LA PANDEMIA HISTORICISTA

Al ser utilizado a diario consciente o inconscientemente por la inmensa mayoría de periodistas e eruditos que publican en los medios, nos hemos habituado a leer y escuchar ensayos, artículos y noticieros basados en el historicismo, una teoría que sostiene que la naturaleza de los seres humanos y de sus actos, solo se puede entender considerándolos como parte integrante del devenir de la historia, un proceso histórico continuo debido a que la historia tiene sus propias leyes. Uno de los pensadores que ha refutado esta tesis con determinación fue Karl Popper en: “La miseria del Historicismo” indicando que el historicista cree en una «ley del desarrollo histórico» y en la existencia de un patrón en la historia, e incluso de un fin, y en que su descubrimiento es la tarea central de la ciencia social. Desde esa presunción, el historicismo establece que esas leyes deben determinar la dirección de la acción política y social.

Los padres del historicismo tienen gran reputación en diferentes corrientes de pensamiento, desde Gottfried von Herder hasta Benedetto Croce, pasando por Friedrich Hegel, Karl Marx, Wilhelm Dilthey, etc. Quizá la frase más rotunda y que mejor sintetiza el historicismo sea la firmada por Wilhelm Dilthey: “Lo que el hombre es lo experimenta solo a través de su historia”. Por supuesto los principios del materialismo dialéctico en que se basa el materialismo histórico marxista, contienen los rasgos historicistas de predeterminación del destino del hombre ordenado por un proceso histórico. Y aunque los padres del historicismo y sus seguidores suelen alinearse en ideologías redentoristas, otras corrientes antitéticas como el positivismo con su búsqueda de leyes generales reguladoras del devenir social y varias ramas del liberalismo como el neoliberalismo (consenso de Washington) siguen pautas historicistas. Es el caso de Francis Fukuyama con su afamada teoría del Fin de Historia cuando establece: “la Historia entendida como un único y coherente proceso evolutivo”.

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Las tópicas frases hechas que oímos o leemos a menudo como: «los mercados libres conducen al desarrollo democrático«, o «el socialismo es inevitable debido a la ineludible crisis final del capitalismo«, contienen un determinismo historicista claro. Al profundizar en estos rasgos historicistas, el historiador Timothy Snyder los ha sintetizado con dos conceptos interpuestos: política de la eternidad y política de la inevitabilidad. Así, el relato de la eternidad es, además, identitario y maniqueo. Trata de nosotros/los puros contra ellos/los malos, y el éxito de los primeros pasa por la eliminación física o política de los segundos. Lo importante son los roles inmutables atribuidos por el autor del relato, y a partir de ahí lo relevante no es lo que uno hace, sino lo que uno es según el papel asignado. En consecuencia, desaparece la objetividad. Los hechos ya no son valorados por lo que son, sino en función de sus autores: un mismo hecho es bueno si lo hacemos “nosotros”, y malo si lo hacen “ellos”.

Con la inevitabilidad, las ideologías apoyadas en el historicismo presentan el triunfo de sus ideas como predestinado y fin y final de la historia. A menudo, los políticos de la inevitabilidad retratan la historia como un viaje del salvajismo a la civilización y asumen que esta tendencia continuará hasta el resultado deseado. Así, Marx entendía que la sociedad había cambiado entre varios modos de producción, desde los cazadores-recolectores neolíticos, la esclavitud antigua, la servidumbre feudal y luego el capitalismo, y que estos modos de producción dictaban cómo operaban las sociedades y, en última instancia, sus contradicciones (dialéctica) conducían al siguiente modo. Marx argumentó que la historia era, en esencia, una lucha de clases y que esta lucha definía su recorrido. Por lo tanto, la victoria del proletariado sobre la burguesía era ineludible como consecución de la dialéctica histórica. En el período moderno, postuló Marx, la lucha entre la burguesía y el proletariado conduciría al colapso del capitalismo y al triunfo del socialismo. Como indica el Manifiesto Comunista: «Hasta ahora, toda forma de sociedad se ha basado, como ya hemos visto, en el antagonismo de las clases opresoras y oprimidas… El desarrollo de la Industria Moderna, por lo tanto, corta bajo sus pies la base misma sobre la cual la burguesía produce y se apropia de los productos. Lo que produce, pues, la burguesía, sobre todo, son sus propios sepultureros. Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables». Este determinismo historicista ha impulsado e impulsa tácticas, estrategias y acciones despiadadas por parte de sus creyentes. Así, durante los procesos revolucionarios y sus consolidaciones como regímenes en Rusia, China y otros países, los dirigentes marxistas-leninistas-populistas cometieron y cometen atrocidades con impunidad, ya que todo lo que hicieron y hacen, es al servicio de la justa e inevitable revolución mundial, tal y como dicta el dogma.

LA INEVITABILIDAD DE LOS HISTORICISTAS “LIBERALES”

Según el canon histórico liberal, gracias a los grandes pensadores que desarrollaron los conceptos de libertades universales y derechos de propiedad, se desarrollaron las instituciones de los Países Bajos, Inglaterra y Estados Unidos logrando con ello adoptar las formas de gobierno más óptimas y democráticas. Con esta tesitura, el relato de los Fukuyama aseguraron que el comunismo y el fascismo fracasaron porque no tomaron en cuenta el anhelo innato de libertad dentro de todas las personas. Además, muchos liberales del siglo XX creían que el capitalismo combinado con la democracia proporcionaría el equilibrio perfecto para la gobernabilidad y, en consecuencia, se arraigaría en todos los países en donde se estableciera la propiedad privada y el mercado libre. Sobre esta inevitabilidad, cuando se derrumbó la Unión Soviética los liberales historicistas concluyeron que el liberalismo ya era dominante y que había llegado el «fin de la historia«. Los últimos vestigios del comunismo, en China, caerían con el desarrollo de mercados abiertos, puesto que la emergente clase media china exigiría reformas políticas liberadoras y democráticas, por lo que la democracia capitalista liberal reinaría en el mundo per in sæcula sæculorum amen.

Ante estas derivas historicistas neoliberales Snyder es categórico: «Los traumas aparentemente lejanos del fascismo, el nazismo y el comunismo parecían estar retrocediendo hasta volverse insignificantes. Nos permitimos el lujo de aceptar la política de la inevitabilidad, la sensación de que la historia solo podía avanzar en una dirección: hacia la democracia liberal. Entre 1989 y 1991, cuando tocó a su fin el comunismo en Europa oriental, nos tragamos el mito de un «final de la historia». Al hacerlo, bajamos las defensas, limitamos nuestra imaginación, y dejamos la puerta abierta justamente al tipo de regímenes que nos decíamos que no podrían volver jamás».

Trascurridos más de tres decenios de los augurios del fin de la historia y el “inevitable” reinado del liberalismo en todo el orbe, somos testigos que en vez de avanzar hacia esa meta estamos retrocediendo. La degradación de las libertades al socaire de las doctrinas woke en occidente, el fracaso de la llamada primavera árabe, la propagación del terrorismo islamista, la radicalización de la dictadura del Partido Comunista en China y el ascenso del populismo en general, a veces revestido de redentorista y otras de nacionalista, son hechos peliagudos. Por si faltaba poco para nublar el presente y el futuro de la humanidad, los principios liberales del capitalismo están siendo arrasados por el capitalismo woke que no es otra cosa que en un juego de monopolio. Juego que conduce a un corporativismo apoyado por la mayoría de los estados occidentales y otros organismos internacionales como Naciones Unidas, con el fin de lograr la cancelación de los insumisos e imponer un orden corporativo mundial. No hace falta ser muy perspicaz para no ver esta estrategia global, basta leer las agendas de desarrollo sostenible o el ODS 13 Acción por el clima o, mejor aún, al imperioso el fundador y presidente del Foro Económico Mundial (FEM), Klaus Schwab en junio de 2020: «Todos los países, desde Estados Unidos hasta China, deben participar, y todas las industrias, desde el petróleo y el gas hasta la tecnología, deben transformarse. En resumen, necesitamos un «Gran Reset» del capitalismo».

ETERNIDAD Y VICTIMISMO

Establecidos en la incertidumbre hacia el futuro, triunfa la política de la eternidad donde un grupo o nación se coloca en el centro del victimismo histórico colectivo y perpetuo. Para los predicadores nacionalistas y xenófobos que han optado por la política de la eternidad, su eterna nación está bajo el constante ataque de los forasteros, por lo que no hay otra alternativa que expulsar o eliminar a los extranjeros o traidores y establecer un férreo Estado nacional.

Donde la política de la eternidad victimista se exhibe ahora, con la contundencia sofista de la engrasada por años de experiencia soviética de la agitprop, el relato del gobierno ruso sobre su invasión a Ucrania. Es Vladimir Putin quien afirma que Occidente ha intentado durante milenios penetrar en Rusia: imponer la cultura occidental, las instituciones occidentales y la moral occidental en el estado ruso. Rusia, como un «Estado inocente«, simplemente ha buscado protegerse a sí mismo y a sus «estados hermanos pequeños» como Ucrania, de la dominación occidental. Así, Rusia se defiende del decadente liberalismo occidental, de su ateísmo y de la degradación de la familia. En 2014, Putin justificó la ocupación del Donbás y la anexión de Crimea manu militari con el argumento, también usado por los nazis para anexionarse los Sudetes y Austria, de proteger a los rusoparlantes, cuyos derechos estaban siendo atacados. La invasión de Ucrania en 2022 actualizó ese relato: se estaba produciendo un genocidio contra la población rusa en Ucrania y había que acudir a su rescate y derrocar al Gobierno neonazi de Zelenski. Ese supuesto genocidio, por supuesto, no iba a limitarse a Ucrania: era el pueblo ruso, el russkiy mir, el que estaba en peligro. El ataque a Ucrania era preventivo. «Lo que está ocurriendo en Ucrania es una tragedia, de eso no hay duda. Pero no teníamos elección. Era cuestión de tiempo que se produjera un ataque contra Rusia», dijo Putin en abril de 2022. Este discurso victimista oculta la ambición derivada del decimonónico paneslavismo, donde la «gran nación rusa» compuesta exclusivamente por los eslavos, tiene el deber y el derecho de unificarlos y establecer el Russkiy mir en Europa y Asia bajo las égidas de autocracia y ortodoxia.

 

La tesis de la agresión occidental es asumida por muchos ciudadanos occidentales. Y lo hacen desdeñando muchos datos históricos relevantes, por ejemplo: el Pacto Mólotov-Ribbentrop y la consiguiente invasión del este de Polonia por la URSS en septiembre de 1939 mientras los nazis tomaban el oeste. Tampoco dan importancia a la ocupación soviética de los países bálticos a mediados de junio de 1940, el frustrado intento de quedarse con Finlandia invadiéndola a sangre y fuego en diciembre de 1939, invasión que recuerda la actual en Ucrania. Olvidan también el dato de la enorme ayuda norteamericana a la URSS de Stalin sin la que los habitantes de la URSS habrían sufrido aún más el zarpazo nazi, mientras pasan por alto como la URSS se apropió de la Europa oriental incumpliendo los compromisos de la Conferencia de Yalta. Pero menos justificable si cabe es esquivar la dominación colonialista y con bota militar encima de las naciones de Europa oriental demostrada por la invasión sangrienta que aplasto la insurrección de los húngaros en 1956, junto con la invasión bestial de Checoslovaquia con 2.000 tanques soviéticos y cientos de miles de soldados que acabaron con la heroica Primavera de Praga en agosto de 1968.

Si estos datos no ponen en duda la eternidad victimista del relato putinesco, al menos deberían templar las acusaciones de quienes en occidente culpan a Estados Unidos de la Guerra Fría, acusan a las administraciones de Reagan y H. W. Bush de dividir el Pacto de Varsovia y de traición a lo pactado con Rusia, tras el hundimiento de la URSS, por parte de los sucesivos presidentes estadounidenses y dirigentes de la Unión Europea ampliando la OTAN y la UE y enganchando a los países del este de Europa fronterizos con Rusia. Además, alineándose con el relato de la eternidad rusa, los rusófilos occidentales consideran que Occidente simplemente está repitiendo su táctica centenaria para atacar los valores rusos y la grandeza de Rusia, aludiendo a la Guerra de Crimea y la I Guerra Mundial. De este modo compran acríticamente el relato victimista de Putin expresado claramente en su discurso de año nuevo de 2023: «El futuro de Rusia es lo que más importa. Defender nuestra Patria es el deber sagrado que tenemos con nuestros antepasados y descendientes. La verdad moral e histórica está de nuestro lado. Occidente nos mintió sobre la paz mientras se preparaba para la agresión, y hoy ya no dudan en admitirlo abiertamente y utilizar cínicamente a Ucrania y su pueblo como un medio para debilitar y dividir a Rusia. Nunca hemos permitido que nadie haga esto y no lo permitiremos ahora».

Menos mal que la política de la eternidad comete el mismo error que la política de la inevitabilidad, al eliminar la dinámica iniciativa de individuos y movimientos con motivaciones y estrategias propias. Si recorriendo los acontecimientos históricos desde inicio del siglo XX, resulta palmario comprender los motivos de los polacos para pedir la entrada en la UE y en la OTAN, tampoco es complicado comprender el sentimiento pro-occidental de los ucranianos expresado en la Revolución de la Dignidad, si recordamos, por ejemplo, el Holodomor.

LIBERTAD Y RACIOCINIO

El determinismo historicista expresado en la inevitabilidad y en la eternidad, cancela cualquier desarrollo de la conciencia política y social de los individuos y las sociedades, cuando es ese desarrollo el que concreta la historia. Predecir las evoluciones de las sociedades es labor de arúspice más que de científicos. Se puede utilizar las ciencias para encauzar políticas y economías, se puede usar, con la debida prudencia y no con métodos Tezanos, encuestas y datos estadísticos para evaluar tendencias. Lo que es falaz y contrario a la experiencia milenaria, además de acientífico, es crear una única narrativa coherente sobre el pasado histórico, el presente político y el futuro prospectivo por el simple hecho de que los seres humanos no tienen omnisciencia. No podemos aislar a los individuos y comunidades que dan forma al desarrollo histórico. No podemos agregar la historia, y no debemos intentarlo.

La faceta más peligrosa de la política de la eternidad y la política de la inevitabilidad no es la simplificación excesiva de la historia que encarnan, sino las implicaciones sociales que imponen. La crisis actual de las democracias capitalistas liberales tiene varias causas, destaca, sin embargo, la alianza entre burócratas y oligarcas para restaurar un corporativismo oligopolista mundial, donde el wokeismo sea el soma narcotizante que entretenga a las masas, lo que supondría la aniquilación de las “eternas” premisas e instituciones liberales. Por el contrario, los epígonos posmodernos marxistas continúan con neologismos rebuscados justificando la cancelación de insumisos, la privación de derechos y la aniquilación del enemigo en nombre de una revolución mundial inevitable que nunca llegará. Para los nacionalistas significa una lucha paranoica constante por el dominio contra sus vecinos y renegados, sin importar el costo.

Finalmente, estas narrativas historicistas debilitan la capacidad del individuo para hacer un cambio junto con su comunidad. Niegan uno de los factores más fundamentales del desarrollo histórico: que los individuos, las instituciones y los grupos de interés pueden y deben impulsar el “progreso”. Las ideas historicistas, como dice Timothy Snyder, nos ponen en un “coma intelectual”. Al negar el historicismo, no debemos negar que el progreso es posible, sino que debemos aceptar que el progreso no está predeterminado y depende de todos nosotros como participantes activos para hacer historia de verdad.

Referencias:

La miseria del Historicismo. Karl Popper

El camino hacia la no libertad. Rusia, Europa America. Timothy Snyder

Manifiesto Comunista. Karl Marx y Friedrich Engels

Vladimir Putin’s politics of eternity. Timothy Snyder en The Guardian

Woke, Inc.: Inside Corporate America’s Social Justice Scam. Vivek Ramaswamy

Canadá: la primera nación woke

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Sigo con interés los acontecimientos de Canadá, pues no en vano pasé allí 8 años de juventud con sus correspondientes inviernos de los de antes del cambio climático y conservo algunos familiares y amigos. Se bien que en España, la opinión mayoritaria considera a Canadá un país civilizadísimo, la Escandinavia de América. No pretendo estropearles esa amable estampa aunque, como sucede en los países escandinavos, no es oro todo lo que reluce. Ya conté en “Caminos sobre la mar” mis impresiones cuando llegué en otoño de 1965 a Montreal, en donde la provincia de Quebec se despojaba sin aparentes traumas del nacional-catolicismo del admirador de Franco, Maurice Duplessis, para ir abrazando un liberalismo contaminado de socialdemocracia que abanderaban unos jóvenes políticos que llamaban a su propósito “Révolution tranquille”, revolución que muy pronto degeneró en nacionalismo.

Mucho me sorprendió entonces encontrarme un país con automóviles de cocote largo y gasolineras en todas las esquinas que, sin embargo, carecía de seguridad social (se estableció en noviembre de 1970) y una calidad democrática mediocre, debido a una judicatura intervenida por el poder político de forma aún más descarada que la del franquismo. Así, los jueces de los tribunales superiores de justicia provinciales eran (son) nombrados y destituidos por el Gobierno Federal de Canadá, los jueces de otros tribunales provinciales y federales eran (son), respectivamente, nombrados y destituidos por los gobiernos provinciales y federales.

En esas cavilaciones estaba cuando de refilón conocí a Pierre E. Trudeau en la Asociación Española de Pedro, una especie de Café de Flore aflamencado situado a pocos metros de la McGill University, entonces izquierdista y ahora woke. Por allí deambulaban izquierdistas, nacionalistas quebequenses, desertores yanquis y huidos de todo el mundo. Como hijo de una familia opulenta gracias a la especulación inmobiliaria acaecida en Montreal a principios del siglo XX (bautizado Joseph-Philippe-Pierre-Yves-Elliott), aquel aún joven catedrático cordial, solterón y decían que promiscuo que acababa de ser elegido diputado del Partido Liberal, frecuentaba los garitos de la bohemia intelectual de la época. Cuando poco después llegó a Primer Ministro de Canadá no le vi más en persona pero mucho en televisión, sobre todo en octubre de 1970 cuando puso al ejército a patrullar las calles de Quebec y declaró el estado de sitio contra los terroristas del FLQ cercanos ideológicamente a ETA. El “liberal” Pierre Trudeau abolió la pena de muerte en 1976, al mismo tiempo que respaldaba al dictador Fidel Castro regalándole unos cuanto millones de dólares. Su amistad con el tirano cubano se prolongó hasta el final de sus días, al punto que Fidel Castro se desplazó a Montreal en el 2000, para asistir al funeral de su magnánimo amigo Pierre.

¿De tal palo tal astilla? Pues aunque no sea una ley biológica, teniendo también en cuenta el perfil hippie New Age burguesote de su madre; Margaret Joan Sinclair, que Justin Trudeau sea un político relativista, vanidoso y oportunista, capaz de firmar un acuerdo de coalición Frankenstein, sustentado en la doctrina woke, entre su partido y los izquierdistas desnortados del NDP, con el único fin de amarrarse al poder hasta, al menos 2025, no es sorprendente. Sobre todo para los españoles que soportamos una actitud similar por parte de Pedro Sánchez Pérez-Castejón.

La última medida basada en la doctrina woke que abraza con fanatismo el gobierno presidido por Justin Trudeau, es el proyecto de ley C36 “anti-hate bill” (Ley anti odio). Una ley que impone multas de hasta $200,000, la incautación de bienes y la cárcel para médicos, psicólogos, psiquiatras y otros profesionales que manifiesten “información engañosa a los pacientes o al público” tanto privada como públicamente en redes sociales o artículos de opinión. Es decir, se criminaliza cualquier discurso o cualquier opinión que no se ajuste al oficial derivado de la doctrina izquierdista woke.

Con esta ley, el gobierno de Trudeau pretende implantar la censura previa y el castigo severo al discrepante, a través de una ley que proclama evitar el odio. Se trata de una inquisición descarada contra todos los que no comulguen con los mandamientos woke. En realidad, con dicha ley se “legaliza” la imposición del pensamiento único oficial del Gran Hermano que desde hace años campea en las universidades, escuelas e instituciones canadienses.

Un atisbo de esperanza acaba de surgir en Canadá, pues parece que el silencio de los corderos se ha roto con el escándalo surgido tras el intento de cancelar profesional y socialmente al famoso psicólogo clínico Jordan Peterson, por parte del Colegio de Psicólogos de Ontario. Con un descaro ostentoso, el Colegio profesional se ha permitido cancelar el derecho de ejercer su profesión a Peterson y quiere imponerle unos cursos de reorientación de duración indeterminada (pueden ser años), para que el psicólogo clínico purgue los pecados cometidos en sus comentarios públicos en Twitter y el podcast The Joe Rogan Experience. Es evidente que estamos ante una condena que recuerda los campos de reeducación soviéticos. Los ejemplos de los supuestos delitos de Peterson en las redes sociales incluyen pedir el fin de los mandatos de vacunación discriminatorios y no científicos, retuitear al líder del Partido Conservador de Canadá, Pierre Poilievre, y criticar al primer ministro canadiense, Justin Trudeau.

De la violencia contra la mujer

31/12/2022.

Acabando 2022 nos encontramos con los terribles datos de una lacra social vergonzosa, la violencia contra la mujer por parte de abusadores y asesinos. Además de cientos de agresiones sexuales a mujeres y niños de ambos sexos, durante 2022 en España han sido asesinadas 49 mujeres. No menos alarmante son los datos de violencia en las relaciones entre menores de 18 años que en 2021 llegaron a 661, lo que supuso un 28,6% más que en el año anterior. Según los datos de este año, las denuncias por violencia de género y agresión sexual en los juzgados españoles han aumentado cerca del 10% con respecto a 2021. Estos espeluznantes datos son una constante durante lo que llevamos de siglo. Además de mujeres, fueron asesinados decenas de niños y quedaron huérfanos otros tantos.

Empecemos recordando que desde el 2004 España cuenta con la Ley Orgánica 1/2004, de medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, la Ley Orgánica 3/2007, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, la Ley Orgánica 10/2022, de garantía integral de la libertad sexual, el Código de Violencia de Género y Doméstica, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género así como otras leyes similares en cada una de las 17 autonomías. Todas estas leyes, códigos, pactos y reglamentos, están inspirados por la ideología género que considera a los hombres como perpetradores y a las mujeres como víctimas. En ningún caso se contabiliza oficialmente como violencia de género cuando la mujer agrede al hombre.

El Ministerio de Igualdad fue creado en 2008 por José Luis Rodríguez Zapatero, quien luego lo integró como Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. En 2020 el departamento de Igualdad fue desvinculado de la Vicepresidencia del Gobierno, para convertirse de nuevo en Ministerio de Igualdad regido por Irene Montero, asistida por la secretaria de Estado de Igualdad Noelia Vera. Mediante el Real Decreto 455/2020, de 10 de marzo se estructuró orgánicamente el Ministerio de Igualdad, estableciendo la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género con rango de Dirección General dirigido por Victoria Rosell. Dependen de la Delegación del Gobierno, con nivel orgánico de subdirección general, la Subdirección General de Sensibilización, Prevención y Estudios de la Violencia de Género, la secretaría del Observatorio Estatal de la Violencia sobre la Mujer, la Subdirección General de Coordinación Interinstitucional en Violencia de Género, las Unidades de Coordinación contra la Violencia sobre la Mujer y las Unidades de Violencia sobre la Mujer.

Al socaire de las mencionadas leyes, regulaciones y organismos, se establecieron otras instituciones públicas y privadas (asociaciones mayoritariamente subvencionadas por el erario) con programas contra la violencia de género y ayudas a las víctimas. Destacan, entre otras instituciones y organismos, el Instituto de la Mujer, el Instituto de la Juventud, el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, los observatorios autonómicos de violencia de género, las redes de atención integral para la violencia de género, las Unidades de Atención a la Familia y Mujer de la Policía Nacional, etcétera. De este frondoso árbol institucional han florecido expertas en violencia de género en los distintos campos; desde abogadas, juezas, fiscalas, psicólogas, trabajadoras sociales, periodistas y sociólogas.

Desde el tronco hasta la última de las ramas del árbol institucional mencionado, se reivindican que las medidas de protección integral tienen como finalidad prevenir, sancionar y erradicar esta violencia y prestar asistencia a las mujeres, a sus hijos menores y a los menores sujetos a su tutela o guarda y custodia, víctimas directas de esta violencia.

Ante los aterradores datos de agresiones y crímenes surge la obvia pregunta ¿Por qué este formidable aparato estatal, que supone un enorme esfuerzo de recursos de todo tipo, ha sido incapaz de reducir, tras tantos años, la violencia contra la mujer? Y no solo no la ha reducido sino que los datos muestran el aumento de la violencia en las relaciones entre los jóvenes. La respuesta que ahora nos ofrece el gobierno y sus medios es «Más educación contra el machismo y nunca difundir discursos que niegan la violencia de género». Acabáramos, educación para la ciudadanía correcta y censura a lo políticamente incorrecto.

La contumacia de los ideólogos que conforman el gobierno español es palmaria puesto que no aprecian traspié alguno ni daño a la convivencia en las “discriminaciones positivas” derivadas de la ideología de género impuestas en todas las aludidas leyes y reglamentos, en detrimento de la igualdad establecida en el Artículo 14 de la Constitución española aún vigente: “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Esta cerrazón ideológica, les lleva directamente a la siguiente pirueta cuando apelan a la educación como otro bálsamo de fierabrás para erradicar la violencia contra la mujer. Y lo hacen con un desparpajo vergonzoso sabiendo de sobra el constante incremento de la violencia en las relaciones de pareja tras 8 leyes educativas en España desde 1980, de la LOECE a la LOMLOE, 15 años de Educación para la Ciudadanía, cinco con semáforos y buzones de Correos unisex e innumerables tesis, masters y conferencias.

Ante los hechos, ante la cruda realidad de unas relaciones afectivas entre hombre y mujer equívocas, sobradas de hedonismo y exclusivismo que generan conflictos que derivan demasiadas veces en violencia, es imprescindible verificar porqué, a pesar del enorme intervencionismo del Estado, los conflictos y la violencia entre parejas lejos de disminuir, aumentan. Enseguida, nos encontramos frente a la ideología de género o teoría queer. Para empezar, como el marxismo hizo con las clases sociales, la queer divide al ser humano en dos dimensiones; cosa pensante y sustancia extensa frente a autoconciencia y corporeidad. Por ello, la especie humana en su conjunto es dividida entre “seres humanos en sentido biológico” y “personas”. Ambas separaciones explican la aceptación acrítica de conceptos tan difusamente delineados como: “identidad autopercibida” y “sexo psicológico”, protagonistas en la formulación teórica de la ideología de género. Estas elucubraciones han fructificado en las sociedades occidentales democráticas donde, tras décadas de opulencia, se ha maximizado el hedonista placer individual; la censura a todo límite moral o institucional impuesto al deseo de satisfacción individual y la brutalidad frente a todo cuanto se opone a la realización de las pretensiones individuales. La razón biológica y la ética impugna el concepto queer, mostrando que el tratamiento hormonal y la cirugía no operan un “cambio substancial” en el individuo, sino tan sólo movimientos accidentales. Que el sujeto permanezca siendo el mismo, aunque su cuerpo se transforme radicalmente, explica el alto grado de insatisfacción entre las personas reasignadas. Tanto “quiénes somos” como “lo que somos”, constituye un dato objetivo y objetivable mucho antes de ser percibido por nuestra conciencia. Entender al ser humano como autoconciencia hace que desaparezca la realidad. La autoconciencia no aporta necesariamente una información veraz sobre nosotros mismos sino que siempre es matizada por la mirada ajena.

Deducir de lo antedicho y de la información disponible que la ideología de género o teoría queer es una doctrina de teología turbada que, sin embargo, ha reinventado el infierno trentino en la tierra para condenar “cancelar de la faz de la tierra” a heteropatriarcales y otros infieles a través de autos sacramentales y fetuas mil, es de una lógica aplastante. Por consiguiente, se trata de un credo antidemocrático que pone su epicentro en la subjetividad, pretende una construcción arbitraria de la identidad sexual ajena a los factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales de la naturaleza humana, e intenta imponer una sociedad radicalmente separada de la búsqueda de la verdad dentro de la naturaleza. No debe, por tanto, formar parte del currículo escolar ni ser base de legislación alguna.

¿EL CAPITALISMO WOKE SE DEBILITA?

10/12/2022.

El capitalismo woke o «stakeholder Capitalism» (ver: DEL MARXISMO AL CAPITALISMO WOKE. UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA parece que está empezando a perder fuelle, prestigio y, sobre todo, dinero. Como ha denunciado Vivek Ramaswamy en “Woke Inc”, los ejecutivos formados en las universidades wokes, junto con la enorme presión del Partido Demócrata y los lobbies alrededor de los Sanders-Warren, ACLU, etc, etc, han logrado imponer la agenda ESG (en inglés “Environmental, social and corporate governance”- ASG en español así como ISR de inversión sostenible y responsable que integra los criterios ambientales, sociales y de buen gobierno) en todo occidente. Ello implica la falsificación del objetivo principal de la empresa: obtener beneficios para sus accionistas y óptimo servicio a sus clientes, puesto que estos empresarios dedican tiempo y dinero de la empresa que dirigen, en labrarse reputaciones personales como altruistas conscientes de los males del mundo. Con este plan, con el dinero que les confían sus inversores y clientes, se exhiben con no poca insolencia como salvadores de la tierra y bienhechores de la humanidad. Estos “concienciados” directivos quieren cambiarnos copiando en buena parte el guión de ese “hombre nuevo” imaginado por Nietzsche y Guevara; unos vasallos zombis que paguen sin rechistar. Y todo ello en comandita con los activistas wokes que practican la censura y la intolerancia que sintetiza la llamada «cultura de la cancelación«, para eliminar social y laboralmente a todo aquel que ose criticar el juego de monopolio que pretenden imponer.

Por supuesto, estos multimillonarios empresarios cuentan con el apoyo de Naciones Unidas, la UE, la mayoría de los gobiernos occidentales, e innumerables asociaciones con ánimo de lucro no declarado. Al mismo tiempo, la salvación del planeta que proponen les comporta cantidades ingentes de recursos públicos y algunos privados que, en realidad, sufragan los contribuyentes al erario de los países occidentales, a través de todo tipo de impuestos. Sobre esta colchoneta de dinero, se han fundado organizaciones wokes intergubernamentales y privadas, con el fin de guiar y comprometer (y vigilar) el buen comportamiento ESG de las empresas de occidente. Son los poderosos lobbies y conglomerados: Net Zero Asset Managers (NZAM), European CEO Alliance, European Green Deal, EU taxonomy, Global Reporting Initiative (GRI), etc. Más que alentar, estas organizaciones se encargan de imponer y vigilar el cumplimiento por parte de las empresas de los objetivos de diversidad (incluyendo la discriminación positiva), alcanzar cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050 y mantener el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados.

Además de que la inmensa mayoría de los objetivos ESG-wokes son humo, imponerlos en las empresas privadas constituye un claro incumplimiento fiduciario de los directivos, por cuanto al perpetrarlos, utilizan fondos de sus accionistas y clientes en promover agendas sociales que muchos de esos accionistas y clientes *nunca* aceptaron. Ni que decir tiene que Iberdrola, Santander, BBV, Repsol, CEPSA, Telefónica, Grupo Social Once, Mercadona, Inditex, ESG, Ikea, Mapfre, Mutua Madrileña, Mahou San Miguel, Caixabank, IberCaja, Banco Sabadell, BANKINTER, RENFE, AENA, Pascual, Campo Frío, Sanitas, El Corte Inglés, Naturgy, PRISA, Vocento, Unidad Editorial, Atresmedia, Planeta, Mediaset, Grifols, ACCIONA y unas cuantas más, han pasado por el aro ESG y pertenecen a uno o a varios de los mencionados lobbies y conglomerados vigilantes del ESG. En seguida veremos porqué.

Y sin embargo, desde hace unos meses las grietas empiezan a surgir en las empresas más wokes. Parece que la estrategia ESG no termina de ser rentable y no pocos inversores empiezan a protestar o a irse a empresas menos wokes. El primer signo de cuestionamiento claro de esta estrategia, acaeció a finales de noviembre de este año, cuando Disney estrenó el costosísimo film animado ‘Strange World‘ (Mundo Extraño) y perdió 150 millones de dólares solo durante la primera semana de proyección. El rechazo del público por su radicalismo woke fue contundente cuando el boca a boca difundió que se trataba de un panfleto woke, sustentado en insulsas aventuras de una improbable familia interracial, con un personaje adolescente abiertamente LGBTQ+. Fue la gota que colmó el vaso pues expuso con crudeza la posibilidad del cumplimiento del lema creado por Brandon Smith para Holiwood: «Get Woke, Go Broke«. Solo unos días después del estreno, fue destituido fulminante su CEO Bob Chapeck quien, además de generar pérdidas sustanciales con otros films con mensajes wokes, incitado por los muchos empleados wokes de Disney, fracasó rotundamente cuando se enfrentó al gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis, denostando públicamente el proyecto de ley estatal de derechos de los padres en la educación, que prohíbe enseñar ideología de género y orientación sexual en las aulas.

La semana pasada, Vanguard, el segundo administrador de fondos mutuos y cotizados en bolsa más grande del mundo, se retiró de la Net Zero Asset Managers (NZAM), la mencionada alianza del sector financiero comprometida objetivo de cero emisiones netas para 2050 y ayudar a mantener el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados, afirmando que la medida era necesaria para brindar «claridad» a los inversores.

Tras estos acontecimientos, en medios financieros y sectores de la sociedad civil contrarios al wokeismo, ha surgido la expectativa sobre el futuro inmediato de BlackRock Inc. el fondo más grande del mundo en gestión de activos valorados en más de diez billones de dólares, dirigido por el Larry Fink, un auténtico campeador del stakeholder Capitalism que defiende con arrojo que: “el capitalismo stakeholder tiene el poder de transformar la sociedad” y no duda en aplicar en su gestión, solo en los países occidentales, objetivos ambientales y de diversidad radicales, según los cánones wokes y una estricta estrategia ESG. Sin embargo, su práctica ESG empieza a ser puesta en cuestión por inversores y clientes, tanto por injusta como por ineficaz.

En realidad, las fórmulas aplicadas por Flink han sido cuestionadas hace tiempo, aunque solo en agosto de este año se han explicitado con contundencia cuando diecinueve fiscales generales estatales de EEUU, encabezados por el fiscal general de Arizona, Mark Brnovich, escribieron a la U.S. Securities and Exchange Commission (SEC) demandado abrir una investigación sobre los vínculos de BlackRock con el Partido Comunista de China, además de verificar si estaba priorizando o no su responsabilidad fiduciaria con los inversores. La carta destaca que el gigante inversor encabezado por el multimillonario Larry Fink, invierte y hace negocios con empresas chinas que a menudo ignoran las preocupaciones ambientales, al tiempo que presiona a las empresas estadounidenses para que recorten drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Asimismo, los fiscales han solicitado a la SEC que examine si los vínculos del grupo con varios grupos climáticos y los objetivos ESG entran en conflicto con sus responsabilidades fiduciarias. «Según los datos disponibles actualmente, BlackRock parece usar el dinero obtenido a través del esfuerzo de muchos ciudadanos, para eludir el mejor retorno de la inversión posible, así como su voto. Asimismo, continúan, los compromisos públicos anteriores de BlackRock indican que ha utilizado los activos de los ciudadanos, para presionar a muchas de las empresas en que participan a cumplir con tratados como el Acuerdo de París, que obligan a eliminar gradualmente los combustibles fósiles, aumentan los precios de la energía, impulsan la inflación y debilitan la seguridad nacional de los Estados Unidos».

El pasado octubre los Estados de Luisiana y Misuri retiraron 500 y 794 millones de dólares respectivamente de sus fondos de pensiones públicas administrados por BlackRock, aduciendo malos rendimientos derivados de las políticas woke. Hace unos días, el Estado de Florida ha retirado 2.000 millones de dólares en activos de BlackRock, por anteponer la sostenibilidad a la rentabilidad. Los motivos de esta acción han sido explicados por el director financiero del Estado de Florida, Jimmy Patronis: «Si Larry, o sus amigos de Wall Street, quieren cambiar el mundo, preséntense como candidatos en las elecciones, funden una organización sin ánimo de lucro, donen a las causas que les importan, pero no jueguen con el dinero de los contribuyentes de Florida. Creo que es antidemocrático que los principales administradores de activos usen su poder para influir en los asuntos políticos y sociales. Usar nuestro dinero para financiar los proyectos de ingeniería social de BlackRock no es algo en lo que Florida se haya apuntado. No tiene nada que ver con maximizar los rendimientos y es lo contrario por lo que se le paga a un administrador de activos».

Teniendo en cuenta los continuos atropellos del Gobierno de Sánchez al orden constitucional, seguramente no pocos de quienes han tenido la paciencia de llegar hasta este párrafo se pregunten ¿en qué concierne a los españoles estos asuntos? La respuesta podría apelar a las tremebundas leyes wokes aprobadas y en tramitación, pero quizá sea más práctico informar que BlackRock es el primer inversor de la bolsa española. Dirige, de hecho, empresas españolas, algunas en apuros como Grifols. Es el primer accionista de Repsol (5,475%), BBVA (5,48%), Banco Santander (5,426%), Telefónica (4,983%) y Amadeus (6,153%). Asimismo, es el segundo accionista de Iberdrola (5,251%). También está presente en otras muchas compañías del Ibex: Enagás (3,833%), Redeia -antigua Red Eléctrica- (3,47%), ACS (5,373%), AENA (3,071%), Colonial (3,595%), Merlin Properties (3,996%), Banco Sabadell (4,610%), Caixabank (3,211%), Cellnex (5,207%), Ferrovial (3,133%), Siemens Gamesa (3,739%) y Solaria (3,821%). Y, al mismo tiempo, en el segundo trimestre del año su beneficio cayó el 22% y los ingresos el 6%. Creo que tras esta información, se comprende mejor el entusiasmo de las grandes empresas españolas respecto a los objetivos ESG.

EL GRAN HERMANO REINA EN CHINA

25/09/2022

Ayer, varios medios informaban de la purga perpetrada por el autócrata Xi Jinping sobre varios gerifaltes del Partido Comunista de China (PCC) como el exministro de Justicia, Fu Zhenghua y exviceministro de Seguridad, Sun Lijun. A nadie se le escapa que se trata de un aviso a navegantes para que su reelección como Secretario General esté expedita en el XX Congreso del PCC que se celebrará el próximo octubre. De hecho, la noticia no me ha sorprendido en absoluto pues desde la observación in situ hace 8 años, hasta la constatación posterior muy cercana de cómo el régimen espía y castiga cualquier opinión por inocua que sea, incluso a los extranjeros, además de los innumerables datos históricos y recientes testimonios lóbregos, demuestran que la purga actual es solo el pan nuestro de cada día del régimen chino.

Es innegable que hubo momentos donde pareció que el régimen parecía democratizarse, que el Partido Comunista de China aflojaba la cincha un poco, por ejemplo antes de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008. Sin embargo, hechos y datos indican que el régimen chino persiste en la autocracia e incluso la refuerza. En realidad, unos años antes ya se había consolidado la corrupta oligarquía multimillonaria, la aristocracia roja que maneja el PCC cuan martillo pilón e instrumento de su enriquecimiento. Así, la cleptocracia sistémica fue generando conflictos de intereses, guerras internas entre bandas que, ante la falta total de justicia independiente vinculada estrictamente al bien general, son zanjadas mediante purgas al mejor estilo estalinista. Las purgas son el constante desenlace de la lucha de clanes en el seno del PCC desde su creación, si bien se materializan con mayor desgarro desde la fundación de la República Popular China en 1949.

El suma y sigue de muerte y calamidades en China desde 1949 es aterrador, aunque los constantes lavados de cara y los éxitos económicos los ocultan sistemáticamente. El Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, fueron desastres humanitarios provocados por aquel Mao Gran Timonel, dueño y señor tan despiadado o más que el padercito sanguinario de la URSS; su camarada Stalin. Entre 1949 y 1975 calamidades y desastres produjeron millones de muertos, purgados, desaparecidos y encarcelados. Con la muerte de Mao y la purga del grupo de desalmados a la sombra de Mao compuesto por su viuda, Jiang Qing junto con Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, conocido como la “Banda de los Cuatro” y la consiguiente resolución del XI Comité Central del PCC en diciembre de 1978 que repudió con contundencia la práctica política y el legado económico de Mao, se inició un periodo de reformas económicas que incluyeron la legalización de la propiedad privada de los medios de producción y el final de la autarquía. En definitiva, el camino hacia un capitalismo de corte corporativo, según la fórmula del nuevo jefe Deng Xiaoping “gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones”. Pero de esta reforma económica no surgió, como algunos supusimos ingenuamente entonces, una reforma política similar a la ocurrida durante el tardofranquismo, que democratizara China.

Los motivos por los que ningún régimen controlado por un partido comunista de corte leninista progresa hacia la democracia merecen estudiarse. Lo indudable es que solo China y Vietnam han avanzado hacia un capitalismo vigilado por una aristocracia organizada en el partido que se ha convertido en oligarquía financiera. En China, cualquier intento de progreso hacia una democracia liberal ha sido aplastado a sangre y fuego. El ejemplo más doloroso sucedió en 1989, cuando el primer ministro Li Peng (luego purgado por corrupción), ordenó al Ejército Popular de Liberación disparar a discreción sobre los estudiantes que protestaban en la plaza de Tiananmen.

Trabajando como chinos en fábricas de corporaciones multinacionales o en fábricas propiedad de la aristocracia roja del PCC, los obreros y campesinos de la República Popular China lograron una gran hazaña económica entre 1980 y 2010. Fueron las multinacionales occidentales obnubiladas por la productividad, los bajos salarios y el potencial de consumo de los miles de millones de chinos, quienes invirtieron ingentes capitales acompañados de descomunales mordidas a los altos funcionarios miembros del PCC. No les importó ni la corrupción sistémica ni la inseguridad jurídica. Solo los beneficios cortoplacistas contaron. Así, la enorme riqueza generada derivada de la multiplicación por diez del Producto Interior Bruto (PIB) entre 1997 y 2016, no se ha repartido como teóricamente debía hacerse en un país “socialista” dirigido por un partido comunista. Todo lo contrario, el índice Gini fue subiendo desde el 16 del reparto de la miseria de finales de los 70 hasta el 49 en 2008 (España 32,4).

La diferencia de salarios y condiciones de trabajo y vida se fueron agrandando entre los trabajadores de Shanghái o Pekín y los de las zonas rurales donde reside aún el 60% de la población china.

El famoso bloguero Pan Caifu establece siete clases sociales en la RPC. Sin contradecirle en absoluto, recojo su clasificación agregando algunos matices captados desde diferentes fuentes y datos.

EN LA REPUBLICA POPULAR CHINA HAY CLASES

I.        La clase de los poderosos funcionarios (权贵阶层) o aristocracia roja. Esta oligarquía está formada por los dirigentes del PCC y sus familias. Además de los miembros del Comité Central y el Politburó, pertenecen a esta estirpe los prominentes miembros del Congreso Nacional del Pueblo y el Consejo de Estado. Sus vástagos pertenecen al Cuerpo de Jóvenes Pioneros de China y a la Liga de la Juventud Comunista de China. Según varias fuentes, esta oligarquía la conforman alrededor de 50.000 individuos, cuya riqueza individual suele sobrepasar los miles de millones de dólares. Esta opulencia es adquirida a través del tráfico de influencias que los chinos llaman “guanzi”. Según una encuesta de Net Ease, sólo el 3% de los chinos cree posible hacer negocios sin guanxi.

II.      Los altos funcionarios o cuadros del PCC (官僚阶层) que ocupan altos puestos en las estructuras del Estado: jueces, fiscales, presidentes de asociaciones, rectores de universidad y directores de empresas estatales. La mayoría son miembros del PCC. Además de sus altos salarios, son premiados con esplendidos gajes como automóviles con chofer, amplia vivienda en barrios residenciales específicamente construidos para ellos, pagos por favores conocidos como “sobres rojos” (hongbao). Además, como derivada de su poder en las concesiones de licencias y otros muchos permisos, practican el mencionado tráfico de influencias guanzi remunerado con mordidas que pueden ser en metálico o mediante acciones de empresas cotizadas en bolsa a nombres de sus familiares. Estas prácticas corruptas son descritas con crudeza y precisión por Desmond Shum en: “Red Roulette: An Insider’s Story of Wealth, Power, Corruption, and Vengeance in Today’s China” 2021 (Ruleta Roja: Una historia privilegiada de riqueza, poder, corrupción y venganza en la China de hoy). Con ingresos y patrimonios millonarios, se estima que esta clase la conforman alrededor de 4 millones.

III.       Las elites (精英阶层) constituidas por directores de empresas privadas, personajes famosos de la cultura y el espectáculo, abogados de prestigio o líderes de opinión constituyen un estamento social parcialmente dependiente de los dos estamentos anteriores que controlan el Estado. Aunque algunos gozan de influencia social y tienen abundantes recursos económicos, son constantemente supervisados por las dos clases superiores y se ven en la obligación de cooperar con ellas hasta el punto de afiliarse al PCC. Esta ambivalente situación provoca inseguridad social y financiera. Se estima que a esta clase pertenecen unos 8 millones de individuos.

IV.       Funcionarios y trabajadores contratados por el Estado (国有中产阶层). Tienen el privilegio de tener trabajo fijo con buenos sueldos y sinecuras considerables como vivienda, seguro médico, vacaciones y buenas condiciones laborales. Todos son miembros del PCC y suman alrededor de 15 millones.

V.       Clase media (中产阶层). Compuesta por trabajadores de empresas privadas, pequeños empresarios, autónomos, abogados, profesores universitarios, escritores, artistas, trabajadores para empresas extranjeras, periodistas en los medios comerciales, etc. Según Pan Caifu es “la clase de la esperanza” (希望阶层), al tiempo que confirma que en los últimos años su crecimiento se ha estancando, sus riquezas han disminuido y su espacio social se ha reducido. Es obvio que esta clase no es homogénea ni en recursos ni estatus. Como he mencionado, hay enormes diferencias salariales y condiciones de vida entre los habitantes de Shanghái, Pekín y otras ciudades industriales frente a los residentes de ciudades y pueblos del interior. En todos los casos, no disfrutan de un seguro médico al modelo occidental pues los pacientes están obligados a pagar, de media, más del 30% de los gastos médicos. Para ellos la escuela primaria suele ser gratuita pero la secundaria, la profesional y la universitaria corren a cargo de los parientes exclusivamente. Estamos hablando de unos 50 millones de personas.

VI.       El campesinado (农民阶层) puede vivir en el campo o en la ciudad. En general están sometidos al hukou de su nacimiento (registro censal que opera como un pasaporte interno o permiso de residencia al que se ligan tanto el lugar de residencia como la provisión de servicios sociales). Muchos de ellos han perdido sus tierras, algunos todavía viven de la agricultura o tienen pequeños negocios. Otra de las características de esta clase social es que los políticos no les prestan atención al no contar con representación política real. Son los grandes perjudicados del proceso de urbanización y de la destrucción del medio ambiente. Pan Caifu piensa que son la clase social más numerosa de China: unos 800 millones, sin embargo, teniendo en cuenta que la población activa de la RPC en 2021 era 793 millones, el 35% de campesinos suponen unos 500 millones de personas. Sin embargo, se calcula en unos 200 millones los emigrados a las ciudades de forma clandestina. La gran tragedia del campesinado chino es que carece de derechos laborales, sus condiciones de trabajo son precarias o inexistentes, mientras que el salario es de mera supervivencia. De hecho es el ejército de reserva barato para la industria.

VII.       El proletariado (无产阶层) según Pan Caifu es la clase social más baja, pobre y desprotegida. Aquí entrarían los campesinos más pobres emigrados clandestinamente a las ciudades, los trabajadores que se han quedado en el paro después de trabajar en empresas privadas, las personas sin hogar, los peticionarios o las familias aquejadas de una grave enfermedad, etc. Un grupo extenso que conformaría el lumpen de la sociedad china. Desdeñados por el sistema, no tienen protección social alguna, sobre todo los clandestinos victimas del hukou. De tal manera que si tienen la desgracia de caer enfermos, tienen que pagar de su exiguo bolsillo al médico. Una operación quirúrgica de urgencia es para ellos una tragedia en todos los aspectos. De los 500 millones de campesinos se calcula que hay más de 200 millones de inmigrantes internos que circulan por las ciudades chinas sin derechos de ningún tipo. El proletariado o lumpen del proletariado suma alrededor de 250 millones de personas.

Si el “socialismo con peculiaridades chinas” establecido por el denguismo (Deng Xiaoping) entre 1978 y 2012 supuso un extraordinario avance económico para China, parece obvio que sus mayores beneficiarios no fueron las masas obreras y campesinas sino los integrantes del partido que dice ser la vanguardia del proletariado. Esta obviedad fue aprovechada por Xi Jinping para escalar hasta la cumbre del PCC como Secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China en noviembre de 2012, enarbolando una supuesta reforma igualitaria. Sin embargo, trascurrida prácticamente una década de xiísmo, lejos de mejorar la distribución de la riqueza, se ha seguido concentrando en las manos de la oligarquía roja. Así, el índice Gini sigue rozando el 5 que significa una desigualdad social tercermundista. Entre tanto, el camarada Xi se ha desembarazado de las escasas restricciones de acaparamiento de poder establecidas por Deng como la dirección colegiada, la limitación de mandatos, la concentración del poder o el propio culto a la personalidad.

Antes del coronavirus, la economía China dejó de crecer realmente por diversos motivos. Seguramente el más importante, junto con la crisis inmobiliaria, fue el retorno a una planificación y centralización más firme ordenada por Xi Jinping, que pronto desincentivó a los inversores internacionales. Hong Kong era una ventana amplia que demostraba que el capitalismo funciona mejor con libertad. El principio de “un país, dos sistemas” chocaba con el proyecto recentralizador de Xi. Solución estilo Mao y Stalin; Sometimiento por la fuerza aunque signifique la destrucción de una democracia con una economía boyante. Tras esta demostración de fuerza parece obvio que el próximo bocado de Xi es Taiwan.

Como un Mao redivivo, Xi Jinping se afianza en el poder absoluto justificando sus arbitrariedades y purgas por la lucha contra la corrupción. La realidad es que el guanxi sigue funcionando a toda máquina, al tiempo que el Gran Hermano llamado Partido Comunista de China vigila a cada súbdito chino que no pertenece a la oligarquía del PCC a través de su móvil, de una gran red tecnológica de monitorización, policías con gafas con reconocimiento facial, obligación de llevar chips RFID en todos los coches, más millones de videocámaras por calles y portales. Quien no obedece escrupulosamente las órdenes y reglas del Gran Hermano Partido Comunista de China, se le quitan puntos de crédito social hasta, si persiste, borrarle.

Si la dictadura de Xi constituye una tribulación para la humanidad, el apoyo indisimulado de los Klaus Schwab, Al Gore, Larry Fink, Tim Cook, Reed Hastings, Satya Nadella, Bill Gates y demás CEOs wokes como impulsores del «Gran Reset» o control social para un Nuevo Orden Mundial, estremece a cualquiera que considere la libertad como uno de los bienes más preciados de la humanidad.

DEL MARXISMO AL CAPITALISMO WOKE

UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA

Pablo Rojo Barreno.

11/08/2022

Uno de los debates reiterados durante los años sesenta del siglo pasado entre marxistas de diferente etiqueta, era la habilidad con que el capitalismo de los países occidentales (con sus aliados socialdemócratas) “recuperaba o asimilaba” muchas de sus propuestas y las pregonaba como éxito del sistema. Sin embargo, tres décadas antes Georg Lukács en “Historia y conciencia de clase” (1923) hurgó sobre el asunto recuperando con ello la “reificación” que Marx menciona de pasada al hablar del “fetichismo de la mercancía” en “El Capital”. Con su análisis sobre la reificación, Lukács estableció que la identidad del individuo moderno no se construye en el siglo XX a partir del trabajo sino del consumo.

Poco faltó para que los camaradas jefes de Lukács en el Partido Comunista de Hungría, en comandita con el Presidente de la Comintern luego purgado por Stalin; Grigori Zinóviev, le hicieran pagar su osadía con la vida, por mucho que adujera que solo pretendía iluminar a los bolcheviques ante la eminente muerte de Lenin. Pero lo cierto es que sus deducciones ponían en solfa unas cuantas “leyes marxistas”.

Por aquel tiempo, Max Horkheimer fundó el Instituto de Investigación Social en Frankfurt, con el fin de estudiar el fracaso de la revolución comunista en Alemania en 1918. Sin embargo, la ya reconocida como Escuela de Frankfurt, a partir de 1931 se empeñó en estudiar la superestructura del capitalismo como sistema de dominación cultural que, según acordaron tras sesudos informes, oprime al proletariado sutilmente a través de la cultura de masas. Desde este enfoque, los miembros de la Escuela de Frankfurt mezclaron marxismo con psicología freudiana, hasta convertir el marxismo del optimismo agitador del Manifiesto Comunista en resignación melancólica. Esta resignación fue aparentemente superada durante unos pocos meses por los acontecimientos de mayo de 1968 en Francia.

El fracaso del mayo francés (desde la toma de la Bastilla hasta nuestros días, Francia es el país que más derrotas revolucionarias acumula) supuso el hundimiento de las dos estrategias paralelas que confluyeron en los partidos comunistas de Europa occidental tras la Segunda Guerra Mundial. La primera fue poner definitivamente en solfa la estrategia estalinista de principios de la década de 1930, basada en preservar el «socialismo en un solo país», es decir, la URSS como superpotencia y faro del socialismo real que, a través de la Komintern impuso a sus partidos satélites bautizándola «alianza con el campo progresista» a través de los frentes populares. Sin decirlo expresamente, el Gramsci encarcelado por Mussolini cuestionó la estrategia de Stalin al desarrollar la teoría de la hegemonía cultural, teoría con la que Palmiro Togliatti hizo una pirueta en 1947 llamada svolta di Salerno, integrando al Partido Comunista de Italia en la democracia capitalista democratacristiana. De esta alianza interclasista, surgió el Eurocomunismo que abrazo el Partido Comunista de España dirigido por Santiago Carrillo Solares, conocida como «alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura».

El desengaño del mayo del 68 también produjo la radicalización aventurera de quienes siguieron al maoísmo chino de la Revolución Cultural y al estalinismo albanés, grupúsculos que se escindieron de los partidos comunistas de Europa occidental obedientes a la URSS y algo más tarde lo hicieron en EEUU y Canadá, etiquetándose como marxistas-leninistas. Fue por entonces cuando se consolidó la “militarización” de ETA (recordemos que el primer asesinato perpetrado por ETA fue el del joven agente de tráfico de la Guardia Civil José Pardines el 7 de junio de 1968). En 1971 se fundó, de la mano del Partido Comunista de España (marxista-leninista), el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), presidido por el hoy homenajeado dirigente del PSOE, Julio Álvarez del Vayo. Fue el FRAP la primera organización española que, tras la desarticulación del maquis a principios de los 50, proclamó el reinicio de la lucha armada (popular) contra el franquismo. Al mismo tiempo, surgieron en Europa organizaciones del mismo sesgo ideológico que propugnaron y utilizaron la violencia terrorista como el Ejército Republicano Irlandés Provisional (PIRA), la Facción del Ejército Rojo (RAF) en Alemania Occidental, las Brigadas Rojas en Italia, la Acción Directa (AD) en Francia y el Communist Combatant Cells (CCC) en Bélgica. El terrorismo de extrema izquierda en Europa asesinó e hirió a miles de personas y fue perseguido con mayor o menor contundencia por los países europeos que lo sufrieron. El derrumbe de la URSS, de la Albania comunista y la conversión de China al capitalismo inclemente dirigido por la oligarquía instalada en el Partido Comunista de China al iniciarse la década de los 90, fueron los acontecimientos que dieron la puntilla al terrorismo que se identificaba como marxista-leninista. Solo los que mezclaban esta ideología con el nacionalismo como el PIRA irlandés y la ETA vascuence persistieron en el terrorismo.

LA NUEVA IZQUIERDA NORTEAMERICANA

En Norteamérica, a pesar de mantener una economía próspera y creciente, la década de los 60 tuvo un inicio peliagudo que se fue alargando en forma de convulsiones políticas y sociales durante toda la década y la siguiente. Fue la crisis de los misiles de Cuba en octubre de 1962, cuando la Guerra Fría a punto estuvo en devenir hecatombe nuclear, el aviso contundente a los dirigentes yanquis de la amenaza latente que suponía tener un régimen comunista aliado de la URSS a 166 kilómetros de la costa de Florida. A este acontecimiento se sumó enseguida el magnicidio de John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963 y de Martin Luther King 4 de abril de 1968. En realidad, el asesinato del carismático líder del Movimiento por los Derechos Civiles en EEUU, fue el culmen de una serie de asesinatos de líderes negros que se remonta hasta Emmett Till en 1955, Medgar Evers el 12 de junio 1963 que generó la significativa Marcha sobre Washington el 28 de agosto de 1963 y Malcolm X el 21 de febrero de 1965. La mayoría de los asesinos, apaleadores y secuestradores de líderes y activistas negros, pertenecían al Ku Klux Klan liderado por Samuel H. Bowers. La vorágine homicida contra líderes políticos culminó con el asesinato de Robert F. Kennedy el 6 de junio de 1968.

Al malestar de una parte considerable de la sociedad norteamericana por la represión y agresiones contra los movimientos por los derechos civiles, se unió el rechazo de muchos jóvenes al reclutamiento forzoso derivado de la guerra de Vietnam a partir de 1964. Bien es cierto que no todas las organizaciones que reivindicaban la igualdad de derechos eran pacifistas. Utilizaron la violencia terrorista el Partido Pantera Negra de Autodefensa y el Black Power desde 1966, mientras que el Youth International Party, cuyos partidarios eran conocidos como «yippies», lograron fama tras las manifestaciones violentas durante la Convención Nacional Demócrata del Partido Demócrata que se celebró en Chicago del 26 al 29 de agosto de 1968. Estos acontecimientos y los que siguieron, tomaron una dirección política emanada de la influencia en las universidades norteamericanas de los miembros de la Escuela de Frankfurt que se refugiaron en EEUU en 1933.

La repercusión del pensamiento posmarxista de Theodor Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse en los movimientos estudiantiles fue extraordinaria. Pero fue sin duda Marcuse, de quien se suele ocultar que fue fichado en 1943 por William “Wild Bill” Donovan, a la sazón director del Office of Strategic Services (antecesora de la CIA) como informador, quien al recorrer las universidades de Brandeis, California, Columbia, Harvard, Boston y San Diego y participar en el Institute for Social and Economic Research and Policy (ISERP) de la Universidad de Columbia, junto con la publicación en 1964 de “El hombre unidimensional”, se convirtió en el gurú ideológico de lo que se llamaría New Left (nueva izquierda en contraposición a la vieja representada por el Partido Comunista de los Estados Unidos de América). La otra gran influencia en la izquierda norteamericana, fue la propagación en la universidad de la hipótesis Sapir‑Whorf de la relatividad lingüística, hipótesis que supuso un maremágnum al mezclarse pronto con el relativismo posmoderno de la French Theory.

En “Eros y Civilización” (1953) Herbert Marcuse identifica el orden capitalista y la moral burguesa como continuadoras del arcaico patriarcado establecido a través de los medios de reproducción social y de dominación como la familia. Con «Una falta de libertad cómoda, fluida, razonable y democrática prevalece en la civilización industrial avanzada, una muestra del progreso técnico esconden una estructura totalitaria basada en la explotación del hombre por el hombre» inicia Marcuse “El hombre unidimensional”. Luego señala el camino declarando: «El objetivo de la revolución no ha de ser meramente la sustitución de la clase dominante por otra, sino el nacimiento de un hombre nuevo». Otro pensador influyente en la New Left fue el profesor de la Universidad de Columbia, Charles Wright Mills quien concluyó con la proclamación del llamado ”sustituismo” afirmando que el sujeto histórico revolucionario hacia el socialismo no es la clase obrera, sino los intelectuales revolucionarios. Claro que con un método más elaborado, el sustituismo de clase fue teorizado mucho antes por Antonio Gramsci.

¿Qué joven generoso y altruista, siempre un poco narcisista, no anhela superar las añejas miserias de sus antepasados y devenir salvador de los parias de la tierra? La organización que abrazó los señuelos del marxismo freudiano fue Students for a Democratic Society (SDS Estudiantes para una Sociedad Democrática). La SDS logró una notable implantación en las universidades norteamericanas, sin embargo, el maremágnum ideológico y la progresiva radicalización, supuso su escisión en grupos más radicales como Weather Underground, Revolutionary Youth Movement y el claramente maoísta o marxista-leninista Society Progressive Labor Party (PLP). Con la reedición ya en los 70 de la obra de Antonio Gramsci y la popularización de la French Theory posmoderna, se consolidaron en los campus universitarios yanquis los movimientos contraculturales como el «Free Speach Movement» y los movimientos feministas Women’s liberation movement, feminism lesbian self awareness en el campus de la Universidad de Míchigan y Women’s studies creado en 1969 en la Universidad de Cornell.

CONTRACULTURA, POLÍTICAS DE IDENTIDAD Y WOKENOMICS

El académico, novelista y profesor de historia de la Universidad de California, Theodore Roszak, acuñó la expresión contracultura en su ensayo “The Making of a Counter Culture” publicado en 1969. En su estudio, Roszak describe el fenómeno social como espíritu del tiempo que rebela el hartazgo de las nuevas generaciones respecto a la tecnocracia, al cientificismo y a los esquemas de relación familiar y sexual tradicionales. El papel de la “psicodelia”, sobre todo el alucinógeno LSD, en esta forma de rebeldía fue pronto justificado por el filósofo Alan Watts y los profesores de psicología de la Universidad de Harvard; Timothy Leary y Richard Alpert, como ritual e instrumento de liberación del individuo frente a la voracidad del sistema capitalista. “Cambia la mente y cambiarás el mundo” era la consigna.

Un adelantado de la psicodelia en España fue el por entonces joven marxista-leninista profesor de filosofía y derecho en la Universidad Central Complutense de Madrid, Antonio Escohotado quien, en abril de 1967 consiguió que la prestigiosa Revista de Occidente publicara un artículo suyo titulado: “Los alucinógenos y el mundo habitual” donde explicaba las positivas modificaciones perceptivas, filosóficas y culturales que implicaba el consumo de drogas alucinójenas. Condenado a dos años y un día por un delito inducido por la policía, Escohotado escribió «Historia general de las drogas» en la cárcel de Cuenca, ensayo que logra publicar en 1983 con gran escándalo por encontrarse España en pleno boom de heroína que provocó sufrimiento, delincuencia juvenil y miles de yonquis muertos.

Tras años de notables desencantos y desgracias personales, la contracultura fue desenmascarada como hedonista y generadora de un consumo de distinción social. Hippies y yuppies lo hacen por igual. El «No Logo» de la contracultural periodista canadiense Naomi Klein, significaba, como denunciaron más tarde los profesores de filosofía canadienses Joseph Heath y Andrew Potter en su famoso ensayo “Rebelarse vende: el negocio de la contracultura cambiar” (2004) un fraude. Así, Heath y Potter destrozan el mito revolucionario dominante en el pensamiento político, económico y cultural en el que se basan tanto el movimiento antiglobalización como el feminismo y el ecologismo. En su contundente denuncia explican que la supuesta rebelión contra el sistema capitalista, se transformó enseguida en un signo de diferenciación donde germinó el consumidor “rebelde” que trasmuta los barrios donde reside en guetos cool y consume las marcas trendy contraculturales acordes con la ideología de cada grupo o identidad. En último término, los contraculturales fueron el caldo de cultivo donde florecieron las políticas de identidad con el concurso de la French Theory. Fueron los posmodernistas relativistas quienes pusieron en solfa las «metanarrativas» de la cultura y la historia occidental y muchas cosas más. Así, los Lyotard, Foucault, Derrida, Lacan, Deleuze y compañía, reducen el mundo a un juego de lenguaje, difuminan los límites entre lo objetivo y lo subjetivo, la verdad y la creencia, los sexos y el género.

Sobre las premisas relativistas de la French Theory, se inician los Gender Studies, o estudios de género en la neoyorquina Universidad de Cornell, estudios que enseguida se extendieron a otras universidades norteamericanas. De ellos surgieron varias hipótesis feministas destacando la «Queer Theory» (teoría de lo extraño, de lo raro), inspirada en el placer como estrategia de empoderamiento de Michel Foucault que se popularizó en EEUU durante la década de 1990, al tiempo que se propagaba la epidemia de SIDA. Los primeros grupos activistas queer fueron Act Up y Queer Nation.

Sobre los mismos principios posmodernos, también se iniciaron en la Universidad de Detroit los African American Studies que pronto se extendieron a otros centros académicos. De ellos surgió la Teoría Crítica de la Raza (Critical Race Theory – CRT) promocionada por la profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de California, Kimberlé Crenshaw, quien también es inventora de la “interseccionalidad”. La CRT estipula que el racismo sistémico blanco es consustancial a la sociedad estadounidense y, de rebote, a occidente. Al surgir de las mismas fuentes filosóficas y sociológicas que la teoría queer, sufre de los mismos desatinos. De esta suerte, la CRT contempla la raza desde un prisma maniqueo, donde sus teóricos y activistas se dedican a clasificar a cada individuo y meterlo en uno de los dos cestos dispuestos; en el de los opresores o en el de las víctimas. Estas ideologías han infectado a toda la sociedad norteamericana, empezando por la política y continuando por la educación, el trabajo, la sanidad, el arte, la religión y la milicia. Desde la concepción de una sociedad enfrentada entre buenos y malos, las causas de que la policía de EEUU dispare (más de 1.000 disparos mortales en 2019) en una proporción 1,6 veces superior contra ciudadanos negros y mulatos que al resto de la población, se despacha con una palabra; racismo. No hay posibilidad alguna de análisis, y quien se atreva a poner en duda este axioma, corre el riesgo de ser cancelado, boicoteado, borrado como ciudadano con derechos humanos.

Paradójicamente, o no tanto como veremos luego, algunos de los primeros teóricos Queer como Judith Butler, criticaron en los años 90 las políticas de identidad, por considerar que convierten la identidad en esencia, en una verdad inmutable sobre el yo. Además, alegaron que los relatos identitarios en los cuales se basan las políticas de la identidad, aunque sean interpersonales, afirman el fetiche y el motor del capitalismo: el sujeto privatizado. No obstante, la profesora de Berkeley se desdijo luego de esta crítica a través de textos abstrusos que terminan asegurando que el género no es un hecho anatómico, sino que lo crea la palabra, por lo tanto, la identidad de uno no está ligada a su sexo biológico, sino al sentimiento que cada persona. Esta ocurrencia sin base científica ni epistémica alguna, ha conducido a la multiplicación de sentimientos de género y a la consiguiente obsesión narcisista por la autorepresentación personal. La conclusión es que hay un número infinito de géneros que la famosa sigla LGBTQ+ no puede abarcar. Si quién tiene el poder de definir el discurso tiene el poder real, habrá que reconocer que las activistas del Me Too lo bordan, sin embargo es evidente que la sobresaturación de identidades y denuncias cruzadas conforman un antropofágico escenario. Para superarlo, Williams Crenshaw creo un ardid, la mencionada “interseccionalidad” donde se solapan innumerables formas de discriminación, fruto de la confluencia de varias “identidades oprimidas” en una misma persona o grupo. Así, la interseccionalidad enlaza raza, sexo, clase, sexualidad, identidad de género, religión, estatus migratorio, capacidad física, salud mental y tamaño corporal, más subcategorías como el tono exacto de la piel, la forma del cuerpo y las identidades de género y sexualidades abstrusas, que se cuentan por centenares. Vamos que hay oprimidos a la enésima potencia.

El conjunto de teorías “interseccionalizadas”, se conoce como Teoría de la Justicia Social Crítica ((TJSC). Su implantación desde las universidades a organizaciones e instituciones públicas y privadas de EEUU y Canadá se denominó Great Awokening (Gran Despertar). Este gran despertar supone un formidable salto de toma de conciencia desde las minorías oprimidas a las clases pudientes educadas en el izquierdismo (liberals en EEUU). Los despertados más significativos son los poderosos chief executive officers (CEOs – directores ejecutivos) de corporaciones públicas y privadas, bancos y fondos financieros que se autodenominan sostenibles, un desiderátum que se vende estupendamente pues plantea «crecer de manera constante sin causar daño al planeta, aliviando la devastación provocada por el cambio climático y cerrando la brecha con los grupos más vulnerables». Semejante proeza ha sido etiquetada con las siglas ESG (Environment-Social- Good Governance: Medioambiente, Social y Buen Gobierno). Ni que decir tiene que esta etiqueta es la vitola del buen CEO que no solo mira por sus intereses, sino que se preocupa de las emisiones de gases de efecto invernadero, la preservación de la biodiversidad, de las energías renovables y la eficiencia energética, de la buena vida de sus empleados incluyendo la diversidad y la inclusión, la transparencia, cerrar todas las brechas salariales y de género, romper el techo de cristal y erradicar la discriminación por razón de género, edad, religión, orientación sexual y discapacidad. La bondad infinita hecha persona en el jefe de la gran corporación multinacional.

El 25 de mayo de 2020 el mundo fue testigo de cómo el oficial de policía del barrio de Powderhorn de Mineápolis Derek Chauvin, apoyó su rodilla en el cuello del ciudadano negro George Floyd hasta asfixiarle. El asesinato de Floyd provocó una oleada de dolor en todo el mundo con rezos masivos, estrellas del deporte y del show business, artistas e incluso grandes banqueros se arrodillaron contritos. ONGs y empresas de todo tipo divulgaron sus condolencias y prometieron aportar sus recursos para la curación del racismo. Al mismo tiempo, el grupo Black Lives Matter (BLM – Las vidas de los negros importan) organizó protestas callejeras masivas. No fueron protestas pacíficas como las del Movimiento por los Derechos Civiles de 4 décadas antes, sino análogas a los disturbios que arrasaron el centro de Detroit en 1967. Similares en violencia pero mil veces más extensas. La primera protesta violenta sucedió en Minneapolis el día después de la muerte George Floyd. Enseguida se expandieron a otras ciudades y pueblos de los EEUU. A finales de junio se contabilizaban más de 1000 tumultos que provocaron centenares de heridos por los enfrentamientos de los militantes y simpatizantes de BLM con la policía y ciudadanos disidentes, así como la destrucción de cientos de propiedades públicas y privadas.

Estos tumultos, lejos de ser condenados unánimemente por políticos, medios y organizaciones civiles y económicas, se llevaron a beneficio de inventario como si se trataran de sacrificios al Dios antirracista. Así, alrededor de 40 grandes corporaciones autoetiquetadas ESG, reafirmaron su compromiso en profundizar la diversidad, equidad e inclusión en sus empresas y donaron importantes sumas a los dirigentes de Black Lives Matter Global Foundation (BLMGF), si una fundación sin ánimo de lucro que dice dedicarse a la educación, cuando quieren decir a la agitación y propaganda para obtener sus fines: «erradicar la supremacía blanca y construir poder local para intervenir en la violencia infligida a las comunidades negras por el estado y los vigilantes».

Con estos mimbres se ha construido la “racialización” de la política y la sociedad (cultura) en los siguientes términos: tu identidad racial, sexual o de género definirá el 100% de tu existencia. Por consiguiente, eres víctima o victimario. Como con el marxismo-leninismo, no hay posibilidad de diálogo pues la dialéctica sigue siendo la oposición dominante-dominado. Además, instituye el pecado original de raza, todos los blancos son culpables de los grandes males desde que el mundo es mundo; racismo, colonialismo, capitalismo. Todos los ciudadanos de un país colonialista, aunque haga más de un siglo que ha dejado de serlo, son colonizadores y traficantes de esclavos. Todos los varones, sobre todo los blancos, son machistas y potenciales agresores de mujeres. Todos lo “no nacionalistas” son imperialistas. En “Cynical Theories” (2020) Helen Pluckrose y el matemático James A. Lindsay afirman que el wokismo es “una teoría del complot sin conspiradores individuales”. El racismo, el machismo, el occidentalismo, el colonialismo son males estructurales. Todos los blancos nacen con un pecado original (el privilegio blanco) que los define, incluso a los que luchan por los derechos civiles.

El caso es que los CEOs de gigantes multinacionales yanquis con etiqueta ESG como: Amazon, Apple, Google, Nike, McDonalds, Goldman Sachs, Microsoft y BlackRock (Los directivos de los bancos son filántropos con el dinero de sus clientes y de sus inversores), entre otros muchos, además de expresar su mea culpa por acarrear el pecado original heteropatriarcal y blanco racista, reafirmaron su determinación con la causa de la igualdad racial y la diversidad con frases redentoristas como: «El cambio en nosotros mismos ayuda a impulsar el cambio en el mundo» (Microsoft). Todas las corporaciones mencionadas y unas cuantas más, donaron a BLMGF del bolsillo de sus accionistas entre un millón y dos millones de dólares respectivamente. De esta manera, cerca de 40 corporaciones multinacionales donaron más de $90 millones a BLMGF en 2020, de los que $6 millones fueron destinados a comprar una opulenta mansión entre Los Ángeles y Hollywood de 603 m², 8 habitaciones y baños, piscina y estacionamiento para más de 20 automóviles. Por supuesto, la mansión fue adquirida por Delaware Limited Liability filial de BLMGF. Además de la mansión, el triunviro queer dirigente de BLM formado por Patrisse Cullors, Alicia Garza y Melina Abdullah, tuvo que reconocer públicamente sus formidables ingresos derivados de contratos entre BLMGF y empresas de servicios que supusieron un incremento patrimonial formidable de cada una en apenas 8 años.

Que la emancipación de los parias de la tierra empieza siempre por sus apóstoles, no debe despistarnos sobre las enseñanzas de estos sucesos, a saber, que el adoctrinamiento sistemático ejercido durante más de 6 decenios en la mayoría de facultades de humanidades en EEUU y Canadá, han logrado sus objetivos gracias a la incorporación de sus alumnos más aplicados a los puestos ejecutivos de la política y las corporaciones empresariales. En general, los CEOs de las grandes multinacionales occidentales suelen tener masters en administración de empresas (MBA), apenas hay científicos, médicos o ingenieros (Elon Musk es la excepción de la regla) entre ellos. Excelentes promotores de sí mismos, sus concienciadas y despiertas socialmente mentes, predican una moral de conveniencia con notable éxito en Norteamérica y, con algo de retraso, también en Europa. Con el “wokenomics”, la antigua responsabilidad social de la empresa se ha reconvertido en un instrumento de acumulación de riqueza y prestigio disfrazado con un manto honorable. Convertidos en bienhechores, los altos y famosos ejecutivos están dirigiendo estrategias para problemas sociales, ambientales y políticos, desde el cambio climático hasta la desigualdad racial. Y lo hacen cuan si fueran ecuaciones que deben resolver el genio de unos pocos iluminados; es decir, los Zuckerberg, Bezos, Gates, Musk, Benioff, Soros, Schwab, Al Gore, Fink, etcétera .

Parece obvio que la venia o anexión a la ideología woke por buena parte de las élites empresariales y políticas occidentales, es más oportunista que altruista. En realidad, se trata de un quid pro quo difícil de limitar quien ejerce mejor el oportunismo o el chantaje. Un fantasma recorre Norteamérica: el fantasma del wokeismo que intimida a las élites empresariales, políticas y culturales; el perder la reputación personal. Ha ganado la antidemocrática “cultura de la cancelación” basada en el boicot y el oprobio del sacrílego (public shaming). Y como ni siquiera vale el silencio, “White silence is violence”, los dirigentes empresariales sobreactúan para salvar el pellejo incluso en detrimento de los intereses de los inversores de sus empresas que son sus verdaderos propietarios. Pero a esta situación no se ha llegado sin la complicidad de unos cuantos poderosos que pretenden establecer un nuevo modelo económico y social en el mundo. «Todos los países, desde Estados Unidos hasta China, deben participar, y todas las industrias, desde el petróleo y el gas hasta la tecnología, deben transformarse. En resumen, necesitamos un «Gran Reset» del capitalismo» Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial de Davos.

DEL ANTIFRANQUISMO UNIVERSITARIO

Es público y notorio que las facultades de humanidades de las universidades públicas españolas, fueron poco a poco copadas por marxistas y/o nacionalistas. Pero la historia grande o pequeña contiene paradojas reveladoras, por ejemplo, la del grupúsculo que se erigió en efímero Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona en 1966 y redactó el “Manifiesto por una universidad democrática”. Aquel manifiesto fue apoyado por otros grupos antifranquistas universitarios y, aunque clandestino, el estilo de su redacción señalaba la autoría de Manuel Sacristán Luzón, a la sazón reconocido filósofo y teórico marxista dirigente del Partido Comunista de España (PCE) y profesor no numerario de la facultad de filosofía y letras de la Universidad de Barcelona.

Aquel manifiesto denunciaba la implantación coactiva de la ideología oficial franquista, criticaba las malas prácticas de la Universidad y proponía medidas para democratizar la institución y mejorar su rendimiento científico. Entre las propuestas, destacaba la que declaraba: «ningún cargo universitario debe ser cubierto por tiempo indeterminado». Otra sin duda innovadora propuesta era la que propugnaba la eliminación de las cátedras vitalicias, al tiempo que pedía la dignificación de los profesores no numerarios.

Llegado el PSOE de Felipe González al poder en 1982, se inició la vorágine fundadora de universidades públicas en cualquier ciudad o pueblo que el político del lugar proponía para su mayor gloria. Enseguida se fundaron a toda prisa decenas de universidades públicas, al tiempo que el gobierno convirtió en funcionarios a todos los profesores. En cualquier caso, no hubo protestas cuando los concursos de acceso a cátedras y titularidades universitarias se simplificaron, se redujo el número de miembros de los tribunales o comisiones que habían de decidirlos (de siete miembros a cinco, con lo que resultaba fácil conseguir mayorías de sólo tres votos), y se entregó la designación de dos de estas personas a la decisión de los propios departamentos universitarios afectados. El incremento de la endogamia que significaban estas disposiciones, en detrimento del mérito, se implantó como sistema en la universidad pública española. En 1984, unos pocos meses antes de morir, Manuel Sacristán Luzón fue nombrado catedrático de Metodología de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona.

En los inicios del Felipato, el inexorable declive de la URSS impuso planteamientos revisionistas de socialistas y comunistas en todo el mundo. En España, como en otros lugares, trataron de salvar los muebles y evitar por todos los medios certificar la defunción del marxismo al modo del falsacionismo de “La sociedad abierta y sus enemigos” de Karl Popper. Por supuesto, no se trataba de reestudiar el oscuro “Materialismo y empiriocriticismo “de Lenin sino de seguir los compases de los Radicales italianos del folclórico Marco Pannella que se adornaba con los desplantes del entonces joven y rojiverde Giovanni Negri, junto con el neomaltusianismo instalado en “Los Límites del crecimiento” por el Club de Roma, unido a la ambivalencia ideológica de los flamantes Verdes Alemanes (Die Grünen). De esta manera, se fue conformado un relato bonancible con intenciones de paradigma. Así, a la entropía la convirtieron en una nueva versión de ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia que acabaría con el consumismo compulsivo del primer mundo capitalista. El consumismo compulsivo era, ¿es? la enfermedad mortal del capitalismo, enfermedad que por entonces no tenían la URSS donde no había ni leche que consumir y de una China en la que el mañoso Deng Xiaoping iniciaba, con no pocos sobresaltos, su reforma hacia el capitalismo salvaje de partido único.

Ecologista se declaró en aquel tiempo el recién expulsado dirigente del PCE y prestigioso catedrático de economía Ramón Tamames Gómez. Menos mediático y fiel al Partido (PCE) el considerado el gran teórico marxista español, Manuel Sacristán Luzón publicó “Pacifismo, ecología y política alternativa” en 1987. Pero el Felipato, como práctica de poder sin contrapesos evitó la expansión del posmodernismo en el ámbito académico, en realidad, no hay un Lyotard español y este movimiento solo se manifestó como coartada estética, cultural y sexual que representan fenómenos banales como la movida madrileña.

DEL ANTIFRANQUISMO SOBREVENIDO AL POPULISMO WOKE

Los intelectuales universitarios españoles que se autodenominaban progresistas, es decir, marxistas más o menos leninistas enfadados con el proletariado, durante el Felipato se agarraron al clavo ardiendo de Gramsci y emprendieron la tarea de lograr la hegemonía cultural convirtiendo a las ya numerosas facultades de humanidades en centros de adoctrinamiento. Lo lograron. Por consiguiente, parece justo mencionar a los brahmanes más destacados en su empeño. Por su curiosa trayectoria ideológica considero merecedor de encabezar la distinguida lista a José Luis Sampedro Sáez seguido de Ramón Cotarelo García, Juan Ramón Capella Hernández, Montserrat Galcerán Huguet, Jaime Pastor Verdú, Antoni Domènech Figueras, Joan Subirats Humet (ministro de Universidades del Gobierno presidido por Sánchez Castejón desde 2021), Ludolfo Paramio Rodrigo, Carlos Berzosa Alonso Martínez, Carlos Taibo Arias, Heriberto Cairo Carou, Antonio García-Santesmases, Carlos Fernández Liria, Luis Alegre Zahonero, Santos Miguel Ruesga Benito, David M. Rivas Infante, Andrés Arias Astray, Julio Alguacil Gómez, Jorge Fonseca Castro y Rafael Escudero Alday. Faltan tantos que sus nombres ocuparían demasiado espacio, pero cuando recuerdo a unos cuantos que traté personalmente hace ya muchos años, no acabo de entender cómo personas de trato agradable y siempre aseados, soportaban la cochambre que reinaba y reina en las facultades y los vandálicos escraches de sus alumnos a quienes no eran del mester de progresía.

Aparentemente, como sucedió en Norteamérica, el Neo Marxismo Gramsciano impartido en las aulas de humanidades de nuestras universidades públicas, no parecía tener mucha influencia social debido a la aparente consolidación de un bipartidismo imperfecto condicionado por los nacionalistas vascos y catalanes. Pero en 2008 estalló la burbuja inmobiliaria y la consiguiente depresión económica. Surgen entonces los indignados contra el sistema, aunque no fue hasta 2014 que las semillas ideológicas sembradas durante tantos años en la universidad pública española dieran cosecha en forma de partido político. Bien es cierto que en España no tuvimos un solo Lyotard afamado salvo que consideremos como tal a Pedro Almodóvar Caballero, pero la influencia de Gramsci se fue alargando hacia un populismo posmarxista de resonancias peronistas formulado por la pareja Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en “Hegemonía y estrategia socialista: hacia una política democrática radical” (1985), una propuesta abrazada con frenesí por los doctorandos, luego devenidos famosos políticos, que por aquel tiempo estudiaban en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid ubicada en el campus de Somosaguas.

La consigna «Democracia Real YA» de mayo de 2011 fue un amargo grito que expresaba el anhelo de un cambio de rumbo, mientras que «Juventud Sin Futuro» la constatación de un fracaso político y social trasformado en descrédito de la democracia liberal. Las plataformas y movimientos llamadas 15M proclamaban su apartidismo, pero bastaba con acercarse a cualquiera de las ágoras de indignados organizadas en las plazas de las ciudades españolas, sobre todo las de la Puerta del Sol madrileña y la Plaza de Cataluña barcelonesa, para comprobar que quienes dirigían la orquesta asamblearia con notable destreza y experiencia adquirida en facultades, sindicatos y partidos, eran un manojo de veteranos líderes de Izquierda Unida y los aventajados alumnos de las inefables facultades de humanidades devenidos ya profesores. Los más ardorosos se camuflaron en el “colectivo” universitario Juventud Sin Futuro. Este colectivo estaba controlado por la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) de ideología marxista que ejercía de consultora y Think Tank del «Socialismo del Siglo XXI» desarrollado por Heinz Dieterich Steffan, Michael Lebowitz y la discípula de Althusser, Marta Harnecker. Era el socialismo que estaban implantando entonces los Hugo Chávez, Lula da Silva, Rafael Correa y Evo Morales. Ya entonces la CEPS era dirigida por el núcleo que en 2014 fundó el partido Podemos. También eran fácilmente detectables las consignas del movimiento antiglobalización internacional ATTAC y el Nuevo Partido Anticapitalista capitaneado por el incombustible trotskista Olivier Besancenot.

La diferencia doctrinal del socialismo del siglo XXI respecto al soviético apenas se distingue en el detalle de no perpetrar sistemáticamente la socialización de los medios de producción (incautación por el estado), sino la implantación de un Estado Leviatán manejado por una casta dirigente, cuya legitimidad está fundada en la superioridad moral de su ideología. La estrategia para lograr la superioridad moral es la consecución de la hegemonía cultural establecida por Gramsci que al inicio del siglo XXI es aumentada con la política de identidad que en el caso de Iberoamérica combina el antitético indigenismo con el nacionalismo histórico bolivariano. Esta aberración es asumida por el Frankenstein del mester de progresía español quien ha desechado el feminismo clásico igualitarista y se ha apuntado de hoz y coz a la queer theory.

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El fulgurante ascenso a la fama de Pablo Iglesias Turrión y de rebote el partido Podemos, no se explica sin la colaboración de los medios de comunicación, sobre todo de los canales de televisión generalistas privados. El personaje apenas era conocido hasta que en 2010 comenzó a presentar el programa de tertulia política La Tuerka en Tele K. Poco después, Iglesias comenzó a colaborar con el periódico Público y apareció como analista en un programa especial de La Sexta, La Sexta Columna y en Fort Apache del canal público iraní Hispan TV. Ya afamado, Iglesias aparecía por todas las televisiones generalistas, La Sexta Noche; Las Mañanas de Cuatro y Te vas a Enterar, La Noche en 24 Horas, El Cascabel de Trece-COPE, La Lupa del Canal 10; Al Rojo Vivo, El Objetivo o Salvados, Las Mañanas de La 1 en TVE y hasta en El Gato al Agua del derechista canal de Intereconomía en 2013. De estrella mediática predicadora del igualitarismo y la eliminación de la plutocracia a diputado europeo y jefe de Podemos apenas fue un paso lógico.

Lo sucedido después con el personaje y su partido es bien conocido. Pero lo relevante de la conversión de un desconocido profesor en líder carismático es que excepto TVE, todos los canales mencionados que le promocionaron pertenecen a propietarios privados, cooperativas, instituciones religiosas y, sobre todo, grandes grupos de comunicación como Atresmedia y Mediaset. Y por si aún no queda clara la cuestión, destaco que estos grandes grupos cooperativos de comunicación, exponen a bombo y platillo en sus balances y “statements” en español e inglés su vitola ESG de compromiso social, ambiental y de buen gobierno.

Por motivos que comprenderán y por constatar además que sus platós acogieron el “ESG Spain 2020 Corporate Sustainability Forum”, elijo como referente el informe:”Estado de información no financiera consolidado 2021 de ATRESMEDIA CORP. DE MEDIOS DE COM. S.A.”. Ya en la carta del Presidente, José Creuheras Margenat, queda clara la adhesión a la corrección política ESG de la corporación: «En 2021 hemos finalizado nuestro segundo Plan Director de Responsabilidad Corporativa, llevando a cabo sus últimas acciones y estableciendo, tras él, nuevos objetivos ESG que guiarán la actuación durante 2022 y 2023. Estos primarán el refuerzo de la estrategia medioambiental, el impulso de la medición del impacto social del Grupo y el incremento en la respuesta a inversores sobre el desempeño ESG». Un desempeño ya notable antes pues en el informe queda escrito negro sobre blanco que unas decenas de millones de euros de sus accionistas han financiado campañas a favor de ONGs (sospechosamente sin especificar), a lograr para Atresmedia la ambicionada calificación B de la organización Carbon Disclosure Project (CDP) por su actuación contra el cambio climático y a la obtención del índice de sostenibilidad FTSE4Good Ibex por mejora de eficiencia energética. Asimismo, la Política General de Responsabilidad Corporativa diseñada por sus CEOs, establece proveer «un empleo de calidad gratificante, promover la igualdad, la diversidad y la conciliación, garantizar los derecho laborales, evitar la discriminación por razón de género, edad, religión, orientación sexual y discapacidad, total compromiso con la consecución de los Objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas», etcétera, etcétera.

En primer lugar, ATRESMEDIA CORP. DE MEDIOS DE COM. S.A. tiene como Objeto Social solo y exclusivamente servicios de televisión y radiodifusión. Asimismo, por ser una sociedad anónima, la ley le concede el privilegio de limitar a sus propietarios y directivos la responsabilidad frente a los acreedores, lo que pone a salvo su patrimonio personal en caso de quiebra, luego cabe preguntarse si sus directivos pueden legal y moralmente convertir la compañía en santuario difusor de una ideología concreta que no tienen por qué compartir ni sus accionistas ni sus clientes. Es más, si fuera solo Atresmedia el asunto, aunque grave, sería anecdótico, pero estamos hablando de que casi todas las empresas españolas cotizadas en bolsa y muchas más, han asumido su encuadre en el ESG. Incluso existen unos cuantos índices nacionales e internacionales que miden, sin criterios objetivos y transparencia, el grado de cumplimiento ESG de las empresas que, en el caso de España, suele estar liderado por Mercadona, seguida de Inditex, Ikea, Mapfre, Mutua Madrileña, Mahou San Miguel, Nestlé, Telefónica, Caixabank, etcétera.

Ante esta realidad, surge la inevitable pregunta: ¿Qué intereses y estrategias mueven a la miríada de altos dirigentes del capitalismo mundial a desplegar, sobre todo desde la plataforma de Davos, el llamado capitalismo stakeholder aderezado con la ideología woke? Repito entonces las contundentes palabras del fundador y presidente del Foro Económico Mundial (FEM), Klaus Schwab, cuando escribió en junio de 2020: «Todos los países, desde Estados Unidos hasta China, deben participar, y todas las industrias, desde el petróleo y el gas hasta la tecnología, deben transformarse. En resumen, necesitamos un «Gran Reset» del capitalismo».

Podemos especular, no sin motivo, que el cártel ESG-Woke es una reedición de la referida al principio de este artículo “recuperación asimiladora” del capitalismo, para neutralizar el wokeismo militante de extrema izquierda, además de una buena «herramienta de marca». Asimismo, se puede llegar a la conclusión de Vivek Ramaswamy en “Woke Inc.” (2021) estimando que la “wokenomics» es una estafa egoísta, una puesta en escena para engañar a consumidores y accionistas con dos propósitos camuflados por angelicales palabras solidarias; elevar el estatus social (moral) de los CEOs y gurús de las grandes corporaciones y camuflar, con preocupaciones éticas fingidas, el objetivo que realmente les importa: las millonarias bonificaciones que se otorgan. En definitiva un amoral matrimonio de conveniencia entre organizaciones de activistas y directivos de grandes corporaciones; un bochornoso quid pro quo. También es instructiva la conclusión del reconocido ensayista y decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Tecnología de Sydney, Carl Rhodes que establece que el capitalismo woke está saboteando la democracia liberal, es decir, la democracia. De hecho, entre el trampantojo construido por el cártel ESG-Woke de estructuras culturales, económicas y sociales paralelas, se puede entrever la sombra de la ambición monopolística que suele conducir al corporativismo, un corporativismo que ahora sería mundial.

Como han adivinado, la sombra del socialismo corporativo tiene una vieja y tétrica historia que se remonta a finales del siglo XIX y se impone en varios países europeos, con diferentes etiquetas, a principios del siglo XX hasta concluir en los mayores baños de sangre que registra la historia. Hoy, el paradigma de los Klaus Schwab, Al Gore, Larry Fink, Tim Cook, Reed Hastings, Satya Nadella y demás CEOs wokes se barrunta como un neofascismo economicista autoritario. No por casualidad, el fundador del Foro Económico Mundial de Davos, Klaus Schwab, decidió en 2021 que el invitado de honor fuera el dictador chino Xi Jinping. El anfitrión, Klaus Schwab, presentó a Jinping con alabanzas de esta guisa: «Tenemos que comenzar una nueva era global y contamos con usted”. Xi, fue claro, reconoció que su régimen no es «igualitario». Que confiere el poder económico y político a las élites empresariales y estatales, además de utilizar la coacción y el poder del Estado para concentrar el control de la riqueza en sus manos, por mucho que prometan redistribuirla mediante la «justicia social». Además, Jinping aseguró que la senda a seguir es un nuevo gobierno mundial en el que China tendrá un lugar predominante. «En China estamos siguiendo el camino hacia un país socialista moderno. Ahora, desempeñaremos un papel más activo para fomentar una globalización económica mundial que sea más abierta, inclusiva, equilibrada y beneficiosa para todos» manifestó poco después de ordenar apalear a los manifestantes de Hong Kong, seguir encerrando en campos de concentración a los discrepantes de Xinjiang, recluir o hacer desaparecer a quienes discrepan de la versión oficial del Covid e implantar el orwelliano sistema de crédito social, un siniestro carnet por puntos que los ciudadanos ganan o pierden en función de si cumplen las rígidas normas establecidas por el Estado Leviatán chino, dirigido por la oligarquía instalada en el Partido Comunista. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la canciller alemana, Angela Merkel y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, aplaudieron con fervor a Xi.

TRABAJAR EN ESPAÑA

O UNA NOCHE EN LA ÓPERA

Pablo Rojo Barreno.

La Ministra de trabajo que descubrió los ERTE y el contrato fijo-discontinuo de la Reforma Laboral de 2012 del PP, está satisfecha por las chulísimas consecuencias de su minireforma laboral. Tras este éxito, se ha lanzado sin paracaídas a la consagración de la matria que suma, desdeñando a la femenina patria, esa que algunos oímos su aflicción. Aunque para aflicción, esos más de 13.000 millones de déficit que el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) ha incurrido en los últimos dos años. Y mientras escribo estas líneas, el gobierno presidido por Sánchez Castejón, ha decidido transferir a la Seguridad Social 19.888 millones de euros más (deuda) a los 36.502,6 millones de hace apenas un año, para tapar el agujero que supondrá su empeño (electoral) de actualizar las pensiones con el IPC en 2023. Por supuesto, el gobierno echa la culpa de estos déficits a la pandemia y a la guerra de Ucrania.

Algunos malintencionados intentan desprestigiar el contrato de trabajo fijo-discontinuo por camuflar las cifras reales de desempleo. Que lo hace no hay duda puesto que; cuando al trabajador se le comunica que sus servicios quedan congelados y deja de trabajar, para el SEPE no consta como parado sino como “demandante de empleo no parado … una situación similar los trabajadores en ERTE, no trabajaban pero no estaban en el paro«. Con todo, hay que reconocer que este modelo de contrato mejora algo la continuidad del puesto de trabajo, respeta la antigüedad, permite acceder a la indemnización por extinción de contrato, y, probablemente, reducirá la tasa de temporalidad a largo plazo. Sin embargo, sigue conservando muchas lacras de los contratos temporales, por ejemplo, cuando las entidades de crédito no lo equivalen al contrato fijo indefinido.

Coherente con la obsesión reglamentista e intervencionista característica del gobierno presidido por Sánchez Castejón, el Real Decreto-ley 3/2022 impone cinco modalidades de contrato fijo discontinuo: estacional, intermitente, adscrito a contratas o concesiones, empresas de trabajo temporal y sector público. Estos contratos pueden ser por jornada completa o parcial, siendo estos últimos los que más se firman. Es obvio que en todos los casos, en algún momento el trabajador dejará de trabajar y pasará a engrosar el paro. Por otro lado, los tribunales laborales han considerado que no puede ser fijo discontinuo un trabajador que ha prestado servicios todo el año. El laberinto leguleyo se expresa fehacientemente cuando se comprueba que; la Tesorería General de la Seguridad Social (TGSS) de España, ha publicado para el 2022 nada menos que 47 modelos de contratos de trabajo, de los que 5 son para fijos-discontinuos.

Teniendo en cuenta que el suflé de estos contratos acaba de empezar, no hace falta tener mucha imaginación para prever que cuando la temporada turística acabe, un porcentaje considerable de trabajadores fijos-discontinuos pasarán a cobrar el seguro de desempleo en función de sus circunstancias personales. Estamos hablando de alrededor de un millón de trabajadores con jornadas de trabajo dispares. Si la bomba de relojería de las pensiones públicas (en julio supuso 11,8% del PIB) es manifiesta, el aumento del gasto por desempleo es algo más que un petardo, aunque las cifras oficiales nos lo camuflen.

Acostumbrados a sufrir un desempleo aciago desde hace cuatro décadas, apenas nos preguntamos como otros países de economías y riquezas naturales similares o incluso más exiguas, mantienen tasas de desempleo mucho menores y ahorran un dineral en miseria y gastos. Una respuesta sencilla la tenemos en la más católica que nosotros Irlanda, país también miembro de la UE donde los contratos de trabajo no están tipificados, por lo que los términos y condiciones del empleo dependen del acuerdo que se establezca entre el empleador y el trabajador. Esta sencilla fórmula junto con bajos impuestos, les ha permitido que estando emparejados con nosotros respecto al PIB per cápita hace 24 años, hoy (datos de 2021), con 84.940 € de PIB per cápita tripliquen con creces nuestro flaco 25.460 €, mantengan una deuda del 56% del PIB frente al 118,4% del PIB de España, al tiempo que mantienen una tasa de desempleo del 4,8% frente al 13,7% nuestra.

Mientras la ministra de Educación y Formación Profesional y actual portavoz nacional del PSOE, Pilar Alegría encuentra los puntos de fuga de la perspectiva de género en las matemáticas, les propongo analizar con un ejemplo las peculiaridades del contrato de trabajo fijo-discontinuo.

Parece que este contrato se está utilizando masivamente para la contratación de conductores de autobuses de transporte escolar. Debido al extenso calendario de días no lectivos, fiestas locales, vacaciones de navidad (entre 18 y 20 días), semana de carnaval, semana blanca, Semana Santa y vacaciones de verano de 5/6 semanas, el contrato fijo-discontinuo es el preferido por las empresas. Así, los conductores de autobuses escolares pasan al paro en verano y navidades porque las empresas de transporte escolar ahorran un pico en salario y cotizaciones a la Seguridad Social. Veamos; la retribución se establece por un salario base más complementos, pluses y las dos gratificaciones extraordinarias de junio y navidad. Tomando la media de varios convenios colectivos, obtenemos que un conductor de autobús escolar tiene un salario bruto mensual de 1.920,00 €/. A este salario hay que añadir las mencionadas pagas extraordinarias y los correspondientes impuestos. Es decir: 320,00 € por pagas extraordinarias, 150,08 € de cotización por desempleo (5,50 %), 528,64 € por contingencia común de la S.S. (23,60 %), 4,48 € por el FOGASA (0,20 %), 84 € por accidente de trabajo y enfermedad profesional (3,75 %) y 13,44 € (0,60 %) por formación profesional. Costo total mensual para la empresa: 3.020,64 €.

PARADOJAS: Cuando la empresa aplica el contrato fijo-discontinuo mandando a su casa al conductor de autobús escolar 20 días en navidad y 5/6 semanas entre julio y agosto nos encontramos con las siguientes paradojas:

La empresa de transporte escolar se ahorra 1.890,45 € en Navidad y 4.050,96 € en verano de salario e impuestos al trabajo, sin embargo, sacrifica la posibilidad de rentabilizar su autobús durante esos dos periodos.

El conductor “disfruta” de las mismas vacaciones que los maestros, aunque ve reducido su salario real a unos 1200,00 € al mes durante 2 meses (en función de varios parámetros como cotizaciones anteriores, hijos, etc,) y solo si tiene derecho a la prestación contributiva, es decir, el paro que se concede por tener 360 o más días cotizados en los últimos seis años, seguirá cotizando a la Seguridad Social para su futura jubilación. En todos los casos, no cotizará por desempleo, accidente de trabajo y enfermedad profesional, fondo de garantía salarial y formación profesional.

El Estado español y en concreto el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) hace un pan como una tortas con este sistema. Así, ha recibido un total de 1.508,00 € durante el año y tendrá que pagar unos 2.400,00 € en prestaciones de desempleo más costos administrativos de personal y financieros.

Ante este panorama de perspectiva poco halagüeña, he revisado los incentivos fiscales y bonificaciones estatales para fomentar la contratación indefinida. Hay unos cuantos que bonifican total o parcialmente la cuota empresarial a la Seguridad Social. Los más generosos que pueden durar hasta tres años, son los contratos para la formación y el aprendizaje. Menos generosos son los dedicados a las conversiones de contrato de formación en alternancia en indefinido, los contratos de prácticas en indefinidos, las bonificaciones a la contratación de personas mayores de 45 años, para contratos indefinidos de parados de larga duración, colectivos en riesgo de exclusión y víctimas de diferentes circunstancias, así como para la conciliación de la vida personal, laboral y familiar. En realidad, la única fórmula archidemostrada para estimular la contratación laboral indefinida, es la reducción general de los impuestos al trabajo, junto con la mencionada fórmula irlandesa de contratos de trabajo no tipificados y burocratizados.

Aunque es de sobra conocido el banal concepto que tienen demasiados políticos acerca del erario; «Estamos manejando el dinero público y el dinero público no es de nadie» despachado por la ínclita Carmen Calvo, el despilfarro del dinero que los contribuyentes están obligados a proveer al Estado es una canallada, aunque se disfrace con la empalagosa y demagógica redacción actual del BOE. 16 páginas antes del Dispongo tiene el Real Decreto-ley 32/2021 que arranca por la típica y tópica muletilla adaninsta: «Completar de una vez por todas la transición de nuestras relaciones laborales hacia un modelo más justo y garantista es el gran objetivo de esta reforma». De una vez por todas, escriben impasible el ademán.

Quienes defendemos el modelo de relaciones laborales claras, sin reductos privilegiados para unos pocos, sin letra pequeña ni recovecos, flexibles e indefinidas salvo para los casos concretos bien conocidos, sin intervencionismo estatal como en Irlanda, junto con el cambio de la indemnizaciones por despido por el modelo conocido como “Mochila Austriaca” vigente también en Dinamarca y Suecia, las jerigonzas burocráticas de nuestra legislación laboral nos parecen trabas destructoras de empleo y de dignidad (ver Nota Mochila Austriaca).

Nota sobre la Mochila Austríaca: Se trata de un sistema de protección para el trabajador asalariado, en que las empresas aportan el 1,53% del salario bruto de cada empleado a un fondo de capitalización o caja de prevención laboral, un importe que el trabajador se lleva consigo cuando cambia de compañía o se queda en situación de desempleo. Es el trabajador quien puede decidir si lo sigue acumulando para su posterior jubilación o si lo capitaliza para afrontar la nueva situación del paro. Para el trabajador hace las veces de indemnización y complemento a su pensión y solo él decide qué hacer con ese capital.

LEY DE MEMORIA DEMOCRÁTICA

UNA LEY PARA DESTRUIR LA CONSTITUCIÓN

Uno de los métodos analíticos que tiene la ventaja de ser considerado empático, aunque, en rigor, no tiene por qué serlo, es el de ponerse en lugar del otro. Sin embargo, para aumentar la capacidad analítica, además de ponerse en lugar de alguien o de algunos, parece imprescindible el uso de la mayéutica. Por lo cual, voy a intentar aplicar el mencionado método combinado para analizar los objetivos de la camarilla que ha redactado y aprobado el proyecto de Ley de Memoria Democrática.

Poner en perspectiva histórica los partidos políticos que han redactado y/o apoyado este proyecto de ley, es imprescindible para buscar sus motivos y raíces: PSOE, Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común, Más País, Euskal Herria Bildu, Partido Nacionalista Vasco (PNV), Izquierda (Esquerra) Republicana de Cataluña (ERC)—negociando para obtener más de lo suyo—, Candidatura d’Unitat Popular·Països Catalans (CUP), Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT), Coalición Canaria, Partido Regionalista de Cantabria y Teruel Existe. Ahora, repasemos los partidos que promovieron el NO y la abstención en el referéndum para la ratificación de la Carta Magna en diciembre de 1978.

El NO rotundo a la Constitución lo impulsaron: Izquierda (Esquerra) Republicana de Cataluña (ERC), Euskadiko Ezkerra (EE), Herri Batasuna (HB), Partit Socialista d’Alliberament Nacional dels Països Catalans (PSAN), Asemblea Nacional-Popular Galega (AN-PG –BNPG), Unión del Pueblo Gallego (UPG), Partido Socialista de Aragón (PSA), Organización Cuarta Internacional (OCI), Partido Obrero Revolucionario de España (PORE), Liga Comunista Revolucionaria (LCR), Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), Partido del Trabajo de España (PTE), Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), Partido Comunista de España marxista-leninista (PCE (m-l)-FRAP -CRPE), Acción Democrática Española (ADE), Falange Española de las JONS (FE-JONS), Fuerza Nueva (FN), Unión Nacional Española (UNE), Comunión Tradicionalista (CT). Promovieron la abstención: Partido Nacionalista Vasco PNV, Fuerza para la Unidad de los Socialistas Vascos-Euskal Sozialistak Elkartzeko Indarra (ESEI), Partido Socialista de Andalucía (PSA), Partido Comunista Obrero Español (PCOE), Movimiento Comunista (MC), Organización de Izquierda Comunista (OIC), Organización Comunista de España-Bandera Roja (OCE-BR), Unificación Comunista de España (UCE), Partido Comunista de los Trabajadores (PCT), Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC), Partido Comunista de Unificación (PCU), Partido de los socialistas de Cataluña-Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), Acción Republicana Democrática Española (ARDE), Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y Falange Auténtica (FA).

Con el fin de mejorar la información, he escrito los nombres completos de los partidos, en vez de solo las siglas. Asimismo, los he ordenado en función de la ideología que defendían y defienden, para intentar aclarar un poco el pesquis de esta retahíla de organizaciones. Para empezar, se evidencia claramente que excepto los 4 partidos residuales franquistas colocados en los últimos lugares de los dos listados, los partidos contrarios a la Constitución en 1978, excepto el PSOE, son los mismos que apoyan hoy la Ley de Memoria Democrática, aunque algunos hayan cambiado de nombre o se hayan fusionado en otros partidos y coaliciones con la misma ideología.

Asimismo, es comprobable la preponderancia de dos ideologías contrarias a la Constitución ayer y hoy; el nacionalismo supremacista y el marxismo-leninismo. En no pocos casos, ambas ideologías se entremezclaron y entremezclan. Claramente lo hacen en ERC, CUP, En Comú Podem-Galicia en Común, Más País y Euskal Herria Bildu. También es evidente que la inmensa mayoría de los partidos que se opusieron frontalmente a la Constitución en 1978, no combatieron al franquismo con el objetivo de conseguir una democracia liberal, al contrario, pretendían imponer “democracias populares” similares a la URSS, China, Albania o Cuba. No pocos practicaron el pistolerismo y el terrorismo como estrategia política. Sus herederos actuales han condimentado el marxismo-leninismo primitivo con chorros de gramscismo pasado de fecha, epatantes deconstrucciones y alteridades mezcladas con nauseabundas identidades flotantes, un coctel fernet y descangallao heredado de la Guardia de Hierro peronista firmado por el trio Laclau, Mouffe y Bergoglio, más las correspondientes gotas de “posthumanismo al alcance de todos los presupuestos” (ver “Transgénero: Un posthumanismo al alcance de todos los presupuestos” de Denis Collin). Aunque lo disimulan por razones tácticas y electorales, los partidos aliados con el PSOE hoy, mantienen una continuidad ideológica y estratégica, no pocos también orgánica, con los partidos que en 1978 se opusieron a la Constitución.

Dictaminadas las ideologías que anidan y soportan a los partidos actuales contrarios a la Constitución vigente, parece adecuado ponerse en su lugar, con el fin de comprender la estrategia que les guía para coligarse y aprobar leyes como la de memoria que nos ocupa. Recurro a su fuente ideológica original, para indicar que es el materialismo histórico marxista quien establece que el tiempo tiene dueños, que la narración del pasado (la historia) es una propiedad, un medio de producción del presente e incluso del futuro que detentan la clase dominante y los intelectuales a su servicio. Que esa propiedad; la historia, está en permanente disputa debido a la lucha de clases. Sin embargo, los partidos contrarios a la constitución española vigente, como marxistas posmodernos que son, hace tiempo que no identifican la lucha de clases con el enfrentamiento entre proletariado y burguesía, ni cuestionan la propiedad de los medios de producción. De hecho, el posmarxismo ha determinado que el proletariado es un sector subalterno del Bloque Hegemónico, bloque conformado por una visión del mundo especifica (hegemonía cultural) que, al imponerla en la sociedad, logra el poder exclusivo del Estado pantagruélico, siendo secundario, aunque sujeto de su agitación y propaganda, si ese Estado es plurinacional, confederal o nacional propio. En consecuencia, para los partidos que conforman el contubernio que les permite gobernar hoy en España, la historia les pertenece o debe pertenecerles, pues constituye el medio de producción que les facilita borrar las huellas indeseables de su pasado y deslegitimar la Constitución y la Transición, con el fin de proceder al desmantelamiento del régimen constitucional vigente. Porque la Constitución es el único valladar actual que frena que estos partidos logren imponer sus delirios ideológicos.

Pocas veces en mi vida he sentido tanta desazón leyendo un documento oficial. Desde la primera página de su extensísima exposición de motivos, permeada de medias verdades y falsedades descaradas, percibí un grado de manipulación insoportable. La manipulación es tan desahogada respecto a la Segunda República, que asocié su contenido a los once principios de la propaganda nazi de Joseph Goebbels. Su cinismo rancio rezuma en la reiteración de “los valores democráticos”. Mientras que la condición de víctima solo se obtiene si fue causada por la Dictadura, por supuesto la franquista porque, según este documento, la Segunda República fue un régimen ejemplar. El “derecho a la verdad de las víctimas” no se establece sobre el principio de la búsqueda de la verdad histórica, sino sobre la verdad oficial de Estado. Conociendo a la promotora de esta ley; la ínclita Carmen Calvo, no es extraño que algunos artículos requieran revisión psiquiátrica, por ejemplo, el Artículo 33 que concede (la ley de Memoria Histórica vigente de Zapatero también lo hace) la nacionalidad española a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales. La obsesión de santificar a unos mercenarios reclutados por la Comintern de Stalin, debe obedecer a un trastorno obsesivo culpable derivado de la derrota. ¿Qué otra explicación tiene conceder la nacionalidad española a personas que, en el caso de la más joven hoy tendría 106 años? La misma que si se concediera la nacionalidad española a Amílcar Barca.

El pasado 8 de julio, Pedro de Tena alertaba sobre las consecuencias de la aprobación de la Ley de Memoria Democrática en Libertad Digital. Su rotundos título y subtítulo: La guerra fría civil «En España ha dado comienzo la guerra fría civil, cuya mecha fue encendida por José Luis Rodríguez Zapatero y su ley de Memoria Histórica» conforman la antesala de su pronóstico: «el propósito de este largo caballero llamado Pedro Sánchez es continuar hurgando en aquella herida civil y, ahora abiertamente, liquidar la generosa Transición democrática y reventar la convivencia nacional de una inmensa mayoría de españoles liberada del odio y el rencor por familias que perdonaron y por unas instituciones que han sido y deben ser compartidas en un proceso de alternancia democrática». El sabio enlace que Pedro de Tena hace entre Largo Caballero y Pedro Sánchez es algo más que una referencia al pozo escabroso del PSOE que esta ley pretende tapar. La historia de un partido político que solo respeta o aparenta respetar las reglas de la democracia, cuando le resultan favorables. Datos son amores; huelga general revolucionaria en 1917, intento de golpe de Estado en 1934, las amenazas pronunciadas por Largo Caballero durante la campaña electoral el 10 de febrero de 1936 en el Cinema Europa: «Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos», son indicios de la INQUIETANTE HISTORIA DEL PSOE. Más que deriva, el POSE sanchista-oportunista capaz de pactar con los enemigos de la constitución y los herederos directos del terrorismo, parece una amarga continuidad histórica.

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NARCISISMO: LA PANDEMIA DE LAS SOCIEDADES OCCIDENTALES

UNA PSICOPATÍA

25/06/2022

Para la psiquiatría, el narcisismo, explicitado por primera vez por el médico británico Havelock Ellis en 1898, es un trastorno mental de la personalidad puesto que las personas que lo padecen tienen un sentido desmesurado de su propia importancia, una necesidad profunda de atención excesiva y admiración, relaciones conflictivas y una carencia de compasión por los demás. Además, detrás de una máscara de seguridad extrema, en el narcisista hay una autoestima frágil que es vulnerable a la crítica más leve. En verdad, el Trastorno de Personalidad Narcisista es una psicopatía, en la que hay una serie de factores que ponen en peligro a los individuos que socializan con las personas que padecen este trastorno.

También se ha establecido clínicamente que en el narcisismo conviven varios rasgos y polaridades. La omnipotencia, la impotencia y la prepotencia. La omnipotencia es el lado inflado, la grandiosidad que, a menudo, va acompañada de desvalorización de otros. La impotencia (si no soy magnífico, soy basura) se manifiesta con frecuencia como un niño perdido, carente, miedoso, que siente envidia, vergüenza y rabia. La grandiosidad ayuda al narcisista a evitar darse cuenta del estado de impotencia. El narcisista sale de este estado de falta de fe a través de la prepotencia. Esconde su vulnerabilidad mintiendo y falseando la realidad a través de su propia imagen, o bien mediante la rabia, o bien por medio de la agresividad inhibe la tristeza y el miedo, porque su expresión le hace sentirse vulnerable. La negación de la tristeza y el miedo le permite al narcisista proyectar una prepotente imagen de fuerza, de independencia y valor, así es como esconde su vulnerabilidad, tanto ante sí mismo, como ante los demás.

En 2010, en EEUU se produjo un revuelo notable cuando la doctora y profesora de psicología en la Universidad Estatal de San Diego, Jean Twenge, publicó “The Narcissism Epidemic: Living in the Age of Entitlement”. Se trata de un amplio estudio sicológico comparativo sobre el comportamiento de los estudiantes universitarios estadounidenses. El examen destacó que los estudiantes con claros signos de narcisismo en 2010 era el 30%, mientras que en 1982 era el 15%. Estudios posteriores realizados por Jean Twenge y W. Keith Campbell expusieron con crudeza que el narcisismo delirante se ha extendido a los adultos en proporción similar al de los jóvenes.

A las alarmas lanzadas por los psicólogos norteamericanos se sumaron varios europeos. Fue la psicóloga Agnieszka Golec de Zavala quien inició las investigaciones sobre grupos extremistas en 2005, para tratar de entender los motivos por los que algunas personas perpetran el terrorismo. Pronto relacionó este comportamiento con lo que los pensadores de la Escuela de Frankfurt Teodoro Adorno y Erich Fromm llamaron “narcisismo grupal” que Golec de Zavala lo redefinió como: «la creencia de que la grandeza exagerada del grupo de uno no es suficientemente reconocido por los demás»”. Y como todo narcisismo, esa sed de reconocimiento nunca se sacia. Entonces, la psicóloga desarrolló una escala de narcisismo grupal (colectivo) para medir la gravedad de las creencias narcisistas grupales, incluidas afirmaciones como: «Mi grupo merece un trato especial» e «Insisto en que mi grupo obtenga el respeto que se le debe«.

La persistencia de Golec de Zavala en estudiar este narcisismo grupal en las universidades SWPS polaca y en la Goldsmiths británica, le ha permitido establecer que este tipo de narcisismo no es marginal y se está desarrollando cada día con mayor intensidad en cualquier tipo de asamblea, grupos religiosos, políticos, de género, racial o étnico. Asimismo, se expande en equipos deportivos, clubes y organizaciones artísticas y culturales. Muy preocupada ante lo que descubre en sus estudios, insiste en señalar que el narcisismo colectivo no es simplemente tribalismo. De hecho, insiste en que mientras el tribalismo es inherentemente humano y que tener una identidad social saludable puede tener un impacto positivo para el bienestar, por el contrario, los narcisistas colectivos se centran más en los prejuicios del grupo externo que en la lealtad del grupo interno. De esta manera, el narcisismo grupal alimenta el radicalismo político y potencialmente incluso la violencia. Asimismo, en entornos cotidianos, puede impedir que los grupos se escuchen unos a otros y llevarlos a reducir a las personas del “otro lado” a personajes unidimensionales.

DOS TIPOS DE NARCISISMO CONVIVEN EN NUESTRA SOCIEDAD: EL COLECTIVO Y EL INDIVIDUAL

La constatación de la existencia de dos tipos de narcisismo implantados notablemente en las sociedades occidentales; el colectivo y el individual es, por las consecuencias que tienen y las que tendrán, espeluznante. Esta bipolar realidad que tanta desazón y amargura produce en demasiadas personas, es expuesta por psicólogos y sociólogos a través de los síntomas, pero apenas ahondan en las consecuencias. De hecho, escasean estudios que profundicen sobre las causas que expanden esta plaga. Esta falla seguramente se debe a que cuando se pregunta por los orígenes que han propiciado esta epidemia, invariablemente se tropieza con las iglesias ideológicas que ostentan poder.

Los predicadores de la corrección política y no pocos apesebrados y biempensantes, tratan de despistar al personal, imputando exclusivamente la plaga narcisista actual a las redes sociales. Con ello ocultan, además de confundir instrumentos con causas, que la expansión narcisista ahora convertida en pandemia, germinó antes de que los Instagram, TikTok y demás redes sociales existieran. Algo más precisos son quienes apuntan al consumo conspicuo (estatus social), a las promesas de recompensas redentoras para proteger la fragilidad individual, a la desilusión respecto a las expectativas de satisfacción con la vida y el bienestar, además de los conflictos derivados del maremágnum identitario respecto a los sexos y roles sociales. Lógicamente, este narcisismo individual y/o colectivo se agudiza con los discursos apocalípticos sobre el clima, la salud planetaria, la inmediata terminación de los recursos minerales y energéticos, los problemas económicos, demográficos y migratorios, etcétera. Así, el conflicto antes derivado de la lucha de clases entre burgueses y proletarios, desde los años 70 del siglo pasado se ha ido ampliando, año tras año, con incontables combates que ha puesto al motor de la historia marxista a punto de estallar por sobre carga, al tiempo que reprime todo intento de mejorar las relaciones humanas basadas en la fraternidad.

Uno de los conflictos sociales más enconados en este momento es el provocado por la ideología de género. Uno de los pocos que se atreven a desafiar el discurso de esta doctrina publicamente es el controvertido y brillante psicólogo clínico canadiense Jordan B Peterson quien afirma sin pestañear: «…una gran proporción de la insistencia en la distinción entre género y sexo es narcisismo no diagnosticado (y egoísta). Pero para cuando esto se revele clínicamente, muchas carreras médicas y vidas inocentes habrán sido destruidas». Ni que decir tiene que este comentario ha merecido la condena estentórea del feminismo radical identificado con el acrónimo que pronto agotará el abecedario. Naturalmente, la anterior frase de Peterson deriva de su concienzudo estudio titulado: “On the Psychological and Social Significance of Identity” donde parte del hecho histórico y factual que establece que la identidad es un rol social, lo que significa que es por necesidad socialmente negociado. Y hay una razón para esto. Una identidad, un rol, no es simplemente lo que crees que eres, momento a momento o año tras año, sino, como dice la Enciclopedia Británica (específicamente dentro de su sección de sociología), «un patrón integral de comportamiento que es socialmente reconocido» y que proporciona un medio para identificar y ubicar a un individuo en la sociedad, sirviendo también «como una estrategia para hacer frente a situaciones recurrentes y lidiar con los roles de los demás (por ejemplo, roles de padres e hijos)». Por lo tanto, tu identidad no es la ropa que usas, o la preferencia sexual de moda o el comportamiento que adoptas y haces alarde, o las causas que impulsan tu activismo, o tu indignación moral por las ideas que difieren de las tuyas, sino un conjunto de compromisos complejos entre el individuo y la sociedad en cuanto a cómo el primero y el segundo pueden apoyarse mutuamente de manera sostenible a largo plazo. «Negarse a involucrarse en el aspecto social de la negociación de la identidad, insistiendo en que lo que dices que eres es lo que todos deben aceptar, es simplemente confundirte a ti mismo y a los demás» nos dice Peterson.

Parece obvio que el motor de inducción de conflictos sociales ahora gira descontrolado esparciendo quimeras, gracias al extenso campo hipnótico conformado por miles de mesías sectarios narcisistas, cuyo primer precepto es esquivar la crítica y menos aún someter sus doctrinas al método falsacionista. Jamás de los jamases aceptarán estos predicadores que sus dogmas “progresistas” pueden ser erróneos y nocivos para la humanidad. De hecho, aunque no ha sido divulgada como debería, desde la noción freudiana del narcisismo y las hipótesis de Heinz Kohut al respecto, junto con los estudios históricos sobre la personalidad de los dictadores y líderes políticos del siglo XX, existe un consenso claro entre psicólogos y sociólogos sobre el canon narcisista del poder. Así, el narcisista poderoso configura el poder como un fin en sí mismo, en la realización de los viejos sueños infantiles de omnipotencia que desdibuja progresivamente su necesaria subordinación a una ética de la responsabilidad. Este poder egocéntrico, en tanto significa sobre todo, privilegios, prestigio, inmunidad y que pretende sistemáticamente la impunidad, elude la responsabilidad, se va cerrando sobre sí mismo alejado de quienes le otorgaron legitimidad.

Tras un siglo de experimentos quiméricos generados por el motor de la historia marxista, se evidencia que; para cada desastre sus autores siempre encuentran a un enemigo al que culpar y, si no lo encuentran, se lo inventan. El enemigo puede ser la misma naturaleza humana: rasgos como la maternidad, el dimorfismo sexual, nuestra universal preferencia por la carne, la competitividad, los afectos familiares, el deseo de propiedad, la espiritualidad y hasta la Madre Naturaleza. ¿No fue Mao Tse-Tung quien culpó a los pobres gorriones de las malas cosechas y puso a todos los chinos a exterminarlos?

Llegados aquí, parece obvio preguntarse si nos encontramos inmersos en una cultura narcisista como asegura el psicologo Melchor Alzueta Satrústegui. Todo apunta a que se trata de una nefasta distorsión del objetivo de hegemonía cultural ideado por Antonio Gramsci, al conformarse como cultura dominante (políticamente correcta) para imponer un sistema en la acción social que distorsiona o discrimina otras culturas subyacentes. Es la hegemonía de una cultura narcisista la que ha integrado la compatibilidad del narcisismo colectivo con el individual.

MENSAJES Y CONDUCTAS DE LA CULTURA NARCISISTA HEGEMÓNICA

Que los padres, guarderías, colegios y medios canten a sus hijos canciones como: «Soy especial. Mírame».

Que desde hace al menos 3 décadas (empezó en los 80 en EEUU), a los niños se les martillee con el mensaje tu eres especial y puedes ser lo que desees y hacer lo que quieras … Para luego proseguir con que la cultura del esfuerzo y la meritocracia es lo que genera fatiga estructural y una epidemia de ansiedad.

Que en la escuela y en el parlamento los jóvenes adolescentes escuchen a quienes deberían ser ejemplares en sus comportamientos y discursos, que la identidad individual es esencialmente fluida y autogeneradora, mientras que la familia, esa díada de mujer y hombre basada en el afecto y el amor junto con el propósito de criar a sus hijos, es una institución heteropatriarcal retrograda que debe aniquilarse.

Que niños y jóvenes lean y escuchen discursos en que las autoridades afirman que cualquier reproche cívico o educativo hiere los sentimientos del reprochado.

Que las leyes en muchos países occidentales permitan el cambio de identidad y sexo a menores sin el consentimiento de sus padres.

Que la cirugía plástica estética se haya multiplicado por diez en los últimos 20 años sin otra justificación que la idealización de su cuerpo.

Que jóvenes y adultos se hagan constantemente autofotos “selfies” posando cuan estrellas hollywoodenses con su celular, para inmediatamente colgarlas en las redes sociales.

Que niños de 5 o 6 años escuchen asegurar a sus profesores que los chicos y las chicas realmente no existen.

Con estos ejemplos y muchos más del mismo cariz, ¿Es sorprendente que los adolescentes escriban en las redes sociales mensajes como: «ni hetero ni homosexual: soy autoxesual y estoy enamorada de mi misma»?.

Al mismo tiempo, cuando observamos que el poder del narcisista grandioso, del petulante dominante y egoísta que considera que tiene derecho a todas las prebendas otorgadas al primer ministro y muchas más, se sustenta sobre una pléyade de organizaciones conformadas para agrupar a los narcisistas vulnerables, los introvertidos, defensivos, resentidos y angustiados, con baja autoestima pero aleccionados como merecedores de un trato especial por ser vos quien sois, todos refugiados en el victimismo y las fantasías de grandiosidad futura, cuya hambre insaciable de reconocimiento conduce inexorablemente al conflicto con los otros, relajarse y pensar que la epidemia narcisista es un fenómeno coyuntural y pasajero que se resolverá con buen talante y buena administración económica, es suicida.

Alquimia Social

De las ideologías totalizantes y totalitarias disfrazadas de ciencia

30/05/2022.

Como Churchill, Benjamin Franklin parece ser una fuente inagotable de frases sentenciosas sobre la libertad. En cualquier caso, la advertencia: “quien sacrifica la libertad para alcanzar la seguridad, acaba por no tener ni una ni otra” ha sido confirmada por la historia. Ocurre que las vicisitudes que atraviesan hoy las sociedades occidentales democráticas, en buena medida consecuencia de graves errores cometidos por sus dirigentes, están reproduciendo reacciones similares a las acaecidas en Europa al final de la I Guerra mundial. A la sazón, el sacrificio de la libertad fue justificada entonces con el objetivo de lograr el igualitarismo social y la prosperidad para la clase oprimida y/o alcanzar la dignidad de la nación aplicando el darwinismo social-racial. A pesar de que el resultado de aquella abdicación de la libertad es bien conocido, parece que Europa ha olvidado la esencia del monstruo tiránico de tres cabezas; comunismo, fascismo y nacionalsocialismo, que produjo la mayor carnicería humana de la historia. Así, hoy en occidente existe una tenaz resistencia por parte de la intelligentsia exquisita, para reconocer al monstruo resultante de la aniquilación de la libertad en la alianza (por el momento tácita) de dos regímenes brutales y oligárquicos como China y Rusia, junto con sus potenciales satélites en Iberoamérica y Asia.

En este contexto, por su posición geográfica como puente entre Europa y el norte de África, puerta hacia el Atlántico por su proyección hacia Iberoamérica y Finisterre de Europa, su entorno geopolítico y membresía en la UE y en la OTAN, ser el puntal occidental del Mediterráneo, atesorar un patrimonio cultural extraordinario y contar con el segundo idioma internacional, España debería tener un peso fundamental en la contribución a la paz y seguridad internacional, dentro del bloque de países democráticos occidentales. Sin embargo, desde hace al menos tres décadas, sufre una constante deconstrucción como nación que reduce ostensiblemente su influencia internacional y el sosiego de sus ciudadanos sobre el presente e inmediato futuro.

Una deconstrucción que desde 2018 en que el Sanchismo tomó el poder del Estado aliado con comunistas de etiquetas diversas y nacionalistas supremacistas vascos y catalanes, se ha disparado con la ocupación irregular de las instituciones y su consiguiente manipulación sectaria. Así, el gobierno de coalición liderado por el PSOE de Sánchez Castejón, prosigue en el empeño letal aprobando leyes ideológicas inconstitucionales que aniquilan la igualdad de los ciudadanos ante la ley e impone desigualdades en función del sexo, además de erradicar el mérito y la ética deontológica en la educación y el trabajo. Asimismo impone por ley un modelo energético costosísimo basado en el climatismo vulgar, practica el privilegio medieval del indulto gubernativo para, contra la opinión de jueces y fiscales, agraciar a golpistas supremacistas y a otros delincuentes condenados por su condición de camaradas de las sectas que proclaman aniquilar el dar vida como proyecto existencial. Además, instaura como derecho el aborto sin permiso parental para menores de 16 años, implanta la inseguridad jurídica dominando la fiscalía, promueve el retorno de aquel proletario de los años 30 republicanos que solo tenía que perder sus cadenas, frente a los trabajadores propietarios de su vivienda propiciado por el franquismo, en fin, posterga a la familia y acelera con ello el hundimiento demográfico, mientras impulsa el animalismo que equipara en derechos a humanos y animales hasta el punto en que; en el momento que escribo estas líneas, en España hay más de siete millones de perros y gatos (perrhijos) y apenas seis millones de niños menores de 14 años.

Todas estas decisiones son aderezadas por un despilfarro del erario inédito en nuestra historia, incluyendo épocas de guerra como la Guerra hispano-estadounidense de 1898. Estos y otros desafueros que no detallo por no alargarme, son perpetrados siguiendo al pie de la letra la estrategia gramsciana de la toma total del poder del Estado donde, el nuevo príncipe: “el partido”, junto con sus aliados los intelectuales orgánicos, imponen la hegemonía cultural, en cualquiera de sus formas y sobre la vida cotidiana de los sujetos, para lograr la conquista del poder político y la construcción de un nuevo Estado. La tarea de materializar la mesiánica y ansiada hegemonía, desde hace unas décadas se la denomina ingeniería social.

La locución ingeniería social fue acuñada por el filósofo de la ciencia Karl Popper para denunciar la “ingeniería” utópica u holística que pretende arreglar «de una vez por todas» el todo social. El propósito es modificar la conducta humana para que se adapte a la ideología del “ingeniero social” que, de hecho, no es más que un chamán. Con ello Popper denuncia el cientificismo de las ideologías políticas basadas en la creencia, al estilo platónico, de un ideal absoluto e inmutable convencido de que existen métodos racionales para determinar, de una vez y para siempre, cuál es ese ideal y cuáles son los mejores medios para la realización del Estado perfecto.

Que Popper utilizará la locución que establece el uso de principios científicos para diseñar y construir máquinas, estructuras, puentes, túneles, caminos, vehículos, edificios, sistemas, procesos, etcétera, para denunciar en “La miseria del historicismo” (1945) «En memoria de los incontables hombres y mujeres de todos los credos, naciones o razas que cayeron víctimas de la creencia fascista y comunista en las Leyes Inexorables del Destino Histórico» la superchería de la pretensión científica del materialismo histórico marxista, es una excelente alegoría que, sin embargo, ha sido banalizada y retorcida hasta la náusea. Porque la contrastación empírica de las hipótesis marxista en todos y cada uno de sus experimentos ha sido falsada claramente.

Si bien el marxismo, en sus diversas ramificaciones, es la ideología que encabeza cronológicamente el cientificismo desde el siglo XIX, otras muchas le siguieron con las mismas pretensiones de ser ciencia. Positivismo, fisicalismo, biologismo evolucionista y antropológico con su derivadas animalistas, el psicologismo conductista, el psicoanálisis, etc. son ideologías cientificistas, meras convicciones fundamentales acerca de la estructura de la realidad y del significado y fines de la acción humana, que proporcionan una visión especifica de la realidad que otorga al creyente una visión del mundo cerrada y excluyente. Todas reclaman estatus de certeza científica y se proclaman como fuente única de la verdad. Todas conforman sistemas cerrados de ideas que se convierten en fuente de toda verdad y de toda rectitud práctica y moral. Todas pretenden transformar la realidad, sobre todo social, prometiendo a sus creyentes una emancipación idealizada. En realidad, todas estas ideologías son sistemas de creencias para legitimar intereses particulares.

Ciertamente, el que individuos que no han cotizado a la SS un sólo día de su vida, pagado un solo sueldo, creado una sola empresa o abonado una sola cuota de autónomos sean Ministros del gobierno de España, incluso ministras de trabajo, es inaudito. Quizá la única explicación a esta anormalidad se obtenga constatando que, trascurridas tres décadas largas desde la implosión de la URSS pervivan y se reinscriban ideas que legitiman la dominación de una parte de la sociedad sobre otra. Que, entretanto, hayan caído en saco roto las sucesivas denuncias contra las imposturas intelectuales de los predicadores posmodernos con ínfulas científicas. Que a pesar de los desastres causados a la humanidad, las ideologías cientificistas redentoristas mantengan prestigio a costa de ocultar y manipular los resultados de su práctica, manipulación ahora vehiculada a través del caos lingüístico y la confusión babélica repleta de armas arrojadizas contra el librepensador. Que, en esencia, sigan siendo totalizantes y totalitarias, fundamentadas en convicciones cerradas sobre la realidad, el significado y los fines de la acción humana. Que persistan en proporcionar una visión del mundo cerrada y excluyente. Que sus estrategias se fundamenten en la defensa de intereses tribales inductores de derivas esquizofrénicas.

Hablo de doctrinas concebidas para legitimar la dominación y el poder, de un cáncer metastásico que están sufriendo las sociedades occidentales aún democráticas que puede aniquilarlas. España está muy enferma.