LA PANDEMIA HISTORICISTA

Al ser utilizado a diario consciente o inconscientemente por la inmensa mayoría de periodistas e eruditos que publican en los medios, nos hemos habituado a leer y escuchar ensayos, artículos y noticieros basados en el historicismo, una teoría que sostiene que la naturaleza de los seres humanos y de sus actos, solo se puede entender considerándolos como parte integrante del devenir de la historia, un proceso histórico continuo debido a que la historia tiene sus propias leyes. Uno de los pensadores que ha refutado esta tesis con determinación fue Karl Popper en: “La miseria del Historicismo” indicando que el historicista cree en una «ley del desarrollo histórico» y en la existencia de un patrón en la historia, e incluso de un fin, y en que su descubrimiento es la tarea central de la ciencia social. Desde esa presunción, el historicismo establece que esas leyes deben determinar la dirección de la acción política y social.

Los padres del historicismo tienen gran reputación en diferentes corrientes de pensamiento, desde Gottfried von Herder hasta Benedetto Croce, pasando por Friedrich Hegel, Karl Marx, Wilhelm Dilthey, etc. Quizá la frase más rotunda y que mejor sintetiza el historicismo sea la firmada por Wilhelm Dilthey: “Lo que el hombre es lo experimenta solo a través de su historia”. Por supuesto los principios del materialismo dialéctico en que se basa el materialismo histórico marxista, contienen los rasgos historicistas de predeterminación del destino del hombre ordenado por un proceso histórico. Y aunque los padres del historicismo y sus seguidores suelen alinearse en ideologías redentoristas, otras corrientes antitéticas como el positivismo con su búsqueda de leyes generales reguladoras del devenir social y varias ramas del liberalismo como el neoliberalismo (consenso de Washington) siguen pautas historicistas. Es el caso de Francis Fukuyama con su afamada teoría del Fin de Historia cuando establece: “la Historia entendida como un único y coherente proceso evolutivo”.

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Las tópicas frases hechas que oímos o leemos a menudo como: «los mercados libres conducen al desarrollo democrático«, o «el socialismo es inevitable debido a la ineludible crisis final del capitalismo«, contienen un determinismo historicista claro. Al profundizar en estos rasgos historicistas, el historiador Timothy Snyder los ha sintetizado con dos conceptos interpuestos: política de la eternidad y política de la inevitabilidad. Así, el relato de la eternidad es, además, identitario y maniqueo. Trata de nosotros/los puros contra ellos/los malos, y el éxito de los primeros pasa por la eliminación física o política de los segundos. Lo importante son los roles inmutables atribuidos por el autor del relato, y a partir de ahí lo relevante no es lo que uno hace, sino lo que uno es según el papel asignado. En consecuencia, desaparece la objetividad. Los hechos ya no son valorados por lo que son, sino en función de sus autores: un mismo hecho es bueno si lo hacemos “nosotros”, y malo si lo hacen “ellos”.

Con la inevitabilidad, las ideologías apoyadas en el historicismo presentan el triunfo de sus ideas como predestinado y fin y final de la historia. A menudo, los políticos de la inevitabilidad retratan la historia como un viaje del salvajismo a la civilización y asumen que esta tendencia continuará hasta el resultado deseado. Así, Marx entendía que la sociedad había cambiado entre varios modos de producción, desde los cazadores-recolectores neolíticos, la esclavitud antigua, la servidumbre feudal y luego el capitalismo, y que estos modos de producción dictaban cómo operaban las sociedades y, en última instancia, sus contradicciones (dialéctica) conducían al siguiente modo. Marx argumentó que la historia era, en esencia, una lucha de clases y que esta lucha definía su recorrido. Por lo tanto, la victoria del proletariado sobre la burguesía era ineludible como consecución de la dialéctica histórica. En el período moderno, postuló Marx, la lucha entre la burguesía y el proletariado conduciría al colapso del capitalismo y al triunfo del socialismo. Como indica el Manifiesto Comunista: «Hasta ahora, toda forma de sociedad se ha basado, como ya hemos visto, en el antagonismo de las clases opresoras y oprimidas… El desarrollo de la Industria Moderna, por lo tanto, corta bajo sus pies la base misma sobre la cual la burguesía produce y se apropia de los productos. Lo que produce, pues, la burguesía, sobre todo, son sus propios sepultureros. Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables». Este determinismo historicista ha impulsado e impulsa tácticas, estrategias y acciones despiadadas por parte de sus creyentes. Así, durante los procesos revolucionarios y sus consolidaciones como regímenes en Rusia, China y otros países, los dirigentes marxistas-leninistas-populistas cometieron y cometen atrocidades con impunidad, ya que todo lo que hicieron y hacen, es al servicio de la justa e inevitable revolución mundial, tal y como dicta el dogma.

LA INEVITABILIDAD DE LOS HISTORICISTAS “LIBERALES”

Según el canon histórico liberal, gracias a los grandes pensadores que desarrollaron los conceptos de libertades universales y derechos de propiedad, se desarrollaron las instituciones de los Países Bajos, Inglaterra y Estados Unidos logrando con ello adoptar las formas de gobierno más óptimas y democráticas. Con esta tesitura, el relato de los Fukuyama aseguraron que el comunismo y el fascismo fracasaron porque no tomaron en cuenta el anhelo innato de libertad dentro de todas las personas. Además, muchos liberales del siglo XX creían que el capitalismo combinado con la democracia proporcionaría el equilibrio perfecto para la gobernabilidad y, en consecuencia, se arraigaría en todos los países en donde se estableciera la propiedad privada y el mercado libre. Sobre esta inevitabilidad, cuando se derrumbó la Unión Soviética los liberales historicistas concluyeron que el liberalismo ya era dominante y que había llegado el «fin de la historia«. Los últimos vestigios del comunismo, en China, caerían con el desarrollo de mercados abiertos, puesto que la emergente clase media china exigiría reformas políticas liberadoras y democráticas, por lo que la democracia capitalista liberal reinaría en el mundo per in sæcula sæculorum amen.

Ante estas derivas historicistas neoliberales Snyder es categórico: «Los traumas aparentemente lejanos del fascismo, el nazismo y el comunismo parecían estar retrocediendo hasta volverse insignificantes. Nos permitimos el lujo de aceptar la política de la inevitabilidad, la sensación de que la historia solo podía avanzar en una dirección: hacia la democracia liberal. Entre 1989 y 1991, cuando tocó a su fin el comunismo en Europa oriental, nos tragamos el mito de un «final de la historia». Al hacerlo, bajamos las defensas, limitamos nuestra imaginación, y dejamos la puerta abierta justamente al tipo de regímenes que nos decíamos que no podrían volver jamás».

Trascurridos más de tres decenios de los augurios del fin de la historia y el “inevitable” reinado del liberalismo en todo el orbe, somos testigos que en vez de avanzar hacia esa meta estamos retrocediendo. La degradación de las libertades al socaire de las doctrinas woke en occidente, el fracaso de la llamada primavera árabe, la propagación del terrorismo islamista, la radicalización de la dictadura del Partido Comunista en China y el ascenso del populismo en general, a veces revestido de redentorista y otras de nacionalista, son hechos peliagudos. Por si faltaba poco para nublar el presente y el futuro de la humanidad, los principios liberales del capitalismo están siendo arrasados por el capitalismo woke que no es otra cosa que en un juego de monopolio. Juego que conduce a un corporativismo apoyado por la mayoría de los estados occidentales y otros organismos internacionales como Naciones Unidas, con el fin de lograr la cancelación de los insumisos e imponer un orden corporativo mundial. No hace falta ser muy perspicaz para no ver esta estrategia global, basta leer las agendas de desarrollo sostenible o el ODS 13 Acción por el clima o, mejor aún, al imperioso el fundador y presidente del Foro Económico Mundial (FEM), Klaus Schwab en junio de 2020: «Todos los países, desde Estados Unidos hasta China, deben participar, y todas las industrias, desde el petróleo y el gas hasta la tecnología, deben transformarse. En resumen, necesitamos un «Gran Reset» del capitalismo».

ETERNIDAD Y VICTIMISMO

Establecidos en la incertidumbre hacia el futuro, triunfa la política de la eternidad donde un grupo o nación se coloca en el centro del victimismo histórico colectivo y perpetuo. Para los predicadores nacionalistas y xenófobos que han optado por la política de la eternidad, su eterna nación está bajo el constante ataque de los forasteros, por lo que no hay otra alternativa que expulsar o eliminar a los extranjeros o traidores y establecer un férreo Estado nacional.

Donde la política de la eternidad victimista se exhibe ahora, con la contundencia sofista de la engrasada por años de experiencia soviética de la agitprop, el relato del gobierno ruso sobre su invasión a Ucrania. Es Vladimir Putin quien afirma que Occidente ha intentado durante milenios penetrar en Rusia: imponer la cultura occidental, las instituciones occidentales y la moral occidental en el estado ruso. Rusia, como un «Estado inocente«, simplemente ha buscado protegerse a sí mismo y a sus «estados hermanos pequeños» como Ucrania, de la dominación occidental. Así, Rusia se defiende del decadente liberalismo occidental, de su ateísmo y de la degradación de la familia. En 2014, Putin justificó la ocupación del Donbás y la anexión de Crimea manu militari con el argumento, también usado por los nazis para anexionarse los Sudetes y Austria, de proteger a los rusoparlantes, cuyos derechos estaban siendo atacados. La invasión de Ucrania en 2022 actualizó ese relato: se estaba produciendo un genocidio contra la población rusa en Ucrania y había que acudir a su rescate y derrocar al Gobierno neonazi de Zelenski. Ese supuesto genocidio, por supuesto, no iba a limitarse a Ucrania: era el pueblo ruso, el russkiy mir, el que estaba en peligro. El ataque a Ucrania era preventivo. «Lo que está ocurriendo en Ucrania es una tragedia, de eso no hay duda. Pero no teníamos elección. Era cuestión de tiempo que se produjera un ataque contra Rusia», dijo Putin en abril de 2022. Este discurso victimista oculta la ambición derivada del decimonónico paneslavismo, donde la «gran nación rusa» compuesta exclusivamente por los eslavos, tiene el deber y el derecho de unificarlos y establecer el Russkiy mir en Europa y Asia bajo las égidas de autocracia y ortodoxia.

 

La tesis de la agresión occidental es asumida por muchos ciudadanos occidentales. Y lo hacen desdeñando muchos datos históricos relevantes, por ejemplo: el Pacto Mólotov-Ribbentrop y la consiguiente invasión del este de Polonia por la URSS en septiembre de 1939 mientras los nazis tomaban el oeste. Tampoco dan importancia a la ocupación soviética de los países bálticos a mediados de junio de 1940, el frustrado intento de quedarse con Finlandia invadiéndola a sangre y fuego en diciembre de 1939, invasión que recuerda la actual en Ucrania. Olvidan también el dato de la enorme ayuda norteamericana a la URSS de Stalin sin la que los habitantes de la URSS habrían sufrido aún más el zarpazo nazi, mientras pasan por alto como la URSS se apropió de la Europa oriental incumpliendo los compromisos de la Conferencia de Yalta. Pero menos justificable si cabe es esquivar la dominación colonialista y con bota militar encima de las naciones de Europa oriental demostrada por la invasión sangrienta que aplasto la insurrección de los húngaros en 1956, junto con la invasión bestial de Checoslovaquia con 2.000 tanques soviéticos y cientos de miles de soldados que acabaron con la heroica Primavera de Praga en agosto de 1968.

Si estos datos no ponen en duda la eternidad victimista del relato putinesco, al menos deberían templar las acusaciones de quienes en occidente culpan a Estados Unidos de la Guerra Fría, acusan a las administraciones de Reagan y H. W. Bush de dividir el Pacto de Varsovia y de traición a lo pactado con Rusia, tras el hundimiento de la URSS, por parte de los sucesivos presidentes estadounidenses y dirigentes de la Unión Europea ampliando la OTAN y la UE y enganchando a los países del este de Europa fronterizos con Rusia. Además, alineándose con el relato de la eternidad rusa, los rusófilos occidentales consideran que Occidente simplemente está repitiendo su táctica centenaria para atacar los valores rusos y la grandeza de Rusia, aludiendo a la Guerra de Crimea y la I Guerra Mundial. De este modo compran acríticamente el relato victimista de Putin expresado claramente en su discurso de año nuevo de 2023: «El futuro de Rusia es lo que más importa. Defender nuestra Patria es el deber sagrado que tenemos con nuestros antepasados y descendientes. La verdad moral e histórica está de nuestro lado. Occidente nos mintió sobre la paz mientras se preparaba para la agresión, y hoy ya no dudan en admitirlo abiertamente y utilizar cínicamente a Ucrania y su pueblo como un medio para debilitar y dividir a Rusia. Nunca hemos permitido que nadie haga esto y no lo permitiremos ahora».

Menos mal que la política de la eternidad comete el mismo error que la política de la inevitabilidad, al eliminar la dinámica iniciativa de individuos y movimientos con motivaciones y estrategias propias. Si recorriendo los acontecimientos históricos desde inicio del siglo XX, resulta palmario comprender los motivos de los polacos para pedir la entrada en la UE y en la OTAN, tampoco es complicado comprender el sentimiento pro-occidental de los ucranianos expresado en la Revolución de la Dignidad, si recordamos, por ejemplo, el Holodomor.

LIBERTAD Y RACIOCINIO

El determinismo historicista expresado en la inevitabilidad y en la eternidad, cancela cualquier desarrollo de la conciencia política y social de los individuos y las sociedades, cuando es ese desarrollo el que concreta la historia. Predecir las evoluciones de las sociedades es labor de arúspice más que de científicos. Se puede utilizar las ciencias para encauzar políticas y economías, se puede usar, con la debida prudencia y no con métodos Tezanos, encuestas y datos estadísticos para evaluar tendencias. Lo que es falaz y contrario a la experiencia milenaria, además de acientífico, es crear una única narrativa coherente sobre el pasado histórico, el presente político y el futuro prospectivo por el simple hecho de que los seres humanos no tienen omnisciencia. No podemos aislar a los individuos y comunidades que dan forma al desarrollo histórico. No podemos agregar la historia, y no debemos intentarlo.

La faceta más peligrosa de la política de la eternidad y la política de la inevitabilidad no es la simplificación excesiva de la historia que encarnan, sino las implicaciones sociales que imponen. La crisis actual de las democracias capitalistas liberales tiene varias causas, destaca, sin embargo, la alianza entre burócratas y oligarcas para restaurar un corporativismo oligopolista mundial, donde el wokeismo sea el soma narcotizante que entretenga a las masas, lo que supondría la aniquilación de las “eternas” premisas e instituciones liberales. Por el contrario, los epígonos posmodernos marxistas continúan con neologismos rebuscados justificando la cancelación de insumisos, la privación de derechos y la aniquilación del enemigo en nombre de una revolución mundial inevitable que nunca llegará. Para los nacionalistas significa una lucha paranoica constante por el dominio contra sus vecinos y renegados, sin importar el costo.

Finalmente, estas narrativas historicistas debilitan la capacidad del individuo para hacer un cambio junto con su comunidad. Niegan uno de los factores más fundamentales del desarrollo histórico: que los individuos, las instituciones y los grupos de interés pueden y deben impulsar el “progreso”. Las ideas historicistas, como dice Timothy Snyder, nos ponen en un “coma intelectual”. Al negar el historicismo, no debemos negar que el progreso es posible, sino que debemos aceptar que el progreso no está predeterminado y depende de todos nosotros como participantes activos para hacer historia de verdad.

Referencias:

La miseria del Historicismo. Karl Popper

El camino hacia la no libertad. Rusia, Europa America. Timothy Snyder

Manifiesto Comunista. Karl Marx y Friedrich Engels

Vladimir Putin’s politics of eternity. Timothy Snyder en The Guardian

Woke, Inc.: Inside Corporate America’s Social Justice Scam. Vivek Ramaswamy

La pazguata copia del Housing First

El Papanatismo imitador de nuestros políticos suele resultar inútil y despilfarrador.

Comprobar, día tras día, como los políticos españoles, de todas las tendencias y colores, copian medidas foráneas que la experiencia ha demostrado ineficaces o contraproducentes es exasperante y muy costoso para los contribuyentes.

Dejo a su criterio calificar el incumplimiento de la promesa electoral de Martínez-Almeida de abolir el Plan de movilidad Urbana Sostenible de Madrid perpetrado por su antecesora, a pesar del conocido fracaso de las zonas de bajas emisiones en otras ciudades europeas como Londres y Paris. Y lo ha hecho obedeciendo sin rechistar las imposiciones de la religión climática establecidas en las leyes y reglamentos sobre el cambio climático y transición energética. Con estos antecedentes, confieso que no me sorprendió, aunque me enfadara, leer ayer el edulcorado reportaje en El Mundo donde se desvela que el Ayuntamiento de Madrid imita planes foráneos archifracasados y archicostosos. Se trata del plan adoptado por los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid para ayudar a los “sin techo” o contra la lacra ahora designada con el feo neologismo “sinhogarismo”. «Seguimos la metodología de “housing first”. Su planteamiento es que primero se debe facilitar un alojamiento a esas personas para que puedan trabajar y salir adelante». Como es obvio, el anglicismo housing first, es fácilmente traducible por vivienda primero, pero el Ayuntamiento de Madrid ha preferido hacerlo con un remilgado “Programa Construyendo Hogar”.

Alertado por el artículo, entro en la página del Ayuntamiento y compruebo que el “Programa Construyendo Hogar” se basa en un convenio de colaboración entre la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo (EMVS – presidida por el concejal del Grupo Municipal del Partido Popular y Portavoz Adjunto del Grupo, Álvaro González López y que cuenta con 300 trabajadores en nómina) y el Área de Gobierno de Familias, Igualdad y Bienestar Social a cargo del concejal del grupo municipal de Ciudadanos, José Aniorte Rueda. Como podrán comprobar, para este programa la EMVS aporta 98 viviendas que pone a disposición de las Entidades Sociales que lo desarrollan, mientras que el programa cuenta con un total de 175 viviendas municipales. La federación de asociaciones y centros de ayuda a personas sin hogar (FACIAM) estima que en la capital hay al menos 1.600 personas sin hogar, 650 de ellas viviendo en la calle, sin embargo, otros estudios aumentan la cifra a 3000 personas viviendo en las calles de Madrid. En apariencia, parece un programa social compasivo un tanto escaso para las necesidades, pero aunque tuviera más recursos, a estas alturas es inaudito que el Ayuntamiento de la capital de España, copie con indisimulada satisfacción el housing first, uno de los mayores fracasos, si no el mayor, de las políticas sociales de EE.UU.

Por supuesto, las entidades sociales españolas que colaboran en los housing first de Alicante, Avilés, Arona, Barcelona, Córdoba, Coslada, San Sebastian, Granada, Madrid, Móstoles, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla y Zaragoza evalúan muy requetebién estos programas. Asimismo, en la ley de la vivienda que prepara el gobierno de Sánchez y Podemas contiene el housing first.

Fue a principios de la década del 2000 cuando, presionados por ONGs y partidos minoritarios de izquierdas, los demócratas y algunos republicanos asumieron la ingenua propuesta del trabajador social neoyorquino Sam Tsemberis. Sencillo, concluyó Sam, si hay gente sin vivienda es porque faltan viviendas específicas para los sin techo, luego con proporcionar a cada persona crónicamente sin hogar, una «Vivienda de apoyo permanente» (PSH), es decir, gratis total, el problema está resuelto. De esta manera muchas personalidades públicas y privadas anunciaron que estaban dispuestas a apoyar la propuesta de Tsemberis. Así nació hace dos décadas en EE.UU el programa Housing First implantado entre el 2000 y 2004 en la mayoría de las grandes ciudades de EEUU gobernadas por el Partido Demócrata (la inmensa mayoría), destacando por su inversión pública las ciudades con más personas por mil habitantes que vivían en la calle: Washington DC, Boston, San Francisco y Nueva York.

El Housing First fue expandido y aumentado con dinero federal por Obama en 2013. Consiste en dos programas. El primero se conoce como vivienda o alojamiento de apoyo permanente (Permanent supportive housing PSH) y está dirigido a personas y familias con enfermedades crónicas, discapacidades, problemas de salud mental o trastornos por el uso de sustancias psicoactivas que viven en la calle mucho tiempo o permanentemente. El PSH también puede proporcionar a los individuos sintecho un hospedaje llamado single-room occupancy (SRO) habitaciones en una especie de motel o en un bloque de habitáculos que incluye ayuda pecuniaria. El segundo programa es de realojamiento rápido para individuos y familias con urgente necesidad de vivienda, a los que se les proporciona también asistencia y pago del alquiler durante un tiempo.

Oficialmente, en 2022 había 7,754 personas sin hogar “homeless” en San Francisco, ciudad que contaba con 815.201 habitantes. Por supuesto, había muchas más. El presupuesto que dedicó la ciudad el año pasado para atender a los homeless superó los 1.400 millones de dólares, es decir, más de 180.000,00 euros por cada homeless detectado. De esta enorme cifra que pesa como una losa en el importante déficit del ayuntamiento norteamericano, una gran rebanada se gasta en el Housing First. Sin embargo, como viene sucediendo desde que en 2004 se implantó este programa, lejos de disminuir el número de personas sin hogar que viven a salto de mata en esta y otras ciudades norteamericanas, aumenta y con ello aumenta el índice de criminalidad.

Quien afirme que la solución del problema de los sintecho es sencillo es un pánfilo o un demagogo o ambas cosas. Los motivos por los que las personas no tienen donde cobijarse son muchos y de diferente índole. Un estudio reciente de la Universidad de California (UCLA) descubrió que más del 75% de los “homeless” tiene una enfermedad mental grave, otro 75% abusa de sustancias psicoactivas legales e ilegales. Así, estos individuos son reacios a la disciplina y aceptar asistencia con mandatos y requisitos. Por consiguiente, el regalo de una vivienda a quien está preso de la droga o/y tiene una enfermedad mental que le impide vivir con un mínimo de autonomía, implica la necesidad de una custodia hoy imposible de implementar por carecer, en todos los países occidentales, de residencias y hospitales adecuados, además de provocar corrupción. Y es la corrupción, la burocracia y el manejo de estadísticas según el método Tezanos lo que ha producido que el programa Housing First que ha construido millones de viviendas destinadas a los sintecho en las ciudades norteamericanas, sea un fracaso sin paliativos.

Y no por archisabido que el programa Housing First es un fracaso, los demócratas lo cuestionan ¿Por qué será?

En San Francisco hay decenas de estudios que demuestran que tienen que construir 10 alojamientos PSH para sacar de la calle a una sola persona puesto que al final, la gran mayoría de esas viviendas o microviviendas se destinan a personas que no habrían estado permanentemente sin hogar. Incluso la eliminación de las calles de esa única persona sin hogar se desvanece en pocos días por cuanto inmediatamente surgen más homeless procedentes de la emigración ilegal o el consumo desbocado de droga.

Los horrores de las SRO (habitaciones en edificios o moteles) se exhibieron al público en un artículo reciente del San Francisco Chronicle. El reportaje muestra personas que viven en edificios con techos colapsados, moho tóxico, alimañas, olores nocivos, ruido constante, electrodomésticos rotos y violencia descontrolada. También señala que al menos 166 personas sufrieron una sobredosis fatal en estos habitáculos entre 2020 y 2021. Sin embargo, este número oficial es sospechoso por ser tan bajo. Un médico forense de San Francisco informó de, al menos, 1300 muertes por sobredosis de fentanilo ilícito combinado con otras drogas en los últimos dos años. Por si estos problemas no fueran suficientes, la convivencia entre los alojados gratis por el Housing First y los inquilinos que pagan su vivienda con el sudor de su frente suele ser una pesadilla para los segundos.

Que el programa Housing First está basado en una fórmula derivada de ideologías desdeñosas de la experiencia y la razón es evidente. Que además despilfarra y genera burocracia y corrupción es un dato. Las noticias sobre escándalos de corrupción en el manejo de fondos destinados a socorrer a los homeless es una constante. En realidad, quien resume mejor el asunto es la conocida expresión; “San Francisco’s Homeless Industrial Complex”. Efectivamente se trata de una estructura institucional con grandes recursos de la que disfrutan muchos. Algunos, como el director de trabajos públicos, Mohammed Nuru fue sentenciado en agosto de 2022 a 7 años de cárcel por corrupción y manipulación de contratos. En los últimos meses, auditorías internas y del FBI descubren malversaciones de fondos por parte de ONGs. Escandalosa, por los millones sustraídos, es la del Consejo Unido de Servicios Humanos (UCHS).

Entonces Sr. Almeida y demás alcaldes, presidentes y políticos en general ¿pueden explicarnos los motivos por los que sus administraciones copian mansamente el Housing First?

PSOE: EL ESTADO ES MÍO Y ADEMÁS LO QUE SE TERCIE

Aunque sea lógico, por aquello de por si me puede también tocar un día a mí, resulta a todas luces bochornoso que los medios no denuncien la oferta de suscrición de El País que incluye dos billetes GRATIS en AVE, ALVIA, INTERCITY y EUROMED por cada suscripción, cuando apenas han trascurrido dos semanas desde que el Gobierno sanchista nombró director de RENFE al militante del Partido Socialista de Cataluña, Raül Blanco Díaz. No solo porque la empresa pública ferroviaria sea un pozo sin fondo perdiendo dinero, sino porque subvenciona con el dinero de los contribuyentes del erario a un periódico privado que, desde hace años, es el principal medio de agitación y propaganda del PSOE. Así, teniendo en cuenta que el valor medio precio ida/vuelta de RENFE es 120 €, por cada nuevo suscriptor del Pravda de La Moncloa los españoles acoquinaremos al mencionado diario 240 euros.

Como escribí en el muro de Facebook donde el periodista, Luis Serrano Altimiras ha denunciado este cohecho, la patrimonialización partidista del Estado ha sido la constante histórica del PSOE. De hecho, es el único programa mantenido desde que el 2 de mayo de 1879 en Casa Labra, unos cuantos fundaron el partido zampando rodajas de bacalao rebozado regado con frascas de Valdepeñas. Pero los recientes atracos no tienen parangón. Empezando por el control de la SEPI cuyas empresas hoy ya están bajo el estricto control del PSOE que ha implantado a dedo directivos fieles al partido, destacando entre todos ellos muchos amigos de Pedro Sánchez.

Sabemos que en desvergüenza el Presi es el campeón de España y quizá del mundo. Así, en 2018 Sánchez colocó a su exjefe de gabinete y amiguete, Juan Manuel Serrano, como presidente de Correos, un político sin apenas experiencia en gestión de empresas y menos del sector postal y logístico. Desde entonces Correos es un desastre que pierde dinero a chorros, un dineral que es acoquinado por bemoles por los contribuyentes.

El dedo poderoso de Sánchez siguió colocando directivos sin pausa. La ex diputada del PSOE y ministra de Vivienda de José Luis Rodríguez Zapatero, Beatriz Corredor fue nombrada presidenta de Red Eléctrica Española (REE) en febrero de 2020. El ex ministro del PSOE, Jordi Sevilla, catapultado a Duro Felguera, empresa que posteriormente sería rescatada por la SEPI y que está arruinada.

El caso de Enagás ha sido más reciente pero no menos descarado. Fueron impuestos en el consejo de administración de esta empresa Maite Costa y el ex-diputado del PSOE, Manuel Gabriel González Ramos. También fue nombrado el amigo de Teresa Ribera, Arturo Gonzalo Aizpiri, consejero delegado de Enagás en sustitución de Marcelino Oreja. Controlada.

Lo de Indra y Aena ha sido un asalto en toda regla. INDRA lo ha sido a través del jefe de Amber Capital, el francés de origen armenio Joseph Oughourlian quien, como caballero blanco de la SEPI, ha deconstruido el consejo de administración de Indra, al tiempo que, con mano de hierro, gestiona el aparato de agitación y propaganda del PSOE llamado PRISA.

Amigos del exministro de Sanidad, Salvador Illa y dirigentes del Partido de los Socialistas de Cataluña son: Marc Murtra en INDRA y el nombrado presidente de AENA Maurici Lucena. No menos relevante es el papel de control de Jordi Hereu como presidente de Hispasat.

Fundamental para la estrategia de control del PSOE son las empresas rescatadas por la SEPI (con nuestros impuestos) a través del Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas con 10.000 millones. Así, fueron rescatadas Técnicas Reunidas, Grupo Wamos, Eurodivisas, Grupo Ferroatlántica, Air Europa, Ávoris Corporación Empresarial, Plus Ultra Líneas Aéreas, Duro Felguera, Tubos Reunidos, Rugui Steel, Hotusa, Grupo Airtificial, Grupo Serhs, Reinosa Forgings & Castings, Grupo Losán, Grupo Soho Boutique Hoteles y Grupo Abades. En todas ellas y en otras importantes como Iberia, Sánchez ha impuesto a un par de SUS consejeros que le aseguran su control. En algunas como Duro Felguera ha ido más allá constituyendo un consejo con miembros de la SEPI, que se han sumado a los dos ex ministros de Zapatero, Jordi Sevilla y Valeriano Gómez. Además fue nombrado presidente de Duro, el conocido dirigente del PSOE asturiano, Jaime Argüelles. El reciente nombramiento de Raül Blanco como presidente de Renfe, es la guinda del intervencionismo descarado del PSOE sanchista.

En realidad, directa o indirectamente, Telefónica, Iberdrola, Prisa, Naturgy, Indra y las sucursales de ellas, claves en sectores como la tecnología, la energía, las telecomunicaciones o los medios de comunicación, son controladas por el PSOE Sanchista gracias a sus nombrados adláteres y sus excelentes relaciones con Ana Botín y José María Álvarez-Pallete. También se llevaba bien con Ignacio Galán de Iberdrola y Francisco Roig hasta que ambos y otros menos conocidos, no pudieron soportar tanto intervencionismo, tanta metida de mano en sus bolsillos y tanta demagogia a su costa. Aunque menos mediático, Rafael del Pino ha puesto su pica en Flandes y expuesto crudamente el hartazgo de los empresarios españoles ante el intervencionismo acaparador perpetrado por el PSOE sanchista.