Un repaso sobre los motivos de una decadencia ocultada por el oportunismo
Uno de los tópicos, no sin fundamento, es el de la laboriosidad juiciosa de los alemanes. Pero como a toda generalización habrá que aplicar la regla de los pimientos de Padrón; unos si y otros no. En realidad, su prestigio como nación seria es muy reciente, apenas se remonta a las últimas siete décadas que inauguran dos hombres sabios y sobrios: Konrad Adenauer y Ludwig Erhard. Fue gracias a sus decisiones que la República Federal de Alemania (RFA) logró recuperarse rápidamente de la hecatombe de la II Guerra Mundial.
Creo que merece la pena repasar sumariamente cómo, a partir de 1949, el Ministro de economía de la RFA, Ludwig Erhard aplicó una política económica basada el ordoliberalismo (también inspirador del Plan de Estabilización franquista) una corriente surgida en la Universidad de Friburgo en la década de los treinta del siglo pasado, cuyo padre intelectual fue Walter Eucken al que siguieron las aportaciones de Franz Böhm, Hans Großmann-Doerth, Leonhard Miksch, Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow, Alfred Müller-Armack y el mismo Ludwig Erhard. Fue Alfred Müller-Armack, mano derecha de Erhard, quien acuñó el concepto «Economía Social de Mercado». El fundamento del ordoliberalismo es el pacto entre sindicatos y patronal para coordinar y acordar salarios y productividad, bajo el compromiso de incrementar la capacidad adquisitiva de los salarios, el mantenimiento del empleo y el aumento general de la riqueza. Algo muy parecido al corporativismo aplicado por Eduardo Aunós durante la Dictadura de Primo de Rivera (en el que colaboró con denuedo la UGT dirigida por Largo Caballero) y la socialdemocracia de los países escandinavos. El socialdemócrata Karl Schiller no solo apoyó esta política económica sino que la amplió a través del Globalsteuerung, o dirección global, un proceso por el cual el gobierno no interviene en los detalles de la economía, pero establece pautas que fomentan un crecimiento no inflacionario e ininterrumpido. Por supuesto, también la RFA se vio favorecida por el Plan Marshall (1948-1952), y la reducción por parte de los aliados del 50% de la deuda externa alemana en la Conferencia de Londres de 1952.
El éxito de los “Treinta Gloriosos” (1946-1975) y el modelo de economía social de mercado que los socialdemócratas siguieron y ampliaron, dio a la República Federal de Alemania un periodo casi ininterrumpido de prosperidad con un crecimiento medio del 7 % anual, mientras que el desempleo cayó del 11 % en 1950 al 0.7 % en 1965. Semejante hazaña también fue posible gracias a la reconciliación sincera entre Francia y Alemania que desembocó en la Declaración de Schuman que propuso que el carbón y el acero de la RFA y Francia (y los demás países que se adhirieran) se sometieran a una administración conjunta que llevó a la firma del Tratado de París el 18 de abril de 1951 por el que se creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), firmado por Francia, RFA, Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos. El aumento general de la riqueza en la RFA, como resultado de una renovada y productiva industrialización, hizo olvidar a sus ciudadanos guerras, crisis y hambrunas no tan lejanas, incluida la hiperinflación durante la catastrófica República de Weimar. Pero de pronto llegó la crisis petrolera de 1973 poniendo en solfa la estabilidad con el aumento de la inflación y la inseguridad energética. Este contratiempo inesperado produjo un sentimiento de frustración y vulnerabilidad en la sociedad alemana occidental.
Como consecuencia colateral de la crisis del petróleo, los grupúsculos residuales de las revueltas de los 60 y los situados a la izquierda del Partido Socialdemócrata, sin olvidar, aunque se olvida, el latente econazismo de montañas nevadas y banderas al viento en sectores no tan minoritarios de la población, surgió un movimiento ecologista potente contra la energía nuclear civil llamado Energiewende (antinuclear, control democrático y activismo medioambiental). De esta manera, en 1980, seis años antes del accidente de Chernóbil, se funda el Partido verde Die Grünen. La primera gran victoria de los verdes, se produce con la paralización del proyecto de la central nuclear de Wyhl en 1983. La fusión del núcleo del reactor de la central nuclear de Chernóbil en 1986 afianzó a los verdes como fuerza política, al exagerar hasta el paroxismo los niveles de radioactividad o lluvia radiactiva procedente de Chernóbil que caía como hecatombe flamígera sobre Alemania. El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) que había hasta entonces apoyado el plan de desarrollo de la energía nuclear civil, en agosto de 1986 propuso su abandono en 10 años. Empero, el entonces Canciller y dirigente de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), Helmut Kohl, mantuvo el apoyo a la energía nuclear.
Bajo la batuta de Kohl como canciller de la RFA entre el 1 de octubre de 1982 y el 26 de octubre de 1998, la política de diversificación energética se mantiene a pesar de las manifestaciones en contra de los verdes y del SPD. Esta posición y el mantenimiento del ordoliberalismo como línea maestra de la economía, permitieron a la RFA remontar la crisis de los setenta con creces. Ya en 1989 la RFA era la tercera potencia económica mundial solo por detrás de EEUU y Japón. Y sobre estos poderes, el 3 de octubre de 1990 el Helmut Kohl logró la reunificación de Alemania que consistió en la absorción por parte de la RFA de los cinco landers de la sovietizada República Democrática Alemana: Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Sajonia, Sajonia Anhalt y Turingia y Brandeburgo. Con el cierre de las tres deplorables centrales nucleares de la RDA, la RFA en 1992 tenía 17 plantas nucleares en activo.
Tras la victoria electoral de la coalición del SPD dirigido por Gerhard Schröder y los Verdes encabezados por Joshka Fischer en 1998, el nuevo gobierno roji-verde establece el objetivo de eliminar todas las centrales nucleares inmediatamente. Tras escabrosas negociaciones que duraron más de dos años, el gobierno dirigido por Schröder pactó con la industria el desmantelamiento progresivo de las centrales nucleares, estableciendo un periodo máximo de actividad de 32 años, de modo que el último reactor se debería desconectar en 2022. Al mismo tiempo, el gobierno aprobó una serie de leyes (Erneuerbare-Energien-Gesetz) para incentivar, a través de reducciones fiscales, subvenciones y otros muchos privilegios, la generación de energía eléctrica renovable como colofón del programa Energiewende.
El 30 de mayo de 2005 Ángela Merkel es elegida Canciller de la RFA. Al constatar que el precio de la energía eléctrica generada por las energías renovables era mucho más caro e inestable que la generada por las centrales nucleares recién cerradas de Stade y Obrigheim, mientras que las centrales de gas natural aseguraban el suministro, el 13 de octubre del 2005, Gazprom Export firmó un contrato con las alemanas Wingas y Wintershall (filial de BASF), para suministrar 9 millones de m³ de gas natural al año durante 25 años. El 9 abril 2010 el presidente de Rusia, Dmitri Medvedev, y Ángela Merkel, inauguraron la construcción del primer ramal del gasoducto Nord Stream para facilitar la llegada del gas ruso a Alemania que hasta entonces se suministraba a través de Ucrania y Polonia por los gaseoductos Brotherhood y Yamal-Europa (1997). Aquel acuerdo fue una puñalada trapera para Ucrania, Polonia y las repúblicas del Báltico. En noviembre de 2011 fue inaugurado por Merkel y Medvédev el primer ramal. El segundo ramal empezó a construirse en mayo de 2011 y se terminó en abril de 2012. El tendido de Nord Stream 2 se llevó a cabo entre 2018-2021. La primera línea de Nord Stream 2 se completó en junio de 2021 y la segunda línea se completó en septiembre de 2021.
No puede ser casual que desde que dejó de ser canciller en 2005, Gerhard Schröder trabajara para la industria gasista y petrolera rusa en concreto Presidente del consejo de administración del consorcio petrolero Rosneft, con un sueldo oficial de 600.000 euros al año, consejero de Gazprom y del Nord Stream AG, además de reconocer ser amigo personal de Putin.
En 2010 Angela Merkel acuerda en su segunda legislatura, con el Partido Liberal (FDP) como socio, extender los plazos para las entonces 17 plantas nucleares en activo. Se mantiene el objetivo del adiós a la energía nuclear, pero prolonga 14 años más la actividad de los reactores más recientes. Ya la dependencia de la RFA del gas ruso era importante, con el Nord Stream 2 y el cierre de las centrales nucleares y de carbón se convierte en absoluta. Pero el gas ruso es abundante y barato, más barato para Alemania que para todos los demás. Putin está encantado con su clienta Merkel.
Cuatro días después de la catástrofe de Fukushima (Japón) de 2011, Ángela Merkel revierte su anterior decisión y recupera el calendario del apagón para 2022. Ordena revisar la seguridad de todas las plantas y establece que las siete centrales nucleares construidas en los ochenta deben desconectarse en tres meses. Indemniza a los consorcios afectados con 2.400 millones de euros. Esta pusilánime decisión carente de visión estratégica por cuanto deja Alemania a merced de la llave de paso del gas ruso, es aplaudida por la mayoría de la opinión pública alemana y europea. El gas ruso sigue siendo abundante y barato, más barato para Alemania que para todos los demás. Putin está aún más encantado con su clienta Merkel.
El socialdemócrata Olaf Scholz logró en diciembre de 2021 formar gobierno aliado con los verdes y los liberales. Solo tres meses más tarde, Rusia invade Ucrania. Ante este panorama, pero creyendo que se trataba de un Blitzkrieg (guerra relámpago) de los rusos, su gobierno decide una última prórroga para las tres centrales nucleares que siguen activas. El apagón ya no será el 31 de diciembre de 2022 sino el 15 de abril de 2023. Scholz adopta esa decisión sin el consenso de sus socios. El ministro de Economía y Protección del Clima, el verde Robert Habeck, defendió el calendario previsto, mientras que el de Finanzas, el liberal Christian Lindner, reclamó mantener las últimas plantas en activo durante más tiempo.
Pero los ucranianos aguantaron la embestida y se han empeñado en subsistir como nación. Mientras tanto, Alemania se encontró entre la espada de su dependencia energética del gas ruso y la pared de su pertenencia a la OTAN y a la UE. De cómo llegó la laboriosa y parecía que sensata Alemania a esta lamentable situación solo se explica por la implantación de una ideología falsificadora de la realidad que establece la anticientífica e insensata doctrina antinuclear, como elemento sustancial para proteger el medio ambiente, cuando la realidad científica demuestra que es todo lo contrario. Porque además, la reaccionaria doctrina antinuclear frena la investigación científica y el desarrollo de una industria eficiente y limpia. El ejemplo palmario de este sindiós ideológico es la Ley 7/2021, de cambio climático y transición energética perpetrada por el gobierno de Sánchez.
La trampa tendida por Putin, ese gas abundante y barato, ha destapado el dumping energético a una industria antaño dinámica y competitiva y hoy entumecida.
El conocido historiador alemán Andreas Rödder exponía hace un mes en Die Welt su temor: «Todo el modelo empresarial alemán ya no funciona». Recordaba que «se apoyaba en tres pilares: Importaciones de energía barata de Rusia, dependencia económica de China y seguridad proporcionada por EE UU y la OTAN sin pagar por nuestra parte».