófilos. La difusión de estas noticias animó al Rector de la Universidad de Salamanca Miguel de Unamuno, como delegado del gobierno en educación de las provincias de Salamanca, Cáceres, Ávila y Zamora, a visitar Las Hurdes en 1911 y 1914, acompañado por los franceses Jacques Chevalier y el geógrafo también galo Maurice Legendre guiados por “tío Ignacio” (Ignacio Pérez) natural de La Alberca quien fue acompañante de Legendre en sus doce viajes por la comarca. Sus dos viajes a Las Hurdes Unamuno los glosó en varios artículos en El Imparcial y El Liberal y posteriormente los resumió en: “Andanzas y visiones españolas” publicado en 1922. Por otro lado, el hispanista Legendre había comenzado a visitar las Hurdes en el verano de 1909 y, desde entonces, la visitó cada verano hasta abril de 1922 que acompañó a la Comisión Sanitaria sobre Las Hurdes presidida por el doctor Gregorio Marañón, preparatoria de la visita de Alfonso XIII en junio del mismo año. La publicación del libro de Legendre: “Las Jurdes: étude de géographie humaine” en 1927 por L’Ecole des Hautes Etudes Hispaniques en Francia como tesis para doctorado en la facultad de letras de Burdeos, tuvo poca repercusión en Francia y algo más en España. Sin minusvalorar algunas notables observaciones y fotos, el empeño rescatador del ultracatólico Legendre, su celo por salvar almas y cuerpos de hurdanos, le llevó a la exageración y la caricatura romántica. Pocos leyeron el libro de Legendre pero de los pocos, uno fue Luis Buñuel quien, prendado por la imágenes que contenía, procuró hacer una secuencia fílmica de las fotos del libro de Legendre en su cortometraje. Sin pretenderlo, Legendre fue promotor de la leyenda negra sobre Las Hurdes.

El diputado monárquico por el distrito de Hoyos-Hervás; Juan Alcalá-Galiano y Osma Romilla, en 1922 protestó enérgicamente en el Congreso y envió cartas al gobierno y al Rey denunciando el abandono sanitario y de todo tipo en que se encontraba su distrito. Estas protestas determinaron que el ministro de Gracia y Justicia y Gobernación Vicente de Piniés Bayona, encargase la formación de una comisión médica para estudiar y diagnosticar los problemas denunciados por el diputado Alcalá-Galiano. La comisión estaba formada por los médicos más respetados de la época; Ángel Pulido Fernández, Gregorio Marañón y Posadillo, Enrique Bardají López, José Goyanes Capdevila y Ricardo Varela y Varela. La comisión sintetizó su dictamen con la frase: «El problema de Las Hurdes es puramente sanitario» estableciendo su origen en la pobreza generalizada.

Tras el dictamen, en junio de 1922 el Rey Alfonso XIII recorrió a caballo las Hurdes durante cuatro días, habló con sus gentes y visitó muchos hogares. Como resultado de la visita se fundó bajo su patrocinio el Real Patronato de las Hurdes (1922-1931), una institución de Beneficencia destinada a remediar la situación material, social y moral en que se encontraba la región. Entre otras funciones, el Patronato inició obras de infraestructura, construcción de escuelas, caminos, puentes y carreteras, casas para médicos y maestros, estafetas de correos, cuarteles para la Guardia Civil, servicio de agua potable, repoblación forestal y planes de actuación contra las enfermedades endémicas.

Alfonso XIII volvió a las Hurdes el 30 marzo del año 1930 para comprobar el resultado de las medidas llevadas a cabo por el Real Patronato de Las Hurdes. Esta vez llegó en su auto Hispano-Suiza pues se había construido el puente sobre sobre el río Ladrillar (ahora reliquia conocida como Puente Viejo) que permitía un viaje sinuoso por carretera asfaltada entre Bejar y la alquería hurdana de Riomalo de Abajo. Aunque recortada la visita por la noticia de la repentina muerte de Miguel Primo de Rivera, el Rey pudo verificar la construcción de escuelas; instauración de un servicio sanitario completo con la incorporación de médicos; carreteras y caminos; puentes; etcétera.

Como referido, Buñuel se inspiró en el mencionado libro de Maurice Legendre sin tener en cuenta, pues estropeaba su proyecto denunciador, lo escrito por Miguel de Unamuno en su vivificante libro “Andanzas y visiones españolas” (1922) donde, con el rigor acostumbrado del bilbaíno, bebe agua fresca de la sierra; «del cántaro de una buena samaritana» en El Casar de Palomero en donde hay dos generadores de luz eléctrica y viven dos médicos. Luego describe la llegada a Pinofranqueado; «Un buen pueblo, sin nada de la ridícula leyenda del salvajismo hurdano». Pronto nos cuenta Unamuno el titánico esfuerzo de los hurdanos para mantener el raquítico huerto de patatas del que subsisten, del amor a su tierra madrastra, de la riqueza que supone la posesión de un asno. Para luego aclarar: «Mas yo las cuatro noches que dormí en las Hurdes dormí en cuatro diferentes camas y buenas, mullidas y limpias. En limpia y buena cama dormí en Las Erias, en casa del maestro de la alquería, de uno de esos maestros habilitados que la Diputación de Cáceres ha puesto por las Hurdes, de uno de esos heroicos ciudadanos que por un pobre estipendio van a luchar en una lucha no menos trágica y menos recia que la de los pobres hurdanos con su madrastra tierra». Las cabras que ve Unamuno veinte años antes que Buñuel y sus amigos, no se despeñan sino que regresan de triscar por el monte por la tarde para dormir en la cuadra situada en el bajo de la casucha de piedra. Cuando remontan a una de las miserables alquerías altas, Unamuno relata: «colgada en las abruptas cuestas de un sombrío repliegue de la montaña, allí apenas si hay sol. Sus misérrimos moradores son, en su mayoría, enanos, cretinos y con bocio. Nuestros informantes atribuíanlo a la falta de luz del sol. Otros lo han atribuido, al buen tuntún, a lo corrompido de las aguas. Y parece ser que es todo lo contrario: que ello se debe a la pureza casi pluscuamperfecta de las aguas, a que las beben purísimas, casi destiladas, sin sales, sin iodo sobre todo, que es el elemento que, por el tiroides, regula el crecimiento del cuerpo y la depuración del cerebro… ¡Pobres hurdános! Pero… ¿salvajes? Todo menos salvajes. No, no, no es una paradoja lo de mi amigo Legendre, el inteligente amador de España; son, sí, uno de los honores de nuestra patria».

Y es notorio que, tras verificar con ojo crítico Las Hurdes. Tierra sin pan, el dictamen de Unamuno sobre los niños hurdanos de 1913 me parezcan mucho más creíbles que el del cortometraje: «Una de las cosas que más han llamado mi atención en las Hurdes es la gran cantidad de niños preciosos, sonrosados, de ojillos vivarachos, que he visto. Luego se estropean en aquella terrible lucha por el miserable sustento». ¿Niños vivarachos y sonrosados hambrientos? «Y siempre las quejas. “Por aquí debía venir el rey a comer lo que comemos”—decía una mujer que, si no era vieja, lo parecía. Y decíalo en muy claro y muy neto castellano. Porque eso de que ladren o poco menos, es otra patraña. Hablan castellano, y lo hablan muy bien. Y no huyen de los visitantes. Al contrario, acércanse a ellos a pedirles cigarrillos y por si cae alguna perrilla que les remedie». También Unamuno narra su sorprendente encuentro de restos de periódicos, libros en las casas y niños bastante normales y bien escolarizados, es decir, describe una sociedad pastoril pobre, quizá algo más pobre que otras de la España montañosa casi incomunicada de la época.
Mientras tantos prefirieron y prefieren la brocha gorda demagógica, Unamuno que despreciaba la sociología y a los sociólogos, descubre la verdad de los motivos de los hurdanos apegados a su pobre tierra: «Y prefieren mal vivir, penar, arrastrar una miserable existencia en lo que es suyo, antes que bandearse más a sus anchas teniendo que depender de un amo y pagar una renta. Y luego es suya la tierra porque la han hecho ellos, es su tierra hija, una tierra de cultivo que han arrancado, entre sudores heroicos, a las garras de la madrastra naturaleza, Ellos la han hecho, cada uno la suya, apoyando un olivo, construyendo un bancal para una cepa, rehaciendo la cerca que destrozó la avenida de aguas o el jabalí». Esta observación se acerca mucho a la cosmovisión cercana al paradigma constado por el mencionado antropólogo George Foster titulado: “La imagen del bien limitado”, en que el campesino pobre interioriza la escasez de recursos y oportunidades. Todo se percibe como finito: riqueza, honor, status, poder, influencia, seguridad, etcétera.

Si en la Hurdes de 1933 no había caciques, ni terratenientes, ni explotación del hombre por el hombre. Si la tierra, la pobre y escasa tierra, era propiedad de quienes la trabajaban, si no existían estructuras ni mecanismos de apropiación del producto del trabajo por aristócratas, curas o capitalistas ¿Hacia quien o quienes lanzaron sus envenenadas flechas Buñuel y sus recientes camaradas del PCE: Rafael Alberti, María Teresa León, Rafael Sánchez Ventura, Gustavo Durán, Miguel González, César Falcón, los franceses miembros del PCF Pierre Unik y Eli Lotar, todos apoyándose en la flamante prosoviética Unión de Escritores y Artistas Proletarios Revolucionarios dirigida por Rafael Alberti? Obviamente, trataron de buscar una respuesta emocional en las masas indignadas que derivara a la conclusión de que un Estado que permite semejante situación no merece respeto ni fidelidad. Se trataba de producir una obra de agitación y propaganda incentivadora de la revolución social, siguiendo la senda de Serguéi Eisenstein y Grigori Aleksándrov, entonces perfeccionadas por Willi Münzenberg, el genio de la propaganda de la Comintern y amigo berlinés de Julio Álvarez del Vayo desde 1918 hasta que Stalin lo señaló como traidor en 1937 y, a pesar de intentar escapar, en 1940 sicarios del dictador soviético lo ahorcaron de un árbol en Francia. Contra el Estado sí, pero no contra cualquier forma de Estado como pretendía con su cándido mecenazgo el anarquista escultor, humorista gráfico, Ramón Arsenio Acín Aquilué que financió el cortometraje de Buñuel con 20.000 pesetas que logró de un premio de lotería, los dardos eran contra el Estado burgués que aunque republicano, no era el de la soñada dictadura del proletariado que en aquel tiempo dirigía con puño de hierro Iósif Stalin.

La primera proyección pública de Las Hurdes (tierra sin pan fue añadido posteriormente) se produjo en diciembre de 1933 en el madrileño Palacio de la Prensa. Al ser una película muda, fue glosada por el mismo Buñuel sobre el fondo musical de la cuarta sinfonía de Brahms. Asistieron a la proyección los mencionados amigos y camaradas del director, junto con personalidades y escritores reconocidos, es decir, la flor y la nata del Madrid de la época. Las escasas crónicas de aquel evento se contradicen pues algunas aseguran que estuvieron Marañón y Unamuno y otras lo desmienten. El caso es que acababan de ganar las elecciones generales la derecha y en octubre se había formado un gobierno de coalición Radical-Cedista poco propenso a las exaltaciones propagandistas de izquierdas, mientras que la censura previa se ejercía a través de la Ley de Defensa de la República de 1931, por lo que la comercialización del cortometraje requería el visto bueno del gobierno. El indudable prestigio de Marañón inclinaba a pensar que su visto bueno sería esencial para la proyección del corto en las salas comerciales, pero al médico no solo no le gustó sino que le malhumoró mucho. En su autobiografía titulada: “Mi último suspiro” publicada en 1982, Buñuel da una versión un poco diferente sobre el asunto insinuando que se entrevistó con Marañón poco después de la presentación y pone en su boca el siguiente reproche: «¿Por qué enseñar siempre el lado feo y desagradable? Yo he visto en Las Hurdes carros cargados de trigo. ¿Por qué no mostrar las danzas folklóricas de La Alberca, que son las más bonitas del mundo?». Lo indiscutible es que Marañón, como científico riguroso que estudió sobre el terreno los problemas sanitarios y sociales de la región y luego, como miembro de la Junta de Consiliarios Real Patronato de Las Hurdes desde 1922, impulsor de las Factorías, instituciones benéficas en cuyos edificios se albergaban a médicos, maestros, estafetas de correos y Guardia Civil en todos los municipios antes de 1932, no estaba dispuesto a permitir embauques promovidos por intereses políticos. Desde el principio lo dejó claro en su informe redactado tras la inspección de la comisión médica de las Hurdes en 1922 donde subrayó: «Nosotros por el contrario hemos confesado que no hallamos en Las Hurdes ninguno de los elementos legendarios que sirvieron de tema a los cronistas, ni razas distintas, ni seres salvajes y de costumbres extrañas, ni pueblos de liliputienses, sino solo alquerías habitadas por pobres gentes, inteligentes y dulces pero asoladas, ignorantes y, sobre todo, temiblemente hambrientas y enfermas de gravedad».

El gobierno del Frente Popular en 1936 subvenciono un nuevo montaje de Las Hurdes. Tierra sin pan y promovió su proyección pública. La Junta de Extremadura ha logrado suavizar el enfado de los hurdanos y otros extremeños mediante grandes dosis de contextualización. Desde la guerra civil hasta los inicios de la década de los 70, es decir, durante la dictadura franquista, se escriben diversos libros de viaje que alimentan esta leyenda negra, entre otros: “Caminando por Las Hurdes” de Antonio Ferres y Armando López Salinas en 1960; “Las Hurdes. Tierra sin tierra” de Victor Chamorro en 1968; “Las Hurdes Clamor de Piedras” de Juan Antonio Pérez Mateos en 1972.

Con la película de animación titulada: “Buñuel en el laberinto de las tortugas” dirigida por Salvador Simó Busson, basada en la novela gráfica del mismo título escrita por Fermín Solís en 2009, al conseguir el Premio Feroz Puerta Oscura al mejor largometraje de la sección oficial en el vigésimo segundo Festival de Cine en Español de Málaga (2019) el mito se prolonga pues lejos de aclarar algo, el cúmulo de anécdotas enredan y ocultan los cómos y porqués del guión y producción del film mímico melodramático divulgado como documental antropológico. Pero contextualizando personajes y épocas, para comprender mejor este asunto quizá solo sea necesario recordar que Buñuel expresó en varias ocasiones que priorizaba la justicia a la verdad, refiriéndose a lo que él entendía por justicia claro.

En mayo de 1931 el gobierno provisional de la República retiró el término Real dejando el nombre de la institución como “Patronato Nacional de Las Hurdes” al tiempo que cambiaba su dirección y estructuras de financiación. Poco se sabe sobre su labor durante la II República. Sí que priorizó la Misión Pedagógica que dirigió Fausto Maldonado Otero y, al parecer, llegaron unos cuantos maestros seguidores de la Pedagogía Freinet (metodología basada en los principios: activa, popular, natural, abierta, paidológica, cooperativista, metodológica y anticapitalista) cuyos informes son tajantes respecto a la necesidad de mejorar las cantinas escolares, ampliar la clases escolares para adultos, mejorar la calefacción que era mayoritariamente con braseros, fundar bibliotecas escolares, petición de Misiones Pedagógicas, necesidad de aparatos de radio, de proyecciones y cinematógrafos en las escuelas. Los pocos informes conservados de la época constatan la alta asistencia de los niños, la obligación de ir bien aseados y la repetición de los castellanísimos apellidos: Gómez Martín, Iglesias, Sánchez y Pérez.

En 1941 se inauguró en Las Hurdes el Hogar Escolar “Francisco Franco”. En 1952 se fundó la institución humanitaria: Cottolengo del Padre Alegre, como ente privado de caridad, acogiendo y asistiendo solamente a personas desamparadas. Durante muchos años, esta institución se convirtió en centro de maternidad. Imitando a Alfonso XIII, Francisco Franco visitó Las Hurdes el 10 de mayo de 1954 y declaró a los hurdanos como ahijados suyos prometiéndoles “preocuparse” por los desvalidos y desprotegidos. En 1955 el gobierno aprobó un plan de desarrollo para mejorar las condiciones de vida de Las Hurdes, a través de medidas incentivadoras de desarrollo rural, fomento de la artesanía, las cooperativas y mejora de la sanidad y radicalización del analfabetismo.

Pero la labor de planificación más transcendente del franquismo en las Hurdes fue la repoblación forestal iniciada en 1940 como parte del Plan Nacional de Repoblación Forestal (PNRF) aprobado en 1939. El organismo que lo planificó y puso en marcha fue el Patrimonio Forestal del Estado (PFE) en colaboración con la diputación provincial y los respectivos ayuntamientos de la región. Esta forestación se planteó como aprovechamiento racional del territorio, ya que la orografía y escasez de suelo fértil de la comarca determinaba que su utilización más lógica fuera la forestal. También, como en otras regiones montañosas, la reforestación conllevaba paliar el alto paro rural. Como he señalado, los hurdanos tenían la tradición del uso del monte vecinal en mano común que la desamortización de Madoz anuló y que ellos lograron sobreponer con la adquisición de los lotes desamortizados. Para conseguir el interés de los propietarios privados de colaborar en la consecución de los objetivos de la repoblación, se utilizaron los consorcios entre el propietario y el Patrimonio Forestal del Estado. El propietario cedía el uso del monte al PFE a cambio de pasado el tiempo en que el bosque repoblado comenzara a ser aprovechado el propietario pudiera resarcirse con la mitad de los beneficios de la explotación. En 1971 el PFE fue suprimido y sustituido por el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA). Sin embargo, estas instituciones en buena lógica fueron dirigidas por ingenieros de montes con criterios e intereses diferentes al de los campesinos y sobre todo los ganaderos. En concreto, para Las Hurdes con el doble objetivo de evitar la progresiva degradación del suelo y generar un bosque rápidamente, se determinó repoblar con pinos autóctonos en las zonas donde reinaban los jarales pringosos que: «eran hijos del incendio, debiéndose atribuir la extensión actual de sus dominios a las rozas abusivas con el fin de ganar terrenos de pastos». Esta imposición redujo la apicultura y, como impedía el pastoreo en los terrenos recién repoblados, generó el rechazo de los vecinos que explotaban en régimen extensivo ganado caprino.

Sin embargo, poco a poco Las Hurdes se fueron integrando al tiempo de la nación. Con la democracia se aprobó el Plan Especial de las Hurdes 1976-1983 de Desarrollo Integrado al que sucedieron otros menos generales. En 2019 las cifras de paro en los municipios de la comarca era inferior a la media de la provincia de Cáceres.