Hace apenas 15 horas que he visto esta magnífica película y sigo estremecido. No solo por la calidad del filme y delicadeza con que trata un tema terrible; la pederastia y el consiguiente rapto y tráfico de niños, —ni una sola escena escabrosa— también por la valentía de sus autores; el director y parcial guionista Alejandro Monteverde, el guionista Rod Barr y también los magníficos intérpretes Jim Caviezel, Bill Camp, Mira Sorvino, Eduardo Verástegui (productor del film, actor y candidato a la presidencia de México), Javier Godino, José Zúñiga, Kurt Fuller, Manny Pérez, Gerardo Taracena, Gustavo Sánchez Parra, Scott Haze, Gary Basaraba, Yessica Borroto, etcétera.
No exagero un ápice afirmando que es una de las mejores películas que he visto en mi vida. No solo por su magnífica concepción, sin un momento plano y un desarrollo cada vez más intenso, también por su significado. Hablamos de la valerosa, por insólita y peligrosa, denuncia del mayor crimen que padece la humanidad en estos momentos; el secuestro y venta de niños para que sean violados y esclavizados por pederastas.
Su sinopsis es elocuente: «Tim Ballard (Jim Caviezel) trabaja como agente especial para el gobierno de los Estados Unidos. Como parte del Departamento de Seguridad Nacional, se centra principalmente en la ciberdelincuencia contra menores víctimas de delitos sexuales: desde la trata de seres humanos al turismo sexual. Con su experiencia, Ballard ha conseguido infiltrarse y desmantelar decenas de organizaciones delictivas que secuestraban a niños y los obligaban a prostituirse. Sin embargo, su mayor esfuerzo y contribución a la lucha contra la delincuencia comienza con la fundación de Operation Underground Railroad (conocida por las siglas OUR): una organización sin ánimo de lucro que ayuda a gobiernos de todo el mundo a rescatar a víctimas del tráfico sexual».
El arranque es espeluznante. Una ex Mis Colombia engatusa a un padre en Honduras para secuestrar a sus hijos y enviarlos a un infecto calabozo con decenas de niños secuestrados que son vendidos a pederastas ricachones del mundo. La trama se intensifica mientras expone, cada vez con mayores evidencias, el horror criminal de nuestro tiempo que, no por casualidad, ni Hollywood ni otras industrias cinematográficas europeas han tratado. Y no lo han hecho ni lo harán porque es políticamente incorrecto. Porque expone, sin decirlo explícitamente, aunque al final de cifras escalofriantes, una industria avalada por doctrinas que se remontan a los años setenta del pasado siglo cuando; Jean-Paul Sartre, Louis Aragon, Simone De Beauvoir, Francis Ponge y Roland Barthes, publicaron un manifiesto exigiendo la liberación de dos pedófilos repugnantes: Guy Hocquenghem, fundador del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria y el novelista Gabriel Matzneff. Al mismo tiempo, ochenta “intelectuales” pidieron la despenalización de las relaciones sexuales entre adultos y menores. Por supuesto firmaron los anteriores (Sartre, Beauvoir, Barthes), a los que se unieron Louis Althusser (comunista), Michel Foucault y Jacques Derrida (sesentayochistas, postestructuralistas y postmodernos), Jean-François Lyotard (freudo-marxista posmoderno), etcétera.
Y de esas putrefactas fuentes, de las teorías del depravado Michel Foucault que se jactaba de acostarse con niños árabes pobres, de las justificaciones de las perversiones de los glamurosos transgresores ricachos como el magnate pederasta Jeffrey Epstein, ahora más que nunca, estas aguas excrementicias son utilizadas para blanquear la trata de niños y la pederastia. Así, se recrean envueltas en el celofán woke entelequias calenturientas como la de la activista canadiense Shulamith Firestone quien, en su “lucha de clases sexuales”, plasmada en “La dialéctica del sexo” proyectó una sociedad en la que niños y adultos podrían tener libre trato sexual, volviendo a una natural “sexualidad perversa polimórfica”. Y todas estas elucubraciones posmarxistas y wokes no son otra cosa que un potente intento de abaratar el comercio pederasta actual, mediante su legalización a través de leyes infectas y escuela depravada. Una pederastia políticamente correcta que, si es «consentida» POR LOS NIÑOS, es conveniente. Es lo que avala Irene Montero cuando dice: «les niñes pueden amar a quien quieran».
Sí, “Sonido de libertad – Sound of Freedom” es una rotunda denuncia contra el rapto y la esclavización sexual de niños, mostrando que se trata de la mayor atrocidad que vivimos mientras mueve billones de dólares (más que la droga) y abarca a todo el planeta, aunque el “consumo” pederasta es mucho mayor en los países desarrollados occidentales. Y aunque no fácil de medir, debido a su naturaleza criminal y encubierta, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que hay hasta 1,8 millones de niños víctimas de trata sexual en todo el mundo, mientras que el Informe sobre el estado de la infancia en el mundo de 2006 de UNICEF informaba que esta cifra era de más de 2 millones. Y aunque UNICEF no ha vuelto a calcular el número de víctimas de la trata de niños y adolescentes menores de edad, en los recientes informes destaca la utilización de las mafias de traficantes de niños y sus clientes pederastas de las plataformas digitales para reclutar a sus víctimas y atraer a clientes.
Por supuesto “Sonido de libertad – Sound of Freedom” no solo ha sido boicoteada y criticada torticeramente. Leer algunas críticas en los medios sistémicos españoles da grima y vergüenza ajena, mientras que las sutiles alegan que en la película casi todos los niños víctimas que aparecen son prepúberes, mientras que muchos datos concretan — ver Counter-Trafficking Data Collaborative— que la mayoría de los niños víctimas de la trata son adolescentes que han sido expulsados de sus hogares, a menudo porque son LGBTQ+ o no se ajustan a su género, solo añaden más alarma sobre esta tragedia.
Por ultimo debo destacar que esta excelente película fue terminada en 2018. Su productora, Santa Fe Films, firmó un acuerdo de distribución con 20th Century Fox, sin embargo, pocas semanas después, Fox fue adquirida por Walt Disney Company. Pero ya por entonces Disney era un descarado aparato de agitación y propaganda de la doctrina woke y metió la película en el congelador para que no viera nunca la luz. Empero, la tenacidad del valiente productor de la película, Eduardo Verástegui logró, con enorme esfuerzo, recuperar los derechos de distribución. Así, en marzo de 2023 “Sonido de libertad – Sound of Freedom” llegó a los cines de EEUU gracias a Neal Harmon y Angel Studios, acompañados por el apoyo de Angel Guild (un ejército de más de 100,000 inversionistas de crowdfunding). Y mientras Disney seguía su agenda woke (get woke go broke) “Sonido de libertad – Sound of Freedom” obtenía más de 100 millones de euros en taquilla en EEUU superando en números de espectadores a Indiana Jones y Misión imposible.