¿Qué hacer con el Estado de las Autonomías?

28 de octubre de 2017.

Pablo Rojo Barreno.

   El intento de golpe de estado perpetrado por los nacionalistas supremacistas catalanes ayer, además de constituir una fragrante traición al Estado Español que justifica y faculta la existencia de la institución que han intentado apropiarse indebidamente, demuestra descarnadamente la deriva del estado de las autonomías y la torpeza con que es disimulada por los partidos políticos españoles de ámbito nacional.

   Tarde o temprano tenía que pasar. No en vano los nacionalistas supremacistas catalanes que controlaban, absolutamente hasta ayer y todavía demasiado hoy, un estado dentro del estado, han tramado su golpe durante los últimos tres decenios. Y lo han hecho con el beneplácito y la estulticia de los dirigentes de los gobiernos de España, cuya apoteosis final fue perpetrada por José Luis Rodríguez Zapatero y José Montilla Aguilera. Con premeditación y alevosía, los supremacistas y sus aliados objetivos y subjetivos fueron desmontado, pieza a pieza, las bases y principios que fijan la Generalidad de Cataluña a través de la Constitución Española de 1978: «la recuperación de la Generalitat con el Estatuto de 1932, su restablecimiento en 1977 y el Estatuto de 1979, nacido con la democracia, la Constitución de 1978 y el Estado de las Autonomías.» (Preámbulo del Estatuto de autonomía de Cataluña vigente). Porque hace falta ser ingenuo, miope y estúpido para creer que un trampantojo institucional que se autocalifica como nación, con sus 121 artículos, quince disposiciones adicionales, dos disposiciones transitorias y cuatro disposiciones finales que conforman el mastodonte institucional establecido por un parlamento de 135 diputados, un presidente cuya honorabilidad le es atribuida al igual que la valentía a los soldados que nunca combatieron, un gobierno y una administración sovietizada, no intentaría, tarde o temprano, asentar sus reales como estado total de un solo pueblo: El Volksgemeinschaft de los Països Catalans.

Pancarta del sindicato de estudiantes de las CUP

   La traición de la burguesía catalana a través de sus hijos haraganes, convertidos en burócratas por incapacidad de mantener la hacienda heredada, no hubiera sido posible sin la alianza con los impostores de la pequeña burguesía disfrazados de revolucionarios anticapitalistas a través de la llamada: Candidatura d’Unitat Popular (CUP) que se proclama nítidamente socialista y capaz de publicar con enorme desenvoltura: “l’alliberament nacional i social dels Països Catalans” junto con: “Internacionalisme com a forma de relació igualitària, anticolonial i fraternal entre pobles, per la gestió comuna dels afers generals i per la superació dels conflictes internacionals”. Estos desvergonzados trileros tienen el desparpajo de pegar el cambiazo del “¡Proletarios del mundo; uníos!” por: “Pueblos auténticos del mundo; respetémonos”. De hecho, el socialismo de esta banda se escribió sintéticamente hace poco más de ocho décadas: “Estamos convencidos de que nuestro socialismo basado en la hermandad de la sangre se difundirá entre los otros pueblos y dará nueva forma también a la relación entre las naciones, ya que este contiene en sí la promesa de una nueva liga de los pueblos, más rica en su sustancia que la actual porque se funda en un socialismo atento al honor de los pueblos”. Me reservo el nombre del autor de esta cita pues sé que un gerifalte de las CUP la transcribió casi literalmente como suya hace unos meses, pero estoy dispuesto a rebelarlo privadamente a quien le interese.

   A pesar de haber cometido tan inmenso error, los partidos políticos españoles de carácter nacional con representación parlamentaria: PP y PSOE (Ciudadanos todavía no ha cometido el pecado, pero de momento tampoco parece sacar consecuencias de la cruda realidad. No menciono al otro trampantojo populista pues apenas se diferencia de las mencionadas CUP) ni siquiera se plantean una reconversión del Estado de las Autonomías. Y creo que no lo hacen porque además de tener que asumir una fuerte autocrítica, saben que debían emprender una dieta de adelgazamiento de chollos bien remunerados para sus correligionarios y amigos, junto con la correspondiente catarsis estratégica que planteara cuál es el papel de los partidos políticos en una democracia del siglo XXI.

   Como los políticos españoles no parecen estar dispuestos a emprender la imprescindible catarsis, los ciudadanos paganos debemos tener claro que, si la deslealtad de los nacionalismos es un cáncer con diecisiete metástasis distribuidas en suntuosos palacios, gobiernos, y parlamentos, no menos mortales son las innumerables células tumorales burocráticas distribuidas en, diputaciones, ayuntamientos, observatorios, minaretes culturales y demás. Una infraestructura de cerca de medio millón de políticos cobrando del Estado. Más que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos. Semejante estamento extractivo ha demostrado ser tan caro como ineficaz. Incapaz de evitar los chantajes de los reyezuelos de cada taifa, poco dado a la sensatez y la sobriedad, siempre tentado a subir los impuestos ya incautatorios para proseguir su preponderancia. Por tanto, es evidente que; o se reduce drásticamente el Estado de las Autonomías a través de la recentralización urgente de la educación, la sanidad, la cultura, las normas de seguridad y comercialización o, más pronto que tarde, por mucho que nos desangren: pensiones y servicios básicos sanitarios se irán reduciendo hasta la mínima expresión, o lo que lo mismo; la quiebra disimulada.

   Por si la situación no fuera lo suficientemente grave, la dialéctica política actual en España está viciada de falso historicismo y lacras decimonónicas que impiden abordar los enormes retos a los que nos enfrentamos. No solo nos desvían de la reflexión y los quehaceres las embestidas de los nacionalistas supremacistas y las burocracias sovietizadas, también las derivadas relativistas postmodernas, la nefasta amalgama conocida como corrección política que, entre sus tantos tabúes, simula la compresión y la tolerancia de cualquier cosa hasta la insensatez. Mientras tanto, el estamento extractivo español reconocido como partidocracia, desdeña o no se entera de los retos y repercusiones de la llamada IV Revolución Industrial («Industrie 4.0») en sus ramales de Nanotecnología, Biología, Informática- big data- Sistema ciberfísico y otras ciencias cognitivas que, casi sin darnos cuenta, están cambiando el mundo a una velocidad desacostumbrada. Temo que cuando se den y nos demos cuenta en donde estamos, el agua nos llegue al cuello.

2 comentarios en «¿Qué hacer con el Estado de las Autonomías?»

  1. El problema reside en que el clientelismo, que bien defines, no va a hacerse el harakiri. El nivel político es muy bajo y llevamos varias generaciones de funcionarios de la política que si la abandonan no tienen donde ir a ganarse el sustento y por eso soportan sueldos más bajos que en la empresa privada y los más listos mitigan la diferencia, poniendo el cazo.

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¿Qué hacer con el Estado de las Autonomías?

Por Pablo Rojo Pablo time to read: 4 min
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