TRABAJAR EN ESPAÑA

O UNA NOCHE EN LA ÓPERA

Pablo Rojo Barreno.

La Ministra de trabajo que descubrió los ERTE y el contrato fijo-discontinuo de la Reforma Laboral de 2012 del PP, está satisfecha por las chulísimas consecuencias de su minireforma laboral. Tras este éxito, se ha lanzado sin paracaídas a la consagración de la matria que suma, desdeñando a la femenina patria, esa que algunos oímos su aflicción. Aunque para aflicción, esos más de 13.000 millones de déficit que el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) ha incurrido en los últimos dos años. Y mientras escribo estas líneas, el gobierno presidido por Sánchez Castejón, ha decidido transferir a la Seguridad Social 19.888 millones de euros más (deuda) a los 36.502,6 millones de hace apenas un año, para tapar el agujero que supondrá su empeño (electoral) de actualizar las pensiones con el IPC en 2023. Por supuesto, el gobierno echa la culpa de estos déficits a la pandemia y a la guerra de Ucrania.

Algunos malintencionados intentan desprestigiar el contrato de trabajo fijo-discontinuo por camuflar las cifras reales de desempleo. Que lo hace no hay duda puesto que; cuando al trabajador se le comunica que sus servicios quedan congelados y deja de trabajar, para el SEPE no consta como parado sino como “demandante de empleo no parado … una situación similar los trabajadores en ERTE, no trabajaban pero no estaban en el paro«. Con todo, hay que reconocer que este modelo de contrato mejora algo la continuidad del puesto de trabajo, respeta la antigüedad, permite acceder a la indemnización por extinción de contrato, y, probablemente, reducirá la tasa de temporalidad a largo plazo. Sin embargo, sigue conservando muchas lacras de los contratos temporales, por ejemplo, cuando las entidades de crédito no lo equivalen al contrato fijo indefinido.

Coherente con la obsesión reglamentista e intervencionista característica del gobierno presidido por Sánchez Castejón, el Real Decreto-ley 3/2022 impone cinco modalidades de contrato fijo discontinuo: estacional, intermitente, adscrito a contratas o concesiones, empresas de trabajo temporal y sector público. Estos contratos pueden ser por jornada completa o parcial, siendo estos últimos los que más se firman. Es obvio que en todos los casos, en algún momento el trabajador dejará de trabajar y pasará a engrosar el paro. Por otro lado, los tribunales laborales han considerado que no puede ser fijo discontinuo un trabajador que ha prestado servicios todo el año. El laberinto leguleyo se expresa fehacientemente cuando se comprueba que; la Tesorería General de la Seguridad Social (TGSS) de España, ha publicado para el 2022 nada menos que 47 modelos de contratos de trabajo, de los que 5 son para fijos-discontinuos.

Teniendo en cuenta que el suflé de estos contratos acaba de empezar, no hace falta tener mucha imaginación para prever que cuando la temporada turística acabe, un porcentaje considerable de trabajadores fijos-discontinuos pasarán a cobrar el seguro de desempleo en función de sus circunstancias personales. Estamos hablando de alrededor de un millón de trabajadores con jornadas de trabajo dispares. Si la bomba de relojería de las pensiones públicas (en julio supuso 11,8% del PIB) es manifiesta, el aumento del gasto por desempleo es algo más que un petardo, aunque las cifras oficiales nos lo camuflen.

Acostumbrados a sufrir un desempleo aciago desde hace cuatro décadas, apenas nos preguntamos como otros países de economías y riquezas naturales similares o incluso más exiguas, mantienen tasas de desempleo mucho menores y ahorran un dineral en miseria y gastos. Una respuesta sencilla la tenemos en la más católica que nosotros Irlanda, país también miembro de la UE donde los contratos de trabajo no están tipificados, por lo que los términos y condiciones del empleo dependen del acuerdo que se establezca entre el empleador y el trabajador. Esta sencilla fórmula junto con bajos impuestos, les ha permitido que estando emparejados con nosotros respecto al PIB per cápita hace 24 años, hoy (datos de 2021), con 84.940 € de PIB per cápita tripliquen con creces nuestro flaco 25.460 €, mantengan una deuda del 56% del PIB frente al 118,4% del PIB de España, al tiempo que mantienen una tasa de desempleo del 4,8% frente al 13,7% nuestra.

Mientras la ministra de Educación y Formación Profesional y actual portavoz nacional del PSOE, Pilar Alegría encuentra los puntos de fuga de la perspectiva de género en las matemáticas, les propongo analizar con un ejemplo las peculiaridades del contrato de trabajo fijo-discontinuo.

Parece que este contrato se está utilizando masivamente para la contratación de conductores de autobuses de transporte escolar. Debido al extenso calendario de días no lectivos, fiestas locales, vacaciones de navidad (entre 18 y 20 días), semana de carnaval, semana blanca, Semana Santa y vacaciones de verano de 5/6 semanas, el contrato fijo-discontinuo es el preferido por las empresas. Así, los conductores de autobuses escolares pasan al paro en verano y navidades porque las empresas de transporte escolar ahorran un pico en salario y cotizaciones a la Seguridad Social. Veamos; la retribución se establece por un salario base más complementos, pluses y las dos gratificaciones extraordinarias de junio y navidad. Tomando la media de varios convenios colectivos, obtenemos que un conductor de autobús escolar tiene un salario bruto mensual de 1.920,00 €/. A este salario hay que añadir las mencionadas pagas extraordinarias y los correspondientes impuestos. Es decir: 320,00 € por pagas extraordinarias, 150,08 € de cotización por desempleo (5,50 %), 528,64 € por contingencia común de la S.S. (23,60 %), 4,48 € por el FOGASA (0,20 %), 84 € por accidente de trabajo y enfermedad profesional (3,75 %) y 13,44 € (0,60 %) por formación profesional. Costo total mensual para la empresa: 3.020,64 €.

PARADOJAS: Cuando la empresa aplica el contrato fijo-discontinuo mandando a su casa al conductor de autobús escolar 20 días en navidad y 5/6 semanas entre julio y agosto nos encontramos con las siguientes paradojas:

La empresa de transporte escolar se ahorra 1.890,45 € en Navidad y 4.050,96 € en verano de salario e impuestos al trabajo, sin embargo, sacrifica la posibilidad de rentabilizar su autobús durante esos dos periodos.

El conductor “disfruta” de las mismas vacaciones que los maestros, aunque ve reducido su salario real a unos 1200,00 € al mes durante 2 meses (en función de varios parámetros como cotizaciones anteriores, hijos, etc,) y solo si tiene derecho a la prestación contributiva, es decir, el paro que se concede por tener 360 o más días cotizados en los últimos seis años, seguirá cotizando a la Seguridad Social para su futura jubilación. En todos los casos, no cotizará por desempleo, accidente de trabajo y enfermedad profesional, fondo de garantía salarial y formación profesional.

El Estado español y en concreto el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) hace un pan como una tortas con este sistema. Así, ha recibido un total de 1.508,00 € durante el año y tendrá que pagar unos 2.400,00 € en prestaciones de desempleo más costos administrativos de personal y financieros.

Ante este panorama de perspectiva poco halagüeña, he revisado los incentivos fiscales y bonificaciones estatales para fomentar la contratación indefinida. Hay unos cuantos que bonifican total o parcialmente la cuota empresarial a la Seguridad Social. Los más generosos que pueden durar hasta tres años, son los contratos para la formación y el aprendizaje. Menos generosos son los dedicados a las conversiones de contrato de formación en alternancia en indefinido, los contratos de prácticas en indefinidos, las bonificaciones a la contratación de personas mayores de 45 años, para contratos indefinidos de parados de larga duración, colectivos en riesgo de exclusión y víctimas de diferentes circunstancias, así como para la conciliación de la vida personal, laboral y familiar. En realidad, la única fórmula archidemostrada para estimular la contratación laboral indefinida, es la reducción general de los impuestos al trabajo, junto con la mencionada fórmula irlandesa de contratos de trabajo no tipificados y burocratizados.

Aunque es de sobra conocido el banal concepto que tienen demasiados políticos acerca del erario; «Estamos manejando el dinero público y el dinero público no es de nadie» despachado por la ínclita Carmen Calvo, el despilfarro del dinero que los contribuyentes están obligados a proveer al Estado es una canallada, aunque se disfrace con la empalagosa y demagógica redacción actual del BOE. 16 páginas antes del Dispongo tiene el Real Decreto-ley 32/2021 que arranca por la típica y tópica muletilla adaninsta: «Completar de una vez por todas la transición de nuestras relaciones laborales hacia un modelo más justo y garantista es el gran objetivo de esta reforma». De una vez por todas, escriben impasible el ademán.

Quienes defendemos el modelo de relaciones laborales claras, sin reductos privilegiados para unos pocos, sin letra pequeña ni recovecos, flexibles e indefinidas salvo para los casos concretos bien conocidos, sin intervencionismo estatal como en Irlanda, junto con el cambio de la indemnizaciones por despido por el modelo conocido como “Mochila Austriaca” vigente también en Dinamarca y Suecia, las jerigonzas burocráticas de nuestra legislación laboral nos parecen trabas destructoras de empleo y de dignidad (ver Nota Mochila Austriaca).

Nota sobre la Mochila Austríaca: Se trata de un sistema de protección para el trabajador asalariado, en que las empresas aportan el 1,53% del salario bruto de cada empleado a un fondo de capitalización o caja de prevención laboral, un importe que el trabajador se lleva consigo cuando cambia de compañía o se queda en situación de desempleo. Es el trabajador quien puede decidir si lo sigue acumulando para su posterior jubilación o si lo capitaliza para afrontar la nueva situación del paro. Para el trabajador hace las veces de indemnización y complemento a su pensión y solo él decide qué hacer con ese capital.

Concisa recensión de “Historia de un vasco. Cartas contra el olvido”

Autor: Iñaki Arteta

Fecha de publicación original: 20 de octubre de 2021.

Fue gracias a la información proporcionada por el amigo Luis Miguel Medina que acudí el pasado 23 de junio al Ateneo de Madrid, para escuchar la presentación de “Historia de un vasco. Cartas contra el olvido» escrito por Iñaki Arteta con la participación de, además del autor, Fernando Savater y Mariano José Herrador. Con la sala llena, los presentadores disertaron sobre aquellos años de plomo que en Vascongadas fueron aún más terribles para aquellos que no comulgaban con el nacionalismo, o eran del bando odiado; los españoles, por los nacionalistas supremacistas. Con afable sencillez, Iñaki Arteta nos reveló que, mientras que nunca dudó de aportar su testimonio sobre aquella espeluznante época a través de sus cortometrajes, documentales y guiones de largometrajes, nunca pensó en hacerlo a través de un libro. Fue la editora quien le animó y, tras la experiencia, reveló que no descartaba ampliar su testimonio y reflexiones en un segundo libro.

Reconozco que al iniciar la lectura del libro, el formato escogido por Arteta para contar “del joven que fue al joven actual” sus experiencias vitales, en el contexto que arranca en las vascongadas de finales del franquismo, redactadas desde el tuteo compadre, no me ayudaba a la lectura cómplice que anhelaba. Sin embargo, cuando en el capítulo 4º aborda, sin remilgos ni concesiones, el atroz papel de la religión y la Iglesia vasca como fundadora y cómplice del terrorismo etarra, convine que Arteta daba en el clavo con su formato, al intentar la búsqueda de la verdad histórica mediante un lenguaje distendido dirigido a los jóvenes. Sin decirlo expresamente, Arteta expone la verdad: sin la activísima participación de la inmensa mayoría de curas, frailes y prelados de la Iglesia vasca, ETA hubiera sido un grupúsculo nacional-socialista con una existencia parecida al FRAP o, como mucho, al GRAPO.

La evidencia del contubernio Iglesia y PNV para que ETA “moviera el nogal”, asesinara, amenazara y extorsionara, para que la élite de la nación inventada que reclama una patria que nunca ha existido, una raza superior pura y una afrenta que nunca se dio, obtenga un poder absoluto recogiendo las nueces en forma de dinero contante y sonante y privilegios mil, está claramente establecida con miles de datos y pruebas. Arteta expone unos cuantos datos contundentes de este contubernio y si bien no menciona expresamente a los “comandos alzacuellos” de ETA, aquellos elementos que sin un ápice de compasión, asesinaron por la espalda, colocaron bombas en los bajos de un coche, en un centro comercial atestado de gente o en un cuartel-vivienda, si nos recuerda al cura de Salvatierra que colaboró en el asesinato de 3 guardias civiles y menciona que conoció personalmente a un cura que asesinó a una persona.

No fueron unos pocos curas y frailes, todo lo contrario, fueron muchos quienes militaron o colaboraron con la banda terrorista, no pocos fueron dirigentes y sicarios. Algunos memorablemente sanguinarios como el monje benedictino Eustaquio Mendizábal, alias Txikia, muerto en un sangriento tiroteo metralleta en mano. Tampoco fueron santos sino homicidas el vicario de Bilbao, José Ángel Ubieta, el cura Fernando Arburúa Iparraguirre, alias Igueldo, un tipo que ejercía de sacerdote en la parroquia donostiarra de San José Obrero, mientras dirigía el “comando” Txirritia. Ocurrió que la mañana de enero de 1979 Arburúa sacó la pistola del cajón de la sacristía y se fue con sus cómplices al bar Harrería de Irún donde descargó, a quemarropa, la parabellum en el rostro del guardia civil jubilado Félix de Diego. Sin singularizar tanto, Arteta expone claramente la crueldad de los clérigos y obispos que se negaron a oficiar funerales de los asesinados, o los despacharan en pocos minutos de un modo indecente y cuasi clandestino.

No es fácil reconocer que uno estuvo a punto de cruzar la raya hacia el abismo. Mucho más valiente y sagaz es deshacerse de las inercias del entorno familiar y cultural, de la comodidad de seguir la corriente y acoplarse con un sueldo considerable y un trabajo seguro, gracias a la agencia de colocación de élites y subalternos llamada Partido Nacionalista Vasco. Que esa comodidad, que esas nueces, exigieran la banalización del mal, es, según Arteta, la gran losa moral que la mayoría de la sociedad vasca pretende olvidar. Su diagnóstico es tajante; «Ese nacionalismo que algunos graduaban (y aún hoy gradúan) de más o menos moderado para salvar los muebles de muchos consiste en un narcisismo autocontemplativo, una enfermedad mental peligrosa de vanidad y de egoísmo sin límites, capaz de desfigurar las relaciones más íntimas, familiares incluidas, y afear los rasgos de la nación que dicen defender hasta hacerla odiosa a ojos de los no adeptos».

«A aquellos que dicen que el terrorismo lo venció la sociedad vasca yo les digo que el terrorismo habría durado quinientos años de haber sido por la sociedad vasca en su conjunto. Hubo valientes, claro, pero en la misma cantidad que en cualquier otra situación extrema: pocos. Siempre hay pocos valientes. El terrorismo terminó porque se les aconsejó cerrar «la empresa» para abrir otra con nombre diferente. Una mano de pintura blanca para seguir vendiendo el mismo producto».

Y ese producto, el nacionalismo supremacista, sigue secuestrando emocionalmente a la sociedad vasca desde un poder hegemónico incontestable, ahora más poderoso que nunca, gracias a su contubernio con el Gobierno de España, un gobierno capaz de pactar con los herederos directos de ETA; EH Bildu, que ETA fue víctima de España hasta 1983, año en que la banda terrorista, desde 1968, ostentaba el record de haber asesinado a 417 personas. La canallada que se perpetra con un descaro inconcebible ahora mismo, es mucho más que un lavado de cara, es un pacto entre PSOE, Podemos y EH Bildu para reescribir la historia e imponer la justificación de los crímenes de ETA, mediante el victimismo de la opresión española a las Vascongadas. Así, perpetrarán esta infamia, a través de la historia oficial del Estado establecida por una ley arbitraria y dictatorial de memoria democrática. Ante esta lamentable situación, testimonios y reflexiones como la de Iñaki Arteta son imprescindibles hasta para respirar.

EL ESTADO Y LA PRODUCTIVIDAD

De cómo la adiposis del Estado intervencionista, frena el incremento de la productividad generadora de empleo y riqueza.

14/04/2022.

Cuando España empieza a hundirse en la estanflación (estancamiento económico y elevada inflación), la inapelable subida de los tipos de interés aumenta el coste financiero del Estado empresas y familias, al progresista sistémico le pereceara insolente e inoportuno aludir a la productividad del trabajo, en vez de culpar de los estragos que sufrimos a la guerra de Ucrania o a la pertinaz sequía.

En verdad, para los sindicatos clasistas y la izquierda en general, mentar la productividad del trabajo equivale a la bicha, pues supone la constatación del error de Marx respecto a sus cálculos sobre “la fuerza productiva del trabajo” y sus “leyes”; derivadas de la crítica a la tasa del plusvalor y la tasa de la ganancia de David Ricardo. Así, Marx dedujo una «Ley de la Pobreza Creciente» que establece que en el sistema capitalista, los asalariados por cuenta ajena sólo reciben el salario suficiente para cubrir las más básicas necesidades de supervivencia. De este corolario cientificista, Marx conjeturó la Ley de la Tendencia Decreciente de la Tasa de Ganancia que descubría el virus intrínseco que aniquilaría el sistema capitalista.

Teniendo en cuenta que Marx no pisó una fábrica en su vida y que su correligionario Engels, solo visitaba la de su padre en Manchester para recoger un notable peculio, aunque desde 1850 no tuvo más remedio que ejercer de comerciante de la bolsa londinense, si bien tuvo el tiempo libre suficiente para cazar zorros, hacer crítica literaria y, sobre todo, teorizar con su amigo Marx la revolución proletaria, sin impedirle ejercer de distinguido caballero victoriano que practicaba esgrima y equitación, resulta lógica la ignorancia de los padres del socialismo-comunismo sobre el progreso de la productividad como núcleo del sistema productivo, en las sociedades donde los medios de producción son de propiedad privada y existe libertad comercial. Así, en vez de confirmarse el augurio marxista descrito en la mencionada Ley de la Tendencia Decreciente de la Tasa de Ganancia, las sociedades sustentadas en la propiedad privada y el comercio libre fueron incrementando la productividad desde finales del siglo XIX y, con ello, la riqueza que condujo a su reparto a través de los salarios. Donde sí se cumplió con creces la Ley de la Pobreza Creciente fue en la URSS, y se sigue cumpliendo en Cuba, Venezuela y Corea del Norte.

Pero ¿a santo de qué evoco en este momento la productividad del trabajo y la relaciono con el Estado? Quienes hemos tenido que dirigir una industria fabricante de equipos, sabemos que la productividad del trabajo es, junto con la innovación y la optimización de recursos, los ejes fundamentales para la sostenibilidad y el progreso de la empresa y sus trabajadores. Así, la productividad laboral es la relación entre el trabajo desempeñado o los bienes producidos por una persona en su trabajo, así como los recursos que este ha utilizado para obtener dicha producción.

Entre los factores que determinan la productividad laboral destacan los siguientes:

A. Salario (ver salario mínimo y otras intervenciones estatales) ¤¤.

B. Capacidad del trabajador (derivada de la formación) ¤¤.

C. Legislación laboral ¤¤¤.

D. Impuestos al trabajo ¤¤¤.

E. Impuestos de Sociedades (IS) y Actividades Económicas (IAE) ¤¤¤.

F. Seguridad jurídica ¤¤¤.

G. Precio de la energía ¤¤.

H. Precio de las materias primas ¤¤.

I. Bajas laborales por enfermedad o accidentes ¤¤.

J. Organización de métodos productivos.

K. Maquinaria y métodos de producción eficientes.

L. Motivación laboral.

M. Equipamiento y recursos.

N. Entorno.

O. Liderazgo.

P. Diseño de los productos o servicios.

Q. Calidad y estado de la maquinaria.

De estos factores se evidencia que C, D, E y F dependen directamente del Estado, mientras que A, B, G, H e I lo son parcialmente. Por lo tanto, la productividad del trabajo en España está condicionada por legislaciones muy variables e impredecibles en el tiempo y unos impuestos que rozan lo confiscatorio.

Por otro lado, las estadísticas oficiales apenas distinguen la productividad aparente del factor trabajo (PAT) del sector público y el privado. Un indicador fehaciente luce cuando se comprueba que en España, durante los últimos 35 años, el sector público ha mantenido un gasto promedio entre el 42% del PIB de la época de Felipe González y un 50% del PIB actual con ligeras vaguadas del 38,2% con Aznar y el 41% con Rajoy. Actualmente, sobrepasando el 50% del PIB de gasto, el Estado español aporta el 16% del PIB, mientras emplea a más de tres millones de asalariados (en torno al 20% del total según la Encuesta de Población Activa, EPA). Es decir, el Estado español maneja la mitad de la riqueza nacional pero apenas aporta el 16% a dicha riqueza con los servicios que presta: administración pública, justicia, defensa, seguridad social obligatoria, educación, sanidad y servicios sociales. Y, sin embargo, las estadísticas oficiales estiman que el incremento de la productividad del sector público español es superior al privado, a pesar de que, según el INE, en 2018 el sector privado aportó el 84.2% por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) con 16,7 millones de empleados, en tanto que el sector público el 15.8% con 3,4 millones de empleados.

Entonces ¿Por qué la productividad del trabajo en España (PTF) lleva empantanada desde 1985?. ¿Acaso este hecho tiene una relación directa con ser el país que, junto con Grecia, que desde entonces encabeza el ranking mundial de paro de los países desarrollados, con una tasa media del 12,6%, más del doble que la media de los países de la OCDE y el triple del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), donde la media es del 4,2%? ¿Por desventura existe una relación directa entre el aumento del gasto del Estado, la baja productividad, el delirante sistema educativo y el enorme desempleo sistémico?

Del gráfico siguiente se pueden deducir algunas conclusiones importantes.

Por ejemplo, que ni el alto desempleo ni la baja productividad en España, son una maldición de los dioses ni una predestinación por tara racial, puesto que entre 1954 y 1975 se produjo una impresionante aceleración del crecimiento del PIB, atribuible casi exclusivamente a la productividad laboral (5,8% de crecimiento del PIB del 6,2%).

Entre los innumerables estudios sobre el estancamiento de la productividad en España durante los últimos 37 años, se puede distinguir algunas explicaciones parciales, entre otras destacan la reducción de la industria con la entrada a la Comunidad Económica Europea, el bajo gasto de las empresas en investigación y desarrollo, la escasa inversión en capital intangible debido a, entre otros, a la regulación del comercio minorista, los costos de creación de empresas, la falta de flexibilidad del mercado laboral, los altos impuestos al trabajo, la ineficaz legislación sobre quiebras, los lentos procedimientos judiciales, los subsidios y el “amiguismo” que han conducido a extravagantes asignaciones de capital, bajas inversiones en intangibles, mientras que los sectores que crearon más empleos (construcción y servicios), tuvieron una menor productividad laboral que la industria con un crecimiento mucho más lento del producto por hora trabajada, lo que explica inversiones especulativas puntuales y escasa innovación tecnológica. Sin duda, estas explicaciones responden a la realidad aunque apenas sugieren el dato fundamental; la relación entre el estancamiento de la productividad y el aumento del tamaño del Estado español, incluida la enorme deuda contraída.

Mucho antes que la pandemia vírica y la guerra de Ucrania, en 2019, la productividad de España cayó un 10,45% frente a un crecimiento del 4,5% en el resto de la UE. Pero el gasto del Estado siguió incrementándose como si la competitividad de la economía fuera viento en popa a toda vela.

Pues resulta que el año pasado, la masa salarial de las administraciones públicas españolas superó todas las marcas de la serie histórica. De acuerdo con las cifras oficiales de Contabilidad Nacional del INE, en 2021 la suma de los sueldos de los asalariados del sector público (funcionarios junto al personal de otras categorías que integran la plantilla del sector público) más sus pagos por cotizaciones sociales ascendió a 147.363 millones anuales, es decir, el 27% del total del presupuesto de 550.484 millones de euros (un incremento del 19,4% respecto a las cuentas de 2020) que se comió la mitad de la riqueza producida. No piensen mal de la coalición Frankenstein que aprobó semejante cifra, ni apelen al clientelismo al constatar que los empleados públicos ganan un 50% más de media que los trabajadores del sector privado. Trabajar en el sector público supone ganar 10.500 euros más al año de media.

Mientras tanto, se incrementa la morosidad las pequeñas y medianas compañías, hasta un nivel de deudas comerciales de 279.808 millones de euros sin cobrar a cierre de 2021, un 17,3% más en términos interanuales.

Si la adiposis y el intervencionismo del Estado frena el incremento de la productividad y, si el aumento de la capacidad adquisitiva de los ciudadanos de un país solo se logra con el crecimiento sostenido de la competitividad, es decir, cuando la mejora de la productividad del trabajo permite a las empresas generar valor añadido y con ello empleo bien remunerado, el diagnóstico de la situación actual de España parece obvio.

ESPAÑA, la primera globalización

Quien conoce la historia, construye el futuro

Un documental de José Luis López-Linares producido por López-Li Films

17/10/2021

Resulta singular que un film, aunque sea un documental de 90 minutos, se estrene en Madrid un sábado a las 12,30 de la mañana del vermut. Imagino que será una estrategia requetepensada por los directivos del Cine Yelmo Ideal. El caso es que la sala 2 se llenó de un público variopinto que incluía muchos jóvenes con enormes cajas de palomitas. Con semejante ambiente, José Luis López-Linares hizo una breve pero emotiva presentación del documental, con la que agradeció a los colaboradores y a los participantes del micromecenazgo su contribución a la producción del film.

Es el actor Antonio Valero el narrador principal del documental al que se añaden las intervenciones de 39 historiadores, académicos, filósofos y peritos en diversas materias, entre otros: Carmen Iglesias, Luis Ribot, Elvira Roca Barea, Enriqueta Vila Villar, Fernando García de Cortázar, Jaime Contreras, Miguel Ángel Ladero, Nigel Townson, Marcelo Gullo, Stanley Payne, Manuel Lucena, Luo Huiling, Ramón Tamames, Pedro Insua, Patricio Llons, Fray Carlos Enrique Díaz Urbina, etcétera.

Enseguida se explica el motivo del título del documental, revelando la historia poco conocida por los españoles, originada por la crisis de confianza y una notable inflación en China durante el siglo XVI, cuya consecuencia forzó a la dinastía Ming a tomar la arriesgada decisión, al finalizar el siglo, de establecer el uso obligatorio de monedas de plata para el comercio oficial, sin apenas contar con minas de plata en su territorio. Esta decisión, coincidió con la consolidación de la ruta del Galeón de Manila iniciada en 1566 que sumaba unas 15.000 millas náuticas, conectando Sevilla con Veracruz en su tramo Atlántico, Veracruz y Acapulco a través de la Ciudad de México por tierra y finalmente Acapulco y Manila atravesando la totalidad del Pacífico. Esta formidable ruta comercial y cultural que duró hasta 1821, se basó en la exportación de la plata americana y otros metales a China y la importación de sedas, marfil y porcelana. Este substancial comercio ultramarino, supuso el control monetario de España sobre China y buena parte del mundo, al tiempo que trascendió en aspectos culturales en oriente y occidente que se evidencia en el arte religioso y decorativo.

Tras la introducción, el documental entra de lleno en los temas peliagudos de nuestra historia y en la Leyenda Negra. Se describe someramente el basamento del estado español fundado por los Reyes Católicos, donde el catolicismo fue la argamasa de su unidad al ser la condición indispensable para ser español y tener los derechos civiles derivados del humanismo renacentista. Con el derecho de gentes, plasmado por Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, se establece el orden jurídico y social del Imperio español que abarcó a todos los españoles, peninsulares e indígenas sin distinción. Desde aquí, el documental entra en el examen de la inquisición, la expulsión-conversión de los judíos, la conquista de América, la política de mestizaje, el formidable sistema político administrativo con instituciones que procuraron la fundación de universidades, hospitales, escuelas e industrias que procuraron un grado de prosperidad notable para la época y una paz que duró cerca de tres siglos en los Virreinatos del Imperio. Son estos datos incontrovertibles, los que ponen en solfa la inferida trapacería de los incultos españoles, la supuesta incompetencia económica del Imperio español y el sambenito de la crueldad genocida contra los nativos.

Con el trascurrir del documental van quedando claros los motivos que han impulsado a José Luis López-Linares a emprender esta arriesgada empresa; responder a la embestida de nacionalistas, populistas de diferente jaez revueltos dentro de la olla podrida posmoderna donde se aglutinan las derivadas reaccionarias del indigenismo marxistoide y su complementaria supremacista. Unos derriban estatuas de Colon en Colombia y otros la de fray Junípero Serra en un lugar tan simbólico como la Universidad de Stanford fundada por el supremacista blanco Leland Stanford. Los de más acá, se apuntan a la ceremonia de la confusión achacando al franquismo el monopolio del patriotismo, para justificar la implantación de una historia oficial que convenga a sus intereses sectarios.

El empeño de José Luis López-Linares de llamar a rebato a los españoles denunciando la propaganda, las mentiras y las medias verdades sobre nuestra historia que intereses espurios han implantado por todo el mundo hasta acomplejarnos, esquiva un tanto la responsabilidad de muchos españoles en lo sucedido. Por cuanto, desde hace siglo y medio, los españoles hemos sido criados y maleducados sobre la vergüenza de pertenecer a una nación decadente y de malvado pasado. Los intentos de desfacer este entuerto, como el protagonizado por el polígrafo regeneracionista liberal y notorio políglota, Julián Juderías en “La leyenda negra y la verdad histórica” (1914), fueron eclipsados por planteamientos derivados de un eugenismo mal digerido que impele a la decadencia de la raza. De ser bajitos, morenos y algo holgazanes derivan los males de la patria para Lucas Mallada, mientras que para Ortega y Gasset el enano Gregorio el botero, pintado por Zuloaga, es un ser deforme, grotesco, símbolo de feria y de España. Incluso el católico conservador Menéndez Pelayo no ayudo mucho en mejorar nuestra autoestima cuando amonestaba, no exento de perspectiva: «España evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, cuna de San Ignacio […]; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectores o de los reinos de taifas». Y aunque fuera el loable deseo de una pronta regeneración, es la generación del 98 la que siente a España como dolor, desventura y anomalía. Son los Unamuno, Menéndez Pidal, Azorín, Machado, Sánchez Albornoz, Marañón y Ortega y Gasset quienes ahondan en la herida cometida por la Leyenda Negra sosteniendo, como en el famoso texto de Ortega que: «el patriotismo en nuestra España de hoy debe partir de una crítica acerba y un valeroso reconocimiento del enorme fracaso español». Hubo que esperar hasta 1985 a que uno de los discípulos más destacados de Ortega y Gasset; Julián Marías Aguilera, pusiera cordura al asunto en “España inteligible. Razón histórica de las Españas”, descartando la decadencia racial, para sostener que España es coherente e inteligible desde el enfoque de la razón histórica.

Opino que el documental “ESPAÑA, la primera globalización” además de defender y divulgar hechos irrefutables de nuestra compleja y emocionante historia, con el noble fin de denunciar imposturas e impostores, nos pone a los españoles en el brete de determinar si nuestra vida en común, en un mundo globalizado que se desquicia con particularismos inventados e imposturas manipuladoras, puede fundamentarse también en la defensa y enriquecimiento de la hispanidad, entendida como tesoro cultural y útil de los pueblos que la conforman.

Enlace al tráiler de España, la primera globalización

DE LOS NIÑOS ROBADOS POR EL FRANQUISMO

DE EVOCACIONES Y CRÓNICAS INCORRECTAS

25 de julio de 2019.

Pablo Rojo Barreno.

Después de todo lo vivido, después de todo lo visto y escuchado, de haber tenido el privilegio de conocer a muchas gentes de diferentes estratos sociales, de haber nacido en el seno de una familia republicana damnificada por la Guerra Civil y la posguerra, de haber militado en partidos izquierdistas durante la dictadura y en los primeros años de la democracia donde abundaban personas que habían sido represaliadas inmediatamente después de la Guerra o de muchas más que lo fueron durante el franquismo, de haber conocido a unos cuantos “niños de la guerra” desperdigados por toda Europa y por la URSS, de convivir en la escuela y en el vecindario con niños y adultos que pasaron en la posguerra por establecimientos de Auxilio Social, de pronto, en el otoño de 2008 una serie de artículos publicados principalmente por los medios del Grupo Prisa, y sobre todo el diario El País, me sorprendió. Rebelaban con total seguridad que miles de niños habían sido robados por la dictadura franquista a presas políticas y familias republicanas.

El caso es que años antes había leído alguna denuncia similar poco elaborada. Recordaba la publicación de unos reportajes en la revista sensacionalista Interviú escrito por la periodista y también jefa de informativos de la TVE del PSOE en los tiempos del GAL; María Antonia Iglesias González, entre enero y febrero de 1982, donde con el título «La monja que trafica con niños» revelaba una trama dedicada a robar niños y darlos en adopción a personas afines, dirigida presuntamente por sor María y el doctor Vela en el Hogar-cuna de La Almudena de Madrid durante los últimos veinte años. Pero el estilo, la foto del cadáver de una niña en la nevera de la clínica y la poca precisión de los datos, junto con las muchas opiniones escatológicas, enmarcaban estos artículos dentro del amarillismo de la revista.

Sin llegar a verlo, también me llegaron noticias de un documental emitido por TV3 en 2002 con el título “Els nens perduts del franquisme”, dirigido por Montse Armengou y Ricard Belis, basado en el libro del “comprometido” Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Barcelona Ricard Vinyes Ribas “Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas” publicado poco antes. Pero el turbión de artículos que me sorprendió fue motivado por el auto del Juzgado Central de Instrucción Nº 5 de la Audiencia Nacional del dieciocho de noviembre de dos mil ocho, firmado por el famoso ahora ex-juez Baltasar Garzón Real donde diseminaba en 62 juzgados provinciales la investigación de los crímenes del franquismo considerados como crímenes contra la humanidad. En su Auto, el justiciero juez dedica gran atención al tema de los niños de esta guisa: «Los “niños perdidos” son también parte de las víctimas del franquismo: se trata de hijos de presos cuyos apellidos fueron modificados para permitir su adopción por familias adictas al régimen. Varios miles de hijos de obreros fueron también enviados a instituciones del Estado porque el régimen consideraba su familia republicana como “inadecuada” para su formación. Niños refugiados fueron también secuestrados en Francia por el servicio exterior de “repatriación” del régimen y situados posteriormente en instituciones franquistas del Estado. El régimen franquista invocaba la “protección de menores” pero la idea que aplicaba de esta protección no se distinguía de un régimen punitivo. Los niños debían expiar activamente “los pecados de su padre” y se les repetía que ellos también eran irrecuperables. Frecuentemente eran separados de las demás categorías de niños internados en las Instituciones del Estado y sometidos a malos tratos físicos y psicológicos». Estas acusaciones, al socaire de la Ley de Memoria Histórica, enseguida aventadas por los medios del Grupo Prisa, disparó todo tipo de artículos de opinión, reportajes y tesis doctorales pues, se trataban de delitos gravísimos que el Auto de Garzón referenciaba al mencionado libro de Vinyes.

Como se puede apreciar en el Auto de 2008 accesible por internet, Garzón vincula algo forzadamente al Instituto para la Investigación y Estudio de la Herencia creado por Himmler en Mecklenburg, con el Gabinete de Investigaciones psicológicas encabezado por el psiquiatra Antonio Vallejo Nájera (al que llama psiquiatra en jefe de Franco) dedicado a estudiar «las raíces psicofísicas del marxismo». Así, Garzón, sin decirlo expresamente, coloca el sambenito a Vallejo Nájera como “el Mengele español” y relaciona a los “niños perdidos” con los robados durante las dictaduras de Vileda y Pinochet en Argentina y Chile. Naturalmente, estas relaciones sirvieron para muchas iniciativas posteriores, por ejemplo para que su amigo el abogado argentino Carlos Alberto Slepoy Prada en 2010 pusiera en marcha la “Causa 4591/10 por los delitos de genocidio y/o crímenes de lesa humanidad cometidos en España por la dictadura franquista entre el 17 de julio de 1936 y el 15 de junio de 1977” instruida por la juez María Servini de Cubría en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº1 de la República Argentina.

A pesar del artificio jurídico del Auto, Garzón no aporta, como tampoco antes lo hiciera Vinyes, indicios claros de que existió un plan para robar miles de niños a presas y madres republicanas para ser criados en los principios franquistas. Solo apunta con dedo acusador y pide que se investigue lo ocurrido con los niños perdidos que sus acusaciones convierten en robados por el régimen franquista. Lógicamente tamaña acusación generó una inquietud generalizada de la que surgieron varios organismos para facilitar las investigaciones. El caso de los niños robados por el franquismo se convirtió, desde entonces, en leitmotiv de la memoria histórica. La pléyade de periodistas e intelectuales “comprometidos con la causa” más los políticos y asociaciones del ramo produjeron innumerables artículos y libros con tétricas historias de niños robados, incluidas dos telenovelas en Tele5 y Antena3, alguna película de escasa trascendencia y, por supuesto, la consabida novela de Almudena Grandes Hernández. En seguida, la avalancha mediática de supuestos relatos de robos de bebés durante el franquismo fue establecida como un suceso incontestable en la opinión pública española. Cualquiera ponía en duda que hubo una trama criminal de robo de niños en la dictadura franquista, formada por monjas, curas y médicos perversos, que se apropió de, nada menos que entre 30.000 a 300.000 recién nacidos (la imprecisión sobre el número y el espacio temporal es morrocotuda pues este último abarca desde 1939 hasta 1995) de madres republicanas primero y pobres después, para dárselos a familias franquistas opulentas. Incluso los católicos progresistas reprocharon el prudente silencio del cardenal Antonio María Rouco Varela sobre el asunto.

Al socaire de subvenciones y escandaleras mediáticas surgieron decenas de asociaciones, plataformas, observatorios y asesores legales para rescatar a tantos miles de niños robados. A pesar del formidable ruido y las espantosas cifras, entre 2009 y 2018 solo se produjeron poco más de 2.000 denuncias, suficientes, sin embargo, para organizar muchas visitas de europarlamentarios, de burócratas de la ONU, instituir una oficina de Atención a las Víctimas dependiente del Ministerio de Justicia con 27 sucursales provinciales que brindan asistencia jurídica y psicológica, una fiscalía, una unidad de policía especializada y una Comisión Estatal.

El caso más conocido por publicitado fue el de Inés Elena Madrigal Pérez, una señora que nació en junio de 1969 en la clínica San Ramón de Madrid, (nada menos que tres décadas después de terminada la guerra civil) quien, tras saber que había sido adoptada por sus padres, concluyó que era un bebé robado y fundó con otras personas la asociación SOS Bebés Robados donde fue elegida presidenta. Con el soporte de su subvencionada asociación, Inés E Madrigal denunció en 2010 en los tribunales de justicia de Madrid a su madre adoptiva por comprarla y acusó al ginecólogo de 85 años Eduardo Vela Vela y a la monja María Gómez Valbuena, más conocida como Sor María, de haberla sustraído a su madre biológica nada más nacer, para venderla a sus padres adoptivos. Tras la denuncia, Madrigal saltó a la fama acudiendo a muchos programas de radio y televisión tales como: “Al rojo vivo” y “El intermedio” de la Sexta, o los supuestamente serios como el de la BBC News Mundo británica. Madrigal, ya famosa o afamada, fue invitada por el grupo parlamentario Unidos Podemos a declarar en la Comisión de Derechos de la Infancia y Adolescencia del Congreso de los Diputados del Reino de España. Y a pesar de que ya había comenzado el juicio oral del caso en el Juzgado de Instrucción número 46 de Madrid, Inés Madrigal declaró en la sala Ernest Lluch el 16 de noviembre de 2017, sobre el: «mayor escándalo ocurrido en este país a lo largo del siglo XX». Como hiciera antes en los platós de televisión, Inés Madrigal afirmó en el Congreso con contundencia que «…el doctor Vela me regaló a mis padres adoptivos. … Los ladrones de niños se servían de instituciones públicas y privadas, manipulaban documentos públicos. Se denunciaron hechos a través de medios, pero nadie hizo caso, nadie presto atención. Me vendieron a mi madre en una cámara oculta. Hablamos de un mínimo de 60 años de tráfico de seres humanos en este país». Aquella narración espeluznante seguramente ayudó a que las tres ilustrísimas magistradas emitieran la sentencia Nº: 640/2018 del 27 de septiembre, condenando por hechos probados al acusado Eduardo Vela Vela a un total de 13 años de prisión por los delitos de sustracción de menores, de suposición de parto, de falsedad de documento oficial y de detención ilegal siendo la víctima menor de edad. Asimismo, el doctor Vela fue condenado a indemnizar a Inés Madrigal con 350.000,00 euros por daños morales. Con todo, el párrafo que fija la responsabilidad del doctor es llamativo: «Que en 1969 entregó a Inés Pérez y Pablo Madrigal una niña de pocos días de edad y que tal entrega se produjo fuera de los cauces legales sin que conste que los padres biológicos hubieran tenido ni tan siquiera conocimiento de ello y sin que hubiera mediado consentimiento». Y la falta de constancia llevó a las tres juezas a condenar al acusado aunque no les quedó más remedio que absolver al doctor Vela, al entender que los delitos estaban prescritos desde el momento en el que la denunciante alcanzó la mayoría de edad.

La sentencia significó una victoria agridulce para la causa de los niños robados por el franquismo, por cuanto el único culpable que vivía había sido absuelto y era, tras una década, la única sentencia condenatoria tras 2000 denuncias de las que 552 fueron admitidas a trámite con 81 análisis de ADN y ni un solo caso de robo de niños probado. Y mientras la orgía mediática continuaba, en julio de 2019 Inés Madrigal desveló en una escueta rueda de prensa que gracias a las pruebas logradas en un banco de ADN de Estados Unidos, encontró a su familia biológica y que tiene cuatro hermanos. Sin embargo, la rueda de prensa de Madrigal era forzada por un comunicado anterior sin trascendencia mediática de la Fiscalía que negaba radicalmente que Madrigal fuera un bebé robado, y donde explicaba que la propia Madrigal comunicó al Ministerio Público de forma oral y escrita que había contactado con sus verdaderos hermanos por parte de madre y con una tía carnal, quienes le habían confirmado que fue dada en adopción de forma voluntaria. Además, informaba que su madre biológica había fallecido el 22 de enero de 2013 en Madrid. Sucedió que cuando Madrigal confesó a la Fiscalía que su tía la había entregado voluntaria y conscientemente en adopción, la Fiscalía acordó requerir muestras genéticas a los cuatro familiares y procedió a interrogarles. Durante los interrogatorios en calidad de testigos, todos los familiares reconocieron la entrega en adopción del bebé sin saber si era niña o niño. Para ratificar estos hechos, el Ministerio Público pidió un estudio genético de los involucrados al Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses que dictaminó que los perfiles genéticos de Inés Madrigal con los de su tía y sus tres hermanos hallados son:« 78.802 más probables de la compatibilidad genética observada si consideramos que Inés Elena Madrigal Pérez es hija de la supuesta madre (cuyo patrimonio genético ha sido deducido a partir de los perfiles genéticos de aquellos) frente a que lo sea una persona tomada al azar de la población y no relacionada genéticamente con ella». Tras estos resultados y con las declaraciones de los testigos, la Fiscalía consideró que debiera quedar excluido como hecho probado el robo de la niña legamente llamada Inés Elena Madrigal Pérez “y con ello el delito de detención ilegal”. Entonces la mencionada sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid que asegura probado que Eduardo Vela Vela tuvo conocimiento de que la entrega de la niña se efectuaba sin consentimiento de la madre biológica y consideró probado que Inés Madrigal era un bebé robado, se demostraba falsa.

Inés Elena Madrigal Pérez ya no quiere ir a los platós de televisión ni a las emisoras de radio. Se excusa en su derecho a la intimidad pero no ha tenido la decencia de pedir disculpas públicas al anciano Eduardo Vela Vela al que hizo la vida miserable y destrozó su dignidad, solo por quizá haber sido, junto con los administradores de la clínica San Ramón, negligentes con el papeleo legal de adopciones. Y si Madrigal no ha pedido perdón a nadie, tampoco lo ha hecho la bandada de periodistas y literatos activistas que la jalearon. Al contrario, la inmensa mayoría persiste en el relato de los niños robados digan lo que digan los hechos, pues si lo hicieran, se acabarían las subvenciones y se estropearía el relato victimista perpetrado por Garzón y sus aliados.

Pero todavía hay gentes decentes en España, por ejemplo la periodista Maite Rico en un artículo titulado: “La estafa de los bebés robados. La trama de los niños sustraídos durante el franquismo es un relato tan irresistible como falso. La aportación española a las fake news” publicado en Vozpópuli el 17 de julio de 2019, donde denuncia la impostura y aclara que forenses prestigiosos como Antonio Alonso o Rafael Bañón no han encontrado indicios de una trama de robo de bebés, como tampoco los halló la comisión de investigación creada en el Parlamento navarro ni la fiscalía del País Vasco. A la denuncia de Maite Rico se unió cuatro días después Arcadi Espada en El Mundo con un contundente artículo titulado “Garzón and me” donde Espada describe la trama urdida por el juez Garzón y la colaboración de tantos en ella que representa «…esta secuencia de titulares sobre bebés robados, de la misma prensa socialdemócrata: «Dos gemelas se reencuentran 50 años después de su nacimiento» (11 de mayo de 2011). «Vicky conoce a su gemela con 51 años» (12 de mayo de 2011). «Que el ADN diga lo que quiera, pero María José y yo somos gemelas» (9 de junio de 2011). Nuestra prensa no es ya el hazmerreír de la verdad, sino de la mentira». Por su parte, José Carlos Rodríguez en Disidentia un día después realza el pundonor de Maite Rico y Arcadi Espada con el claro título “Niños robados: la venganza de la realidad”. Nada más, incluso prosiguen como la pertinaz sequía las acusaciones pintorescas de negacionismo de quienes los hechos y datos estorban a sus proyectos lucrativos barnizados de redentorismo.

Mientras tanto, como señalaba Espada, sigo expectante por saber cómo los jueces españoles restituirán el honor del doctor Vela ahora que, prescripción al margen, consta que hubo conocimiento y consentimiento.