Si los políticos son demagogos y los votantes ingenuos, algo que hoy en España es evidentísimo, los políticos que hacen las mayores promesas, aunque sean inviables, ganan las elecciones, y aquellos que proponen sacrificios, aunque sean indispensables, las pierden. El resultado son deudas inmanejables que pagarán las próximas generaciones, que son los que ahora no votan.
La gravosa carga que la élite burocrática que controla el estado de las 17 taifas está perpetrando para nuestros hijos y nietos, además de ser una canallada, es una bomba de relojería de alta densidad y poco retardo. Uno de los componentes de la bomba es la mentira instalada sobre el trabajo, mentira goebbeliana que esconde intereses espurios. Lo conté en 2013 y lo mantengo.